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Recursos mal empleados

Redacción
17 de diciembre, 2016

Lo he repetido infinidad de veces ya: de los recursos con los que contamos los estudiantes universitarios, el peor empleado de todos ellos, es la biblioteca.

Aún con sus características variando según la casa de estudios, definitivamente todas tienen algo en común: acumulan infinidad de mundos, infinidad de saberes. Y es triste saber que lo que más acumulan es polvo en sus volúmenes, porque el estudiantado de hoy no enlista los libros en su escala de valores. Lo podrá ser cualquier otra cosa, pero un libro, rara vez es parte de la vida diaria de quien pasa por las aulas universitarias .

Y es innegable que las bibliotecas universitarias reciben múltiples visitas diarias pero más allá de ser un lugar excelente para el estudio o para los trabajos en grupo, la infinidad de recursos que albergan está claramente subestimado.

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Hace unas semanas me encontré prestando un libro de la biblioteca de mi Universidad, que no había visto la luz exterior al edificio desde mil novecientos noventa y seis. Claro que con las nuevas tecnologías y las tendencias de digitalizar casi todo, habrá quien, pasando por la misma casa de estudios, haya leído ya el mismo libro sin necesidad del viejo y gastado volumen.

Pero el punto no es ese. Es que, en efecto, lo que las bibliotecas albergan va más allá de libros que nos piden para completar las materias que cursamos. Claro que, en el trajín del día a día, es difícil darle tiempo a todo lo que quisiésemos. Aún así, es el hábito lo que hace a la virtud.

Partiendo de ahí, es preocupante si tomamos en cuenta que de ávidos lectores surgen grandes escritores. No está escrito en piedra, ni querer escribir es requisito para leer, pero la cultura de la literatura me parece básica para un país que progresa, porque sí que progresa un país cuando sus individuos lo hacen.

No queda más que creer que los libros no han muerto, que hay quienes gozan su tiempo libre en una biblioteca y, ¿por qué no? Que el próximo gran autor guatemalteca está aún pasando su tiempo entre las tareas y las historias.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo

Recursos mal empleados

Redacción
17 de diciembre, 2016

Lo he repetido infinidad de veces ya: de los recursos con los que contamos los estudiantes universitarios, el peor empleado de todos ellos, es la biblioteca.

Aún con sus características variando según la casa de estudios, definitivamente todas tienen algo en común: acumulan infinidad de mundos, infinidad de saberes. Y es triste saber que lo que más acumulan es polvo en sus volúmenes, porque el estudiantado de hoy no enlista los libros en su escala de valores. Lo podrá ser cualquier otra cosa, pero un libro, rara vez es parte de la vida diaria de quien pasa por las aulas universitarias .

Y es innegable que las bibliotecas universitarias reciben múltiples visitas diarias pero más allá de ser un lugar excelente para el estudio o para los trabajos en grupo, la infinidad de recursos que albergan está claramente subestimado.

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Hace unas semanas me encontré prestando un libro de la biblioteca de mi Universidad, que no había visto la luz exterior al edificio desde mil novecientos noventa y seis. Claro que con las nuevas tecnologías y las tendencias de digitalizar casi todo, habrá quien, pasando por la misma casa de estudios, haya leído ya el mismo libro sin necesidad del viejo y gastado volumen.

Pero el punto no es ese. Es que, en efecto, lo que las bibliotecas albergan va más allá de libros que nos piden para completar las materias que cursamos. Claro que, en el trajín del día a día, es difícil darle tiempo a todo lo que quisiésemos. Aún así, es el hábito lo que hace a la virtud.

Partiendo de ahí, es preocupante si tomamos en cuenta que de ávidos lectores surgen grandes escritores. No está escrito en piedra, ni querer escribir es requisito para leer, pero la cultura de la literatura me parece básica para un país que progresa, porque sí que progresa un país cuando sus individuos lo hacen.

No queda más que creer que los libros no han muerto, que hay quienes gozan su tiempo libre en una biblioteca y, ¿por qué no? Que el próximo gran autor guatemalteca está aún pasando su tiempo entre las tareas y las historias.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo