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Lo importante es la profesión, los principios qué

Adriana Lopez
10 de diciembre, 2016

Estoy teniendo un momento difícil en la universidad. El próximo año me voy a encontrar cara a cara con un problema cuya única solución (según la dirección académica de mi carrera) descansa en reconsiderar mi elección de prioridades. Y las cosas no se podrían poner peor.

Las prioridades que debo reconsiderar son mis principios y creencias religiosas de cara con el deseo que tengo de graduarme de la universidad a tiempo. Se me pide/sugiere/indica que lo que he estado practicando y creyendo en toda mi vida sea dejado por un lado y me reorganice para que por los dos próximos años pueda estudiar sin ningún problema. Y estoy consiente de los sacrificios que uno debe hacer por determinadas cosas en la vida, pero no estoy de acuerdo con que lo que tenga que sacrificarse sean los valores, principios y creencias que nos hacen mas humanos. No voy a dedicar mi columna a quejarme de lo que me está pasando en mi vida estudiantil, pero sí la voy a usar para resaltar un punto importante que quizá explique porqué el país está tan mal.

Son miles de personas las que han desfilado en los puestos del gobierno que se han dedicado solamente a estafar, robar y hacer imposible el avance de Guatemala como país. Y muy probablemente el término corrupción lo relacionamos automáticamente con la política. Pero se han detenido a pensar ¿desde cuándo estás personas comenzaron a ser corruptas? ¿cómo comenzaron a serlo? ¿quién les dijo que se podía?

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La realidad es que mi situación en la universidad me ha orillado a pensar que desde los primeros años que nos enfrentamos al mundo real, somos inducidos a quebrar nuestros principios o al menos acomodarlos de manera que hagan las cosas funcionales. A mi, por ejemplo, se me pide que reconsidere mis prioridades para poder llevar un curso en un día que por convicción guardo para Dios. Y si esa simple pero valiosa creencia mía se tiene que ver burlada para “funcionar en el sistema educativo”, no quiero imaginarme qué muchas cosas más se les pide a las personas a lo largo de su vida que reconsideren a cambio de dinero, trabajo o lujos.

Me parece que la posición de la universidad es bastante retrógrada y dispareja con las tres clases de Ética que enseña en mi carrera. He estado en al menos 20 clases en donde me dicen: “Su trabajo como comunicadores es mantenerse firmes en lo que ustedes consideran correcto y verdadero y no dejarse sobornar”, pero hoy en día ellos mismos son quienes me están diciendo que mantenerme firme en lo que creo no es suficiente si quiero seguir estudiando.

Y esto solo es una muestra del cómo funciona el ámbito académico, pero ¿qué hay de las demás profesiones? ¿de los trabajos reales? ¿De los puestos importantes que se desempeñan en el país? ¿Será que sólo estamos preocupados por un título, un trabajo, un lujo, un renombre y seguimos aceptando que nuestras creencias y principios se vean dejados de lado? Es más, ¿seguimos promoviéndolo?

Me parece que estamos muy ocupados formando profesionales, o apresurándonos en avanzar en la vida académica, que pocas veces nos detenemos a considerar qué vale mas. Porque entonces ponemos en balanza a una persona íntegra, fiel a sí misma y con menos probabilidades de corromper las leyes básicas de la vida; o una persona que hizo todo con tal de llegar a donde está y que probablemente dejó sus principios y creencias guardados en la mochila desde párvulos.

No tiene sentido seguir formando profesionales si en el mismo proceso se les está deformando como seres humanos con valores. De ahí que porqué terminamos con un gobierno tan malo y una ciudadanía tan indiferente. Pero dejémoslo acá, ya que todos creen que lo importante es la profesión, los valores qué.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo

Lo importante es la profesión, los principios qué

Adriana Lopez
10 de diciembre, 2016

Estoy teniendo un momento difícil en la universidad. El próximo año me voy a encontrar cara a cara con un problema cuya única solución (según la dirección académica de mi carrera) descansa en reconsiderar mi elección de prioridades. Y las cosas no se podrían poner peor.

Las prioridades que debo reconsiderar son mis principios y creencias religiosas de cara con el deseo que tengo de graduarme de la universidad a tiempo. Se me pide/sugiere/indica que lo que he estado practicando y creyendo en toda mi vida sea dejado por un lado y me reorganice para que por los dos próximos años pueda estudiar sin ningún problema. Y estoy consiente de los sacrificios que uno debe hacer por determinadas cosas en la vida, pero no estoy de acuerdo con que lo que tenga que sacrificarse sean los valores, principios y creencias que nos hacen mas humanos. No voy a dedicar mi columna a quejarme de lo que me está pasando en mi vida estudiantil, pero sí la voy a usar para resaltar un punto importante que quizá explique porqué el país está tan mal.

Son miles de personas las que han desfilado en los puestos del gobierno que se han dedicado solamente a estafar, robar y hacer imposible el avance de Guatemala como país. Y muy probablemente el término corrupción lo relacionamos automáticamente con la política. Pero se han detenido a pensar ¿desde cuándo estás personas comenzaron a ser corruptas? ¿cómo comenzaron a serlo? ¿quién les dijo que se podía?

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La realidad es que mi situación en la universidad me ha orillado a pensar que desde los primeros años que nos enfrentamos al mundo real, somos inducidos a quebrar nuestros principios o al menos acomodarlos de manera que hagan las cosas funcionales. A mi, por ejemplo, se me pide que reconsidere mis prioridades para poder llevar un curso en un día que por convicción guardo para Dios. Y si esa simple pero valiosa creencia mía se tiene que ver burlada para “funcionar en el sistema educativo”, no quiero imaginarme qué muchas cosas más se les pide a las personas a lo largo de su vida que reconsideren a cambio de dinero, trabajo o lujos.

Me parece que la posición de la universidad es bastante retrógrada y dispareja con las tres clases de Ética que enseña en mi carrera. He estado en al menos 20 clases en donde me dicen: “Su trabajo como comunicadores es mantenerse firmes en lo que ustedes consideran correcto y verdadero y no dejarse sobornar”, pero hoy en día ellos mismos son quienes me están diciendo que mantenerme firme en lo que creo no es suficiente si quiero seguir estudiando.

Y esto solo es una muestra del cómo funciona el ámbito académico, pero ¿qué hay de las demás profesiones? ¿de los trabajos reales? ¿De los puestos importantes que se desempeñan en el país? ¿Será que sólo estamos preocupados por un título, un trabajo, un lujo, un renombre y seguimos aceptando que nuestras creencias y principios se vean dejados de lado? Es más, ¿seguimos promoviéndolo?

Me parece que estamos muy ocupados formando profesionales, o apresurándonos en avanzar en la vida académica, que pocas veces nos detenemos a considerar qué vale mas. Porque entonces ponemos en balanza a una persona íntegra, fiel a sí misma y con menos probabilidades de corromper las leyes básicas de la vida; o una persona que hizo todo con tal de llegar a donde está y que probablemente dejó sus principios y creencias guardados en la mochila desde párvulos.

No tiene sentido seguir formando profesionales si en el mismo proceso se les está deformando como seres humanos con valores. De ahí que porqué terminamos con un gobierno tan malo y una ciudadanía tan indiferente. Pero dejémoslo acá, ya que todos creen que lo importante es la profesión, los valores qué.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo