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El sueño chapín: Mercantilismo

Redacción
07 de diciembre, 2016

Más de un millón de guatemaltecos han migrado a Estados Unidos en busca de la oportunidad de trabajar, hacer dinero y sacar a sus familias adelante. Cientos de jóvenes se arriesgan cada semana a cruzar montañas, desiertos y ríos en un viaje incierto que ofrece más miedo que certeza de éxito. Todo esto sabiendo que es muy posible que al llegar, sean puestos en el primer avión de regreso al país del que huyen con tanto entusiasmo. Mientras estos jóvenes hambrientos de oportunidades emprenden su rumbo hacia el país del norte en busca del “sueño americano”, en Guatemala pintamos un “sueño chapín” muy diferente al que buscan ellos y millones de migrantes más que se cuelan por esas fronteras. Si Estados Unidos ofrece las virtudes del capitalismo que hacen tan atractivo ese país, en Guatemala la manera de enriquecerse ha sido a través del mercantilismo.

La diferencia esencial entre ambos sistemas y por lo cual los liberales en Guatemala sostenemos que no gozamos de un libre mercado ni de cerca es el rol que tiene el Estado con respecto a la economía. En un sistema capitalista como el estadounidense y el de casi todos los países desarrollados de Europa (incluidos los que muchos llaman socialistas) el Estado tiene el objetivo de facilitar las actividades y transacciones económicas para todas las personas en el país. Una vez hace esto, se abstiene no solo de intervenir constantemente en la economía en general sino que también en favorecer a unos grupos sobre otros. Para ello en estos países que viven y disfrutan los frutos del capitalismo: existe certeza jurídica, instituciones no solo fuertes sino que también confiables y reglas de juego claras que hacen más fácil a los ciudadanos realizar sus actividades. Esto permite que los individuos, en un ambiente de competencia, puedan poner empresas y ser exitosos por sus propios medios de modo que se benefician no solo a ellos mismos sino que también a los que trabajan para ellos y a los que consumen sus productos o servicios.

Si analizamos bajo estos parámetros la situación de Guatemala no puede quedar más claro que no gozamos de esta serie de instituciones sino que, en cambio, nuestra concepción de enriquecerse es a través de la corrupción por parte del Estado. Me atrevería a decir que existe varios niveles de corrupción desde la que ocurre por el poder que ejercen las autoridades como la capacidad de agilizar procesos o retardarlos, pasando por las plazas fantasma tan fáciles de crear como también de probar su existencia, hasta contratos que nunca se llevaron a cabo o que estaban sobrevalorados. La poco o nula fiscalización que realiza la Contraloría General de Cuentas que por cierto es parte muchas veces de la corrupción, facilita que se realicen estas actividades y que no sean castigadas o eliminadas a tiempo. Esto sumado a que no existen rutas claras de desarrollo evitan que en Guatemala tengamos la posibilidad de hacer crecer la clase media y mejorar las condiciones en las que vivimos todos.

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Cuando uno entiende esta diferencia entre ambos sistemas, las enormes migraciones de guatemaltecos hacia otros países se hacen más clara. No migramos porque el país sea más bonito o porque tenga mejor clima o porque las personas sean más amigables sino porque es el que ofrece las mejores oportunidades para que las personas dentro de su capacidad puedan ser exitosos. Esto contrario al sueño chapín, el cual ha consistido en aprovechar las oportunidades que ofrece el Estado para que un pequeño grupo de personas se enriquezca rápidamente y a costa de las demás personas. Mientras sigamos teniendo este sistema que beneficia a pocos, los muchos seguirán migrando al país del norte.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo

El sueño chapín: Mercantilismo

Redacción
07 de diciembre, 2016

Más de un millón de guatemaltecos han migrado a Estados Unidos en busca de la oportunidad de trabajar, hacer dinero y sacar a sus familias adelante. Cientos de jóvenes se arriesgan cada semana a cruzar montañas, desiertos y ríos en un viaje incierto que ofrece más miedo que certeza de éxito. Todo esto sabiendo que es muy posible que al llegar, sean puestos en el primer avión de regreso al país del que huyen con tanto entusiasmo. Mientras estos jóvenes hambrientos de oportunidades emprenden su rumbo hacia el país del norte en busca del “sueño americano”, en Guatemala pintamos un “sueño chapín” muy diferente al que buscan ellos y millones de migrantes más que se cuelan por esas fronteras. Si Estados Unidos ofrece las virtudes del capitalismo que hacen tan atractivo ese país, en Guatemala la manera de enriquecerse ha sido a través del mercantilismo.

La diferencia esencial entre ambos sistemas y por lo cual los liberales en Guatemala sostenemos que no gozamos de un libre mercado ni de cerca es el rol que tiene el Estado con respecto a la economía. En un sistema capitalista como el estadounidense y el de casi todos los países desarrollados de Europa (incluidos los que muchos llaman socialistas) el Estado tiene el objetivo de facilitar las actividades y transacciones económicas para todas las personas en el país. Una vez hace esto, se abstiene no solo de intervenir constantemente en la economía en general sino que también en favorecer a unos grupos sobre otros. Para ello en estos países que viven y disfrutan los frutos del capitalismo: existe certeza jurídica, instituciones no solo fuertes sino que también confiables y reglas de juego claras que hacen más fácil a los ciudadanos realizar sus actividades. Esto permite que los individuos, en un ambiente de competencia, puedan poner empresas y ser exitosos por sus propios medios de modo que se benefician no solo a ellos mismos sino que también a los que trabajan para ellos y a los que consumen sus productos o servicios.

Si analizamos bajo estos parámetros la situación de Guatemala no puede quedar más claro que no gozamos de esta serie de instituciones sino que, en cambio, nuestra concepción de enriquecerse es a través de la corrupción por parte del Estado. Me atrevería a decir que existe varios niveles de corrupción desde la que ocurre por el poder que ejercen las autoridades como la capacidad de agilizar procesos o retardarlos, pasando por las plazas fantasma tan fáciles de crear como también de probar su existencia, hasta contratos que nunca se llevaron a cabo o que estaban sobrevalorados. La poco o nula fiscalización que realiza la Contraloría General de Cuentas que por cierto es parte muchas veces de la corrupción, facilita que se realicen estas actividades y que no sean castigadas o eliminadas a tiempo. Esto sumado a que no existen rutas claras de desarrollo evitan que en Guatemala tengamos la posibilidad de hacer crecer la clase media y mejorar las condiciones en las que vivimos todos.

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Cuando uno entiende esta diferencia entre ambos sistemas, las enormes migraciones de guatemaltecos hacia otros países se hacen más clara. No migramos porque el país sea más bonito o porque tenga mejor clima o porque las personas sean más amigables sino porque es el que ofrece las mejores oportunidades para que las personas dentro de su capacidad puedan ser exitosos. Esto contrario al sueño chapín, el cual ha consistido en aprovechar las oportunidades que ofrece el Estado para que un pequeño grupo de personas se enriquezca rápidamente y a costa de las demás personas. Mientras sigamos teniendo este sistema que beneficia a pocos, los muchos seguirán migrando al país del norte.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo