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Bullying epistemológico

Redacción
10 de enero, 2017

Meryl Streep durante los Golden Globes. Un discurso aplaudido y, en muchos sentidos, valiente (¿Quién quiere hablar de política cuando se puede hablar de vestidos?). Creo que podemos estar todos de acuerdo en que la violencia incita más violencia y en que los poderosos no deben aprovecharse de su poder para abusar de otros. Sin embargo, más que su emotivo rechazo al abuso social, me llamó la atención su llamado a proteger la prensa y más aún su sorprendente mención de la verdad. “Necesitamos, la prensa principal, hacerlos responsables, por cada atrocidad que hagan… Porque vamos a necesitar que sigan adelante, y ellos van a necesitar que nosotros salvaguardamos la verdad”.

La verdad. Mala palabra donde las haya para el ambiente intelectual al que estamos acostumbrados. Constructo social, sí. Pluralismo, también. Tu-tienes-tu-visión-y-yo-la-mía, ¡por supuesto! Pero, ¿verdad? Ni de chiste. En ese sentido no puedo más que aplaudir a Streep, si la prensa vale para algo y si en momentos como este nos queda algo a lo que aferrarnos desesperadamente, es a la verdad. Si perdemos esto, lo habremos perdido todo. Si no hay una verdad, qué más da lo que diga Trump o lo que diga Streep o lo que diga la rana René, si nada es verdad ni mentira, si todo depende del color del cristal con que se mira, entonces tampoco nada es bueno ni malo y no hay defensa posible contra los abusos de nadie.

Ahora bien, dicho esto queda la siguiente cuestión: ¿qué tan exigentes son algunos cuando hablan de verdades y de mentiras al aplicarlo a cosas que no les sean convenientes? Claramente, está de moda ser anti-trump. Aventurarse a insultarle, con sutileza y elegancia, todo hay que decirlo, no requiere de especial valentía sabiendo que se hace en un auditorio lleno de personas que se dejarán las palmas una vez termine de hablar. Invocar la verdad, cuando esta no ofende a nadie, no requiere de ningún coraje especial. Sin embargo, cuando los asuntos se vuelven espinosos, cuando la verdad no está del lado de lo cómodo y aceptado, ni siquiera se molestan en buscarla. Cuando el aborto es la “última liberación femenina”, poco más da si el feto es persona, si su ADN lo dice, si su corazón late o si hemos asegurado defender la vida de todas las personas. Ahí la verdad empieza a valer madre y se da paso a los argumentos sentimentales que tantos buenos guiones han dado a Hollywood: “No era el momento correcto en su vida”, “Habría sido cruel traerle al mundo así” y un largo etcétera. No solo en este caso, muchos otros aspectos de nuestro ambiente moral y político se resuelven así: con argumentos sentimentales y vacíos, que poco tienen que ver con esa “verdad” que tan valientemente citó.

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No quisiera que este artículo se perdiera en la controversia sobre si aborto sí o aborto no, sino más en un llamado a la coherencia y a la consciencia de que no solo se trata de ganar elecciones, sino de construir una mejor sociedad. Todo lo que hacemos, más aún lo que hace la “casta” hollywodense, repercute en la ecología moral y política de una sociedad, es por esto que no podemos ser respetuosos con la verdad solo cuando se trata de insultar a Trump (que por cierto, pertenece a ese mismo sector que ahora lo vilipendia, pero con el que hace poco compartía las páginas de US Weekly) , sino que tendría que ser el criterio ante el cual sometemos todo lo que pensamos, decimos y hacemos. Espero también que Streep, que considera que ella y sus colegas son inmaculados luchando contra los “bullies”, recuerde sus palabras cuando alguien no esté de acuerdo con su agenda.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo

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10 de enero, 2017

Meryl Streep durante los Golden Globes. Un discurso aplaudido y, en muchos sentidos, valiente (¿Quién quiere hablar de política cuando se puede hablar de vestidos?). Creo que podemos estar todos de acuerdo en que la violencia incita más violencia y en que los poderosos no deben aprovecharse de su poder para abusar de otros. Sin embargo, más que su emotivo rechazo al abuso social, me llamó la atención su llamado a proteger la prensa y más aún su sorprendente mención de la verdad. “Necesitamos, la prensa principal, hacerlos responsables, por cada atrocidad que hagan… Porque vamos a necesitar que sigan adelante, y ellos van a necesitar que nosotros salvaguardamos la verdad”.

La verdad. Mala palabra donde las haya para el ambiente intelectual al que estamos acostumbrados. Constructo social, sí. Pluralismo, también. Tu-tienes-tu-visión-y-yo-la-mía, ¡por supuesto! Pero, ¿verdad? Ni de chiste. En ese sentido no puedo más que aplaudir a Streep, si la prensa vale para algo y si en momentos como este nos queda algo a lo que aferrarnos desesperadamente, es a la verdad. Si perdemos esto, lo habremos perdido todo. Si no hay una verdad, qué más da lo que diga Trump o lo que diga Streep o lo que diga la rana René, si nada es verdad ni mentira, si todo depende del color del cristal con que se mira, entonces tampoco nada es bueno ni malo y no hay defensa posible contra los abusos de nadie.

Ahora bien, dicho esto queda la siguiente cuestión: ¿qué tan exigentes son algunos cuando hablan de verdades y de mentiras al aplicarlo a cosas que no les sean convenientes? Claramente, está de moda ser anti-trump. Aventurarse a insultarle, con sutileza y elegancia, todo hay que decirlo, no requiere de especial valentía sabiendo que se hace en un auditorio lleno de personas que se dejarán las palmas una vez termine de hablar. Invocar la verdad, cuando esta no ofende a nadie, no requiere de ningún coraje especial. Sin embargo, cuando los asuntos se vuelven espinosos, cuando la verdad no está del lado de lo cómodo y aceptado, ni siquiera se molestan en buscarla. Cuando el aborto es la “última liberación femenina”, poco más da si el feto es persona, si su ADN lo dice, si su corazón late o si hemos asegurado defender la vida de todas las personas. Ahí la verdad empieza a valer madre y se da paso a los argumentos sentimentales que tantos buenos guiones han dado a Hollywood: “No era el momento correcto en su vida”, “Habría sido cruel traerle al mundo así” y un largo etcétera. No solo en este caso, muchos otros aspectos de nuestro ambiente moral y político se resuelven así: con argumentos sentimentales y vacíos, que poco tienen que ver con esa “verdad” que tan valientemente citó.

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No quisiera que este artículo se perdiera en la controversia sobre si aborto sí o aborto no, sino más en un llamado a la coherencia y a la consciencia de que no solo se trata de ganar elecciones, sino de construir una mejor sociedad. Todo lo que hacemos, más aún lo que hace la “casta” hollywodense, repercute en la ecología moral y política de una sociedad, es por esto que no podemos ser respetuosos con la verdad solo cuando se trata de insultar a Trump (que por cierto, pertenece a ese mismo sector que ahora lo vilipendia, pero con el que hace poco compartía las páginas de US Weekly) , sino que tendría que ser el criterio ante el cual sometemos todo lo que pensamos, decimos y hacemos. Espero también que Streep, que considera que ella y sus colegas son inmaculados luchando contra los “bullies”, recuerde sus palabras cuando alguien no esté de acuerdo con su agenda.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo