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El pasado que nos espera

Redacción
05 de enero, 2017

El título de esta columna lo obtuve de un reciente artículo de Carlos Alberto Montaner, “Cuba y el falso fin de la historia”.  En él menciona: “… el poeta Raúl Rivero sintetiza irónicamente ese comportamiento: el cubano es la única criatura sobre el planeta que no sabe qué pasado le espera”.

Me pareció muy conveniente para hablar del pasado que se repite una y otra vez en Guatemala.  Empieza por el salario mínimo por decreto.  La comisión tripartita insiste en reunirse un sinnúmero de veces durante el año, para discutir exactamente lo mismo.  Lo ha venido haciendo por 20 años.  Cambian los actores pero el guión sigue siendo el mismo: el sector sindical pide incrementos salariales de hasta 60%, pues desconocen lo que es producir, sudar cada venta, reducir los costos. El sector empresarial, que es quien sí sabe todo esto, se niega a incrementar salarios por decreto, pues se incrementarán costos que tendrán que ser trasladados al consumidor final.  El resultado: el presidente de turno deciporcentaje.  Consecuentemente, hay incremento de precios, o sea, inflación.  Ese “dinero adicional” servirá un mes; al siguiente, se podrá comprar lo mismo que antes (reducción del poder adquisitivo).

Otro pasado que nos espera: la siempre problemática ejecución presupuestaria, carente de prioridades, que generará quejas por falta de medicinas en hospitales, mantenimiento de carreteras, útiles escolares, escuelas decentes y dignas que motiven el aprendizaje, justicia ineficiente, inseguridad, y un largo etcétera.  Si no hay priorización de gastos, nunca alcanzará el presupuesto.  Si tampoco hay cambio de sistemas de gestión, nunca habrá abastecimiento de nada, eficiencia en el gasto, y otro largo etcétera.

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Y sigue repitiéndose el pasado.  Ahora es el turno de las manifestaciones.  Volveremos a tener mesas de diálogo que no avanzarán nunca porque son demandas ilegítimas por parte de los dirigentes (no líderes). El gobierno, por ser políticamente correcto, no procesará judicialmente a los dirigentes por violar la ley (de locomoción y libre comercialización), aceitando así la guillotina que le cortará la cabeza (dicho de María Fernanda Cabal), pues al no hacerlo, volverán las protestas una y mil veces más, poniendo en jaque al gobierno central.

Otro pasado que veremos reiteradamente: ¡el despilfarro! Pedro Trujillo lo dijo claramente en su columna del pasado 2 de enero: “·…El político gasta nuestro dinero como le da la regalada gana y no hay canasta básica que resista un embate de folclor nacional, la tradición o la piadosa beneficencia”. Oenegés recibiendo millones, gastos oportunistas para congraciarse con algún sector, y la Contraloría ausente.  Medio se asomará, cuando escuche pasos de animal grande, como sucedió en algunos momentos durante el 2016. 

Por supuesto, el pasado que siempre se repite: transas en el Congreso.  Leyes con nombre y apellido, favoreciendo a algunos y no al país, como vimos con las reformas a la ley electoral y a la de compras y contrataciones. Lo veremos con la ley de Competencia, TCQ (se apruebe o no) y otras.  La pérdida de visión país es monstruosa.  Los egos, la política sucia y destructiva, los negocios personales, entre otras cosas, son los grandes distractores de esa visión que todos pedimos a gritos en agosto de 2015.

El pasado que tenemos la esperanza que no se repita, es el que viene con instrucciones en inglés.  De allí podremos esperar algún avance en justicia efectiva, sin shows mediáticos, escasos en fundamentos y vacíos en condenas. Antonio Arenales escribió, en su columna del pasado 14 de diciembre: “nada es más destructivo del Estado de Derecho que el que las autoridades encargadas de la seguridad y la justicia actúen fuera de la Ley”. 

Al final del día, los guatemaltecos vivimos el pasado una y otra vez, pues no hay cambios profundos, arrancando de raíz los verdaderos problemas y reconstruyendo nuestro país, azotado por la corrupción, la desfachatez, el descaro, los favores políticos, el narcotráfico, la conflictividad social, el libertinaje y el desorden.  Y la guinda en el pastel: la total y absoluta falta de liderazgo y dirección del presidente. 

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo

 

 

 

El pasado que nos espera

Redacción
05 de enero, 2017

El título de esta columna lo obtuve de un reciente artículo de Carlos Alberto Montaner, “Cuba y el falso fin de la historia”.  En él menciona: “… el poeta Raúl Rivero sintetiza irónicamente ese comportamiento: el cubano es la única criatura sobre el planeta que no sabe qué pasado le espera”.

Me pareció muy conveniente para hablar del pasado que se repite una y otra vez en Guatemala.  Empieza por el salario mínimo por decreto.  La comisión tripartita insiste en reunirse un sinnúmero de veces durante el año, para discutir exactamente lo mismo.  Lo ha venido haciendo por 20 años.  Cambian los actores pero el guión sigue siendo el mismo: el sector sindical pide incrementos salariales de hasta 60%, pues desconocen lo que es producir, sudar cada venta, reducir los costos. El sector empresarial, que es quien sí sabe todo esto, se niega a incrementar salarios por decreto, pues se incrementarán costos que tendrán que ser trasladados al consumidor final.  El resultado: el presidente de turno deciporcentaje.  Consecuentemente, hay incremento de precios, o sea, inflación.  Ese “dinero adicional” servirá un mes; al siguiente, se podrá comprar lo mismo que antes (reducción del poder adquisitivo).

Otro pasado que nos espera: la siempre problemática ejecución presupuestaria, carente de prioridades, que generará quejas por falta de medicinas en hospitales, mantenimiento de carreteras, útiles escolares, escuelas decentes y dignas que motiven el aprendizaje, justicia ineficiente, inseguridad, y un largo etcétera.  Si no hay priorización de gastos, nunca alcanzará el presupuesto.  Si tampoco hay cambio de sistemas de gestión, nunca habrá abastecimiento de nada, eficiencia en el gasto, y otro largo etcétera.

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Y sigue repitiéndose el pasado.  Ahora es el turno de las manifestaciones.  Volveremos a tener mesas de diálogo que no avanzarán nunca porque son demandas ilegítimas por parte de los dirigentes (no líderes). El gobierno, por ser políticamente correcto, no procesará judicialmente a los dirigentes por violar la ley (de locomoción y libre comercialización), aceitando así la guillotina que le cortará la cabeza (dicho de María Fernanda Cabal), pues al no hacerlo, volverán las protestas una y mil veces más, poniendo en jaque al gobierno central.

Otro pasado que veremos reiteradamente: ¡el despilfarro! Pedro Trujillo lo dijo claramente en su columna del pasado 2 de enero: “·…El político gasta nuestro dinero como le da la regalada gana y no hay canasta básica que resista un embate de folclor nacional, la tradición o la piadosa beneficencia”. Oenegés recibiendo millones, gastos oportunistas para congraciarse con algún sector, y la Contraloría ausente.  Medio se asomará, cuando escuche pasos de animal grande, como sucedió en algunos momentos durante el 2016. 

Por supuesto, el pasado que siempre se repite: transas en el Congreso.  Leyes con nombre y apellido, favoreciendo a algunos y no al país, como vimos con las reformas a la ley electoral y a la de compras y contrataciones. Lo veremos con la ley de Competencia, TCQ (se apruebe o no) y otras.  La pérdida de visión país es monstruosa.  Los egos, la política sucia y destructiva, los negocios personales, entre otras cosas, son los grandes distractores de esa visión que todos pedimos a gritos en agosto de 2015.

El pasado que tenemos la esperanza que no se repita, es el que viene con instrucciones en inglés.  De allí podremos esperar algún avance en justicia efectiva, sin shows mediáticos, escasos en fundamentos y vacíos en condenas. Antonio Arenales escribió, en su columna del pasado 14 de diciembre: “nada es más destructivo del Estado de Derecho que el que las autoridades encargadas de la seguridad y la justicia actúen fuera de la Ley”. 

Al final del día, los guatemaltecos vivimos el pasado una y otra vez, pues no hay cambios profundos, arrancando de raíz los verdaderos problemas y reconstruyendo nuestro país, azotado por la corrupción, la desfachatez, el descaro, los favores políticos, el narcotráfico, la conflictividad social, el libertinaje y el desorden.  Y la guinda en el pastel: la total y absoluta falta de liderazgo y dirección del presidente. 

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo