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¿Por qué no me la creo con el Estado de Bienestar?

José Carlos Ortega
10 de diciembre, 2016

Aún algunas personas que se creen de derecha se asombran de los grandes logros de las sociedades donde existen los Estados de Bienestar. Un amigo se asombraba de la cobertura médica para todas las personas en cierta región española justo antes de la crisis de 2008 que repercutió enormemente en ese país. Muchos hablamos con admiración de coberturas médicas y de salud, de los regímenes de pensiones, vacaciones pagadas por año, subsidios habitacionales, etc. Por supuesto que yo también me asombro de algunas de esas maravillas sociales y como éstas se trasladan en favor de los habitantes de estos Estados.

Y de repente… de repente analizo, estudio… y la cosa se vuelve matemática, entonces no me la creo. Aunque hay varias personas que satanizan el comportamiento de la economía por los supuestos modelos matemáticos, que de matemáticos tienen poco y de adivinación tienen mucho, yo de la matemática no profundizo tanto, en el asunto de los Estados de Bienestar, de la matemática me basta la aritmética, es decir, sumar, restar, multiplicar y dividir, usar positivos y negativos, y si acaso, que me resulta muy útil, me recuerdo siempre de la “partida doble” contable, y de allí puedo concluir que no solo no me la creo, es imposible de lograr. Después veo Grecia, España e Italia, y estoy seguro que no me la creo.

Me recuerdo que cuando me fue explicado el capitalismo en la secundaria, ante las ideas de libertad, del mercado, etc. venía a mi lógica, a mi conclusión después del análisis que éste sólo podía funcionar en regímenes “morales”, donde las personas tuvieran un comportamiento ético que respaldara esa libertad. Una moral que hiciera que cada individuo utilizara esa libertad de una forma correcta. Un ideal que aunque lejano, me hizo pensar siempre en ese objetivo. A través de los años logré comprender que aparte de la moral, que construir una sociedad de “valores”, respetando los “principios” era aquella que se traducía en normas, normas que protegían al individuo, un sistema de justicia y de seguridad, un Estado de Derecho.

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El socialismo era más fácil de explicar, idealmente, pero más difícil de lograr. Eso que todas las personas tuvieron esos grandes valores, conciencias, pensamientos iguales, sacrificio altruista hacia los demás… compartiendo las ganancias del trabajo de todos, la igualdad en todo y para todos, que vista de lejos es tan bella, pero de cerca tan lejana, mentirosa y llena de contradicciones.

El Estado de Bienestar supone tantas cosas que a mi parecer está destinado al fracaso. 1. Supone que una gran cantidad de personas que por su trabajo tienen más remuneración que otra parte de ellos, está dispuesta a sacrificarse cediendo parte de sus ingresos al fondo común, y que éste sirva para aquellos que no tienen esas ventajas. 2. Supone que siempre en la base de la pirámide de algunos de los beneficios, habrá siempre mayores participantes que aporten a los programas. 3. Supone que los que más aporten no querrán moverse de domicilio fiscal para reducir sus aportaciones. 4. Supone que los ingresos siempre serán crecientes para poder responder a los incrementos inflacionarios y mayores costes de los beneficios sociales. 5. Supone que las instituciones funcionan a favor de las personas, i.e. en educación a favor de los alumnos y antes que a los maestros, en salud, a favor de los enfermos antes que al sindicato, en justicia, en favor de las personas y no de los privilegios y de los funcionarios y jueces. 6. Supone que las normas se cumplirán y si no se cumplen habrá castigos. 7. Supone que los funcionarios tendrán vidas conforme a otros valores, como el ahorro, la austeridad, la verdad, la honradez, transparencia, el pensamiento a largo plazo y la conciencia de dónde provienen, o de dónde se originan los recursos. 8. Supone que los funcionarios siempre, siempre, buscarán lo mejor para la colectividad y no para ellos.

Por supuesto, el principal supuesto, que se produce suficiente, que hay mucha producción, para poder repartir algo. Es decir, no se puede repartir la nada. Si usted tiene nada, y la quiere repartir, no reparte nada. Si tiene mucho, puede repartir más, y si tiene poco, puede repartir menos (como cuando hay que partir el pastel y llegaron más invitados, o no llegaron todos).

Aún en los países de mayor eficacia y eficiencia de los Estados de Bienestar, si alguno de los supuestos falla, estará en peligro todo el sistema. De allí vemos a varios de los países que en uno de los supuestos, para tener suficiente base en la pirámide están arriesgando sus valores tradicionales, su cultura, aceptando miríadas de inmigrantes. Es estos países, con una tradición de trabajo (elimina los “free riders”, aquellos que sin trabajar reciben los beneficios), de la búsqueda permanente de la verdad, de la justicia, de la vida austera, del ahorro y de visión a largo plazo, uno puede observar como sus funcionarios, diputados, jueces, etc., viven como personas normales, sin privilegios, sin crecimiento alguno en sus finanzas. Nosotros necesitaríamos empezar por allí, por ese cambio de las personas antes de intentar seguir otorgándole poderes al Estado para que gaste más, para tener más funciones, más atribuciones. Un cambio individuo por individuo, costoso y eterno.

El otro sistema, en medio de la libertad permite a las personas desarrollarse de forma individual, sobre la base de su esfuerzo, de su trabajo, de su innovación, su creatividad y protege el fruto de su trabajo. No es éste que tenemos, y creo que tampoco lo queremos. Es aquel que vela por los derechos individuales de las personas, que protege la vida (seguridad), la libertad, la propiedad (justicia), y la familia.

Éste sistema permite generar más producción, que a su vez permite la distribución, preferiblemente a través de la creación de trabajo, y su remuneración, el salario justo. No tiene que volver a todos iguales en pensamientos, accionar, ideales, sentimientos, sólo tiene que volverlos iguales ante la ley. Es el imperio de la ley (de leyes justas), o la dictadura de la ley como me gusta llamarla, la que prevalece. Si el individuo está protegido, él y sus bienes, podrá producir más. Si todos producen más, existe para pagar las cuentas.

No requiere modelos matemáticos, ni simulaciones, ni suposiciones, el que trabaja bien se desarrolla, el que no quiere trabajar con las reglas del juego, no lo logra, es la responsabilidad individual, cosecha lo que siembra.

Por eso, no me la creo, y no me la creo en Guatemala, ni en estos países en vías a permanecer subdesarrollados si queremos seguir con modelos que no funcionan.
Twitter: @josekrlos

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo

¿Por qué no me la creo con el Estado de Bienestar?

José Carlos Ortega
10 de diciembre, 2016

Aún algunas personas que se creen de derecha se asombran de los grandes logros de las sociedades donde existen los Estados de Bienestar. Un amigo se asombraba de la cobertura médica para todas las personas en cierta región española justo antes de la crisis de 2008 que repercutió enormemente en ese país. Muchos hablamos con admiración de coberturas médicas y de salud, de los regímenes de pensiones, vacaciones pagadas por año, subsidios habitacionales, etc. Por supuesto que yo también me asombro de algunas de esas maravillas sociales y como éstas se trasladan en favor de los habitantes de estos Estados.

Y de repente… de repente analizo, estudio… y la cosa se vuelve matemática, entonces no me la creo. Aunque hay varias personas que satanizan el comportamiento de la economía por los supuestos modelos matemáticos, que de matemáticos tienen poco y de adivinación tienen mucho, yo de la matemática no profundizo tanto, en el asunto de los Estados de Bienestar, de la matemática me basta la aritmética, es decir, sumar, restar, multiplicar y dividir, usar positivos y negativos, y si acaso, que me resulta muy útil, me recuerdo siempre de la “partida doble” contable, y de allí puedo concluir que no solo no me la creo, es imposible de lograr. Después veo Grecia, España e Italia, y estoy seguro que no me la creo.

Me recuerdo que cuando me fue explicado el capitalismo en la secundaria, ante las ideas de libertad, del mercado, etc. venía a mi lógica, a mi conclusión después del análisis que éste sólo podía funcionar en regímenes “morales”, donde las personas tuvieran un comportamiento ético que respaldara esa libertad. Una moral que hiciera que cada individuo utilizara esa libertad de una forma correcta. Un ideal que aunque lejano, me hizo pensar siempre en ese objetivo. A través de los años logré comprender que aparte de la moral, que construir una sociedad de “valores”, respetando los “principios” era aquella que se traducía en normas, normas que protegían al individuo, un sistema de justicia y de seguridad, un Estado de Derecho.

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El socialismo era más fácil de explicar, idealmente, pero más difícil de lograr. Eso que todas las personas tuvieron esos grandes valores, conciencias, pensamientos iguales, sacrificio altruista hacia los demás… compartiendo las ganancias del trabajo de todos, la igualdad en todo y para todos, que vista de lejos es tan bella, pero de cerca tan lejana, mentirosa y llena de contradicciones.

El Estado de Bienestar supone tantas cosas que a mi parecer está destinado al fracaso. 1. Supone que una gran cantidad de personas que por su trabajo tienen más remuneración que otra parte de ellos, está dispuesta a sacrificarse cediendo parte de sus ingresos al fondo común, y que éste sirva para aquellos que no tienen esas ventajas. 2. Supone que siempre en la base de la pirámide de algunos de los beneficios, habrá siempre mayores participantes que aporten a los programas. 3. Supone que los que más aporten no querrán moverse de domicilio fiscal para reducir sus aportaciones. 4. Supone que los ingresos siempre serán crecientes para poder responder a los incrementos inflacionarios y mayores costes de los beneficios sociales. 5. Supone que las instituciones funcionan a favor de las personas, i.e. en educación a favor de los alumnos y antes que a los maestros, en salud, a favor de los enfermos antes que al sindicato, en justicia, en favor de las personas y no de los privilegios y de los funcionarios y jueces. 6. Supone que las normas se cumplirán y si no se cumplen habrá castigos. 7. Supone que los funcionarios tendrán vidas conforme a otros valores, como el ahorro, la austeridad, la verdad, la honradez, transparencia, el pensamiento a largo plazo y la conciencia de dónde provienen, o de dónde se originan los recursos. 8. Supone que los funcionarios siempre, siempre, buscarán lo mejor para la colectividad y no para ellos.

Por supuesto, el principal supuesto, que se produce suficiente, que hay mucha producción, para poder repartir algo. Es decir, no se puede repartir la nada. Si usted tiene nada, y la quiere repartir, no reparte nada. Si tiene mucho, puede repartir más, y si tiene poco, puede repartir menos (como cuando hay que partir el pastel y llegaron más invitados, o no llegaron todos).

Aún en los países de mayor eficacia y eficiencia de los Estados de Bienestar, si alguno de los supuestos falla, estará en peligro todo el sistema. De allí vemos a varios de los países que en uno de los supuestos, para tener suficiente base en la pirámide están arriesgando sus valores tradicionales, su cultura, aceptando miríadas de inmigrantes. Es estos países, con una tradición de trabajo (elimina los “free riders”, aquellos que sin trabajar reciben los beneficios), de la búsqueda permanente de la verdad, de la justicia, de la vida austera, del ahorro y de visión a largo plazo, uno puede observar como sus funcionarios, diputados, jueces, etc., viven como personas normales, sin privilegios, sin crecimiento alguno en sus finanzas. Nosotros necesitaríamos empezar por allí, por ese cambio de las personas antes de intentar seguir otorgándole poderes al Estado para que gaste más, para tener más funciones, más atribuciones. Un cambio individuo por individuo, costoso y eterno.

El otro sistema, en medio de la libertad permite a las personas desarrollarse de forma individual, sobre la base de su esfuerzo, de su trabajo, de su innovación, su creatividad y protege el fruto de su trabajo. No es éste que tenemos, y creo que tampoco lo queremos. Es aquel que vela por los derechos individuales de las personas, que protege la vida (seguridad), la libertad, la propiedad (justicia), y la familia.

Éste sistema permite generar más producción, que a su vez permite la distribución, preferiblemente a través de la creación de trabajo, y su remuneración, el salario justo. No tiene que volver a todos iguales en pensamientos, accionar, ideales, sentimientos, sólo tiene que volverlos iguales ante la ley. Es el imperio de la ley (de leyes justas), o la dictadura de la ley como me gusta llamarla, la que prevalece. Si el individuo está protegido, él y sus bienes, podrá producir más. Si todos producen más, existe para pagar las cuentas.

No requiere modelos matemáticos, ni simulaciones, ni suposiciones, el que trabaja bien se desarrolla, el que no quiere trabajar con las reglas del juego, no lo logra, es la responsabilidad individual, cosecha lo que siembra.

Por eso, no me la creo, y no me la creo en Guatemala, ni en estos países en vías a permanecer subdesarrollados si queremos seguir con modelos que no funcionan.
Twitter: @josekrlos

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo