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Las nuevas fronteras ideológicas

Redacción
20 de diciembre, 2016

Tuve la fortuna de hacerme de un libro no convencional. Su autor es Arnaud Imatz, intelectual francés de origen vasco, que ha escrito interesantes libros de historia alternativa de España y Francia. En esta ocasión lanzó un libro muy retador llamado “Derecha e Izquierda, para salir del equívoco”* con el que pretende replantear la forma en que se estructuran las fuerzas políticas hoy tanto en Europa como en otras latitudes, saliendo de la tradicional división de derechas e izquierdas que ha gobernado el pensamiento político de los últimos doscientos años.

Para lanzar la primera artillería Imatz nos deja un pensamiento: hoy las fronteras entre la izquierda y la derecha se han borrado de manera tal que ya no es posible realmente distinguir dos escuelas de pensamiento diferente sino dos variantes de una misma corriente política. Su frase “la derechización económica de las izquierdas y la izquierdización cultural de las derechas” lo dice todo. En este libro se nos recuerda que lo que fueron dos tradiciones muy diferentes, una nutrida de un pensamiento colectivista y estatista, y la otra de carácter más conservador, orientado una filosofía más personalista y volcada a valores tradicionales, no existe más. Pone como ejemplo el hecho que los partidos de la izquierda son jugadores que sienten hoy muy cómodos con las reglas del mercado y cómo los partidos de la derecha han aceptado los principales hitos de la agenda cultural de los “progresistas”. En ese marco, unos y otros se disputan una porción muy estrecha del espectro político, siendo al final como dos caras de una misma moneda que únicamente se concentran en los matices.

Un segundo punto que el autor sostiene es que las corrientes ideológicas convencionales han terminado por asumir una agenda global caracterizada por la uniformidad de ideas, que él identifica como especie de “one size fits all”. De acuerdo a la tesis del francés, este paquete omnicomprensivo de temas y posiciones funciona como una especie de diapasón a la que tienen que alinearse gobiernos, sociedad y políticos y dado el inmenso apoyo que recibe por parte de los organismos multilaterales -verdaderos popes de este proyecto- nadie se atreve a ofrecer la más mínima resistencia. Esa agenda tiene un fuerte componente de multiculturalismo, relativismo político y filosófico, una tolerancia social amorfa y valores extraídos de una democracia liberal que se han impuesto sobre otro cualquier modelo.

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Lo interesante del análisis no es la constatación de esta convergencia, sino la aparición de una contracorriente política que él la llama “el no conformismo”. Ante el intento de homogeneizar a todo el mundo en ese corsé político impuesto por las burocracias globales, las sociedades han comenzado a resistirse, regresando a la defensa de lo local, de los propios valores y tradiciones, a la especificidad en las formas de gobernarse, al poder de la comunidad frente a las imposiciones de carácter nacional o regional y finalmente a rechazar los “valores universales” por los signos propios de identidad. Esta regresión habría dado origen a los movimientos del brexit, en cierta forma a movilizar votantes heterodoxos alrededor de Trump, daría aliento a las derechas endogámicas de Europa y en no lejos medida concedería sentido a las reivindicaciones de los pueblos originarios en el continente americano.

Dada su experiencia inmediata con el caso francés, Imatz señala el ejemplo de lo que sucede en la Francia profunda: una conciencia local que está emergiendo con gran fuerza para defender lo que ellos conciben como la civilización propia que ellos han construido desde más de 600 años, con sus signos y valores propios, frente a una marea islámica que hoy pide tolerancia para sí pero que no la ofrece para el país huésped. Sería pues este “no conformismo” una especie de receta para encajar desde la identidad de cada pueblo europeo las inmensas olas migratorias y los cambios que ellas conllevan.

En el inagotable imaginario político del ser humano parece ser que estamos caminando hacia una nueva conflagración histórica entre dos movimientos: uno universalista, global, de receta única promovida desde las grandes democracias liberales así como por la burocracia internacional, y otra, de carácter local y comunitario, que defiende lo propio aunque esto no se parezca en nada a aquello e incluso le rete en algunas de sus concepciones más elementales. Habrá que ver si ese modelo no se repite también en nuestro país, donde algunas de sus señales empiezan a presentarse. Dejo esto para un posterior debate.

***

*“Droite-gauche, pour sortir de léquivoque”. Arnaud Imatz. 2016. Pierre-Guillaume de Roux Editions

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo

Las nuevas fronteras ideológicas

Redacción
20 de diciembre, 2016

Tuve la fortuna de hacerme de un libro no convencional. Su autor es Arnaud Imatz, intelectual francés de origen vasco, que ha escrito interesantes libros de historia alternativa de España y Francia. En esta ocasión lanzó un libro muy retador llamado “Derecha e Izquierda, para salir del equívoco”* con el que pretende replantear la forma en que se estructuran las fuerzas políticas hoy tanto en Europa como en otras latitudes, saliendo de la tradicional división de derechas e izquierdas que ha gobernado el pensamiento político de los últimos doscientos años.

Para lanzar la primera artillería Imatz nos deja un pensamiento: hoy las fronteras entre la izquierda y la derecha se han borrado de manera tal que ya no es posible realmente distinguir dos escuelas de pensamiento diferente sino dos variantes de una misma corriente política. Su frase “la derechización económica de las izquierdas y la izquierdización cultural de las derechas” lo dice todo. En este libro se nos recuerda que lo que fueron dos tradiciones muy diferentes, una nutrida de un pensamiento colectivista y estatista, y la otra de carácter más conservador, orientado una filosofía más personalista y volcada a valores tradicionales, no existe más. Pone como ejemplo el hecho que los partidos de la izquierda son jugadores que sienten hoy muy cómodos con las reglas del mercado y cómo los partidos de la derecha han aceptado los principales hitos de la agenda cultural de los “progresistas”. En ese marco, unos y otros se disputan una porción muy estrecha del espectro político, siendo al final como dos caras de una misma moneda que únicamente se concentran en los matices.

Un segundo punto que el autor sostiene es que las corrientes ideológicas convencionales han terminado por asumir una agenda global caracterizada por la uniformidad de ideas, que él identifica como especie de “one size fits all”. De acuerdo a la tesis del francés, este paquete omnicomprensivo de temas y posiciones funciona como una especie de diapasón a la que tienen que alinearse gobiernos, sociedad y políticos y dado el inmenso apoyo que recibe por parte de los organismos multilaterales -verdaderos popes de este proyecto- nadie se atreve a ofrecer la más mínima resistencia. Esa agenda tiene un fuerte componente de multiculturalismo, relativismo político y filosófico, una tolerancia social amorfa y valores extraídos de una democracia liberal que se han impuesto sobre otro cualquier modelo.

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Lo interesante del análisis no es la constatación de esta convergencia, sino la aparición de una contracorriente política que él la llama “el no conformismo”. Ante el intento de homogeneizar a todo el mundo en ese corsé político impuesto por las burocracias globales, las sociedades han comenzado a resistirse, regresando a la defensa de lo local, de los propios valores y tradiciones, a la especificidad en las formas de gobernarse, al poder de la comunidad frente a las imposiciones de carácter nacional o regional y finalmente a rechazar los “valores universales” por los signos propios de identidad. Esta regresión habría dado origen a los movimientos del brexit, en cierta forma a movilizar votantes heterodoxos alrededor de Trump, daría aliento a las derechas endogámicas de Europa y en no lejos medida concedería sentido a las reivindicaciones de los pueblos originarios en el continente americano.

Dada su experiencia inmediata con el caso francés, Imatz señala el ejemplo de lo que sucede en la Francia profunda: una conciencia local que está emergiendo con gran fuerza para defender lo que ellos conciben como la civilización propia que ellos han construido desde más de 600 años, con sus signos y valores propios, frente a una marea islámica que hoy pide tolerancia para sí pero que no la ofrece para el país huésped. Sería pues este “no conformismo” una especie de receta para encajar desde la identidad de cada pueblo europeo las inmensas olas migratorias y los cambios que ellas conllevan.

En el inagotable imaginario político del ser humano parece ser que estamos caminando hacia una nueva conflagración histórica entre dos movimientos: uno universalista, global, de receta única promovida desde las grandes democracias liberales así como por la burocracia internacional, y otra, de carácter local y comunitario, que defiende lo propio aunque esto no se parezca en nada a aquello e incluso le rete en algunas de sus concepciones más elementales. Habrá que ver si ese modelo no se repite también en nuestro país, donde algunas de sus señales empiezan a presentarse. Dejo esto para un posterior debate.

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*“Droite-gauche, pour sortir de léquivoque”. Arnaud Imatz. 2016. Pierre-Guillaume de Roux Editions

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo