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El sabor de la injustica

Redacción
21 de noviembre, 2016

Clamamos por justicia; queremos una justicia dispensada por personas que frecuentemente buscan servir sus intereses o que interpretan las situaciones bajo sus propios puntos de vista. Queremos justicia en un mundo imperfecto, en el cual muchas veces es imposible encontrar un camino justo.

¿Qué le decimos al niño que lo suspenden del colegio por contestarle a un maestro de una forma que el maestro interpretó inapropiada pero el niño entendió únicamente que estaba haciendo valer sus derechos? ¿Qué justicia se puede hacer cuando por una equivocación en un sanatorio entregan un recién nacido a la mujer equivocada y años más tarde, cuando el niño tiene ya 10 años y ha sido criado por una mujer que no era su madre genética, se descubre el error? ¿Cómo consolamos a un hombre que se ha caracterizado por ser correcto, honesto, piadoso y benevolente y que acaba de recibir la noticia de que su joven esposa con quien se acaba de casar sufre una enfermedad terminal?

Muchas situaciones vienen a mi mente, algunas de justicia jurídica, otras de dilemas morales y otras de situaciones catastróficas o terribles, fuera del control de las personas. Al leer los periódicos encuentro noticias de asesinatos no resueltos, accidentes en donde el piloto causante se da a la fuga, de personas encarceladas por crímenes que no cometieron, o del uso doloso de recursos públicos en los que los funcionarios responsables no resultan castigados.

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Los niños tienen su propia valoración de lo que es y no es justo. Si el pastel servido en el plato de un niño resulta 3 milímetros más pequeño que el que sirvieron a su hermano, el niño clamará que se cometió una injusticia. Muchos padres buscarán hacer justicia repartiendo nuevamente el pastel o tratando de calmar con explicaciones al niño ofendido. El Diccionario de la Real Academia Española define justicia como “principio moral que lleva a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece” o como “derecho, razón o equidad”.

Famosos pensadores han expresado frases como “cuatro características corresponden al juez: escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente” (Sócrates), o “Ganamos justicia más rápidamente si hacemos justicia a la parte contraria” (Mahatma Gandhi). Coincido en pensamiento con Sócrates y con Gandhi. Creo que una sociedad se acerca a ser más justa cuando todos son tratados por igual ante la ley (independiente de su capacidad económica, posición en el gobierno, ascendencia, raza, religión u otra característica). Pero el mundo no siempre es justo; la vida no es siempre justa. Suena duro y no lo digo por resentimiento alguno: las situaciones de la vida se presentan de tal manera en la que nos puede hacer dudar del mundo en el que vivimos.

La injusticia causa sufrimiento y nos hace cuestionar por qué sufrimos. Aron Moss, Rabino de la comunidad Judía de Sídney, Australia, trata de explicar que para calificar el sufrimiento hay que conocer el contexto: si estando en un hospital escuchamos los gritos de dolor de una mujer internada en el mismo, nos preocuparía su sufrimiento, pero si luego nos explicaran que la mujer está en la sala de partos dando a luz, comprenderíamos su sufrimiento y hasta nos podríamos poner felices de saber que un bebé está naciendo.

Pero, ¿cómo explicamos a nuestros niños que el mundo no es justo, cuando queremos que se sientan protegidos? Nuestra labor como padres y educadores debe ser enseñar a los niños a luchar por la justicia mientras navegan por situaciones que puede no ser justas y aprenden a vivir con ellas. Debemos enseñarles que la injusticia existe para que puedan valorar la justicia; sin oscuridad, no comprenderíamos la luz. Mientras haya injusticias el hombre se esforzará por eliminarlas. Reconocer que la vida no siempre es justa es precisamente uno de los elementos que como sociedad nos lleva a mejorar en búsqueda de esa justicia. El escritor, psicólogo y economista norteamericano, Albert Ellis (1913-2007), considerado uno de los psicoterapeutas más influyentes de la historia, dijo: “Incluso la injusticia tiene su lado bueno. Me reta a que sea tan feliz como pueda en un mundo injusto”.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo

El sabor de la injustica

Redacción
21 de noviembre, 2016

Clamamos por justicia; queremos una justicia dispensada por personas que frecuentemente buscan servir sus intereses o que interpretan las situaciones bajo sus propios puntos de vista. Queremos justicia en un mundo imperfecto, en el cual muchas veces es imposible encontrar un camino justo.

¿Qué le decimos al niño que lo suspenden del colegio por contestarle a un maestro de una forma que el maestro interpretó inapropiada pero el niño entendió únicamente que estaba haciendo valer sus derechos? ¿Qué justicia se puede hacer cuando por una equivocación en un sanatorio entregan un recién nacido a la mujer equivocada y años más tarde, cuando el niño tiene ya 10 años y ha sido criado por una mujer que no era su madre genética, se descubre el error? ¿Cómo consolamos a un hombre que se ha caracterizado por ser correcto, honesto, piadoso y benevolente y que acaba de recibir la noticia de que su joven esposa con quien se acaba de casar sufre una enfermedad terminal?

Muchas situaciones vienen a mi mente, algunas de justicia jurídica, otras de dilemas morales y otras de situaciones catastróficas o terribles, fuera del control de las personas. Al leer los periódicos encuentro noticias de asesinatos no resueltos, accidentes en donde el piloto causante se da a la fuga, de personas encarceladas por crímenes que no cometieron, o del uso doloso de recursos públicos en los que los funcionarios responsables no resultan castigados.

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Los niños tienen su propia valoración de lo que es y no es justo. Si el pastel servido en el plato de un niño resulta 3 milímetros más pequeño que el que sirvieron a su hermano, el niño clamará que se cometió una injusticia. Muchos padres buscarán hacer justicia repartiendo nuevamente el pastel o tratando de calmar con explicaciones al niño ofendido. El Diccionario de la Real Academia Española define justicia como “principio moral que lleva a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece” o como “derecho, razón o equidad”.

Famosos pensadores han expresado frases como “cuatro características corresponden al juez: escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente” (Sócrates), o “Ganamos justicia más rápidamente si hacemos justicia a la parte contraria” (Mahatma Gandhi). Coincido en pensamiento con Sócrates y con Gandhi. Creo que una sociedad se acerca a ser más justa cuando todos son tratados por igual ante la ley (independiente de su capacidad económica, posición en el gobierno, ascendencia, raza, religión u otra característica). Pero el mundo no siempre es justo; la vida no es siempre justa. Suena duro y no lo digo por resentimiento alguno: las situaciones de la vida se presentan de tal manera en la que nos puede hacer dudar del mundo en el que vivimos.

La injusticia causa sufrimiento y nos hace cuestionar por qué sufrimos. Aron Moss, Rabino de la comunidad Judía de Sídney, Australia, trata de explicar que para calificar el sufrimiento hay que conocer el contexto: si estando en un hospital escuchamos los gritos de dolor de una mujer internada en el mismo, nos preocuparía su sufrimiento, pero si luego nos explicaran que la mujer está en la sala de partos dando a luz, comprenderíamos su sufrimiento y hasta nos podríamos poner felices de saber que un bebé está naciendo.

Pero, ¿cómo explicamos a nuestros niños que el mundo no es justo, cuando queremos que se sientan protegidos? Nuestra labor como padres y educadores debe ser enseñar a los niños a luchar por la justicia mientras navegan por situaciones que puede no ser justas y aprenden a vivir con ellas. Debemos enseñarles que la injusticia existe para que puedan valorar la justicia; sin oscuridad, no comprenderíamos la luz. Mientras haya injusticias el hombre se esforzará por eliminarlas. Reconocer que la vida no siempre es justa es precisamente uno de los elementos que como sociedad nos lleva a mejorar en búsqueda de esa justicia. El escritor, psicólogo y economista norteamericano, Albert Ellis (1913-2007), considerado uno de los psicoterapeutas más influyentes de la historia, dijo: “Incluso la injusticia tiene su lado bueno. Me reta a que sea tan feliz como pueda en un mundo injusto”.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo