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Los sindicatos y el síndrome de la esclavitud

Redacción
27 de enero, 2017

Esta semana de nuevo las calles de Guatemala se vieron afectadas desde tempranas horas por los bloqueos de los sindicalistas que, con total desacato, se presentaron puntualísimos (ahí sí) para exigir que su gran amo y señor, el Estado de Guatemala, cumpliera sus peticiones.
Y es que ¿a quién más acudir?, si para los sindicatos (todos ellos, no sólo los protagonistas de esta semana) no hay forma más sencilla de lucrar que hacer guarida tras la normativa laboral y evitar así el cansino proceso que se llama producir mediante el empleo.
Y cuando alguien frena sus pretensiones sucias, ellos frenan la productividad de todo el país bloqueando las vías más importantes en una muestra impresionante de lo que yo llamaría síndrome de la esclavitud. Una protesta así no es más que la evidencia del parasitismo del que sufren y hacen sufrir estos grupos. Porque la verdadera libertad (política), esa que como el nobel de economía Milton Friedman explicaba, es la falta de coacción, no se refleja en lloriquear al estado que nos favorezca. Sobre todo, porque asumir que los intereses de estos colectivos son de beneficio social es ignorar que, en este caso particular, es exigir que los impuestos de aquellos a quienes sus bloqueos no dejan llegar a trabajar, paguen la corrupción de la que ellos se benefician.
Se vea por donde se vea, el más perjudicado es aquel que busca cumplir libre y honradamente con su trabajo.
No se gana libertad buscando un beneficio a costa de los demás.
Si los parásitos sindicalistas buscaran un beneficio honrado, si todos los individuos buscásemos libertad, no tendríamos más que saber que la solución mágica no reside en darle poder al gobierno para que nos coaccione, sino que empieza por reducir las funciones que desempeña y dejar que la competitividad de un mercado con tanto potencial como el nuestro se haga cargo.
Mercados más libres se resumen en productos y servicios más competitivos, es decir, de mejor calidad y menor precio. Esto a su vez crea más producción y más empleo.
¿No es eso una solución más factible que exigir al gobierno que recontrate a 30 mil trabajadores cuyos salarios deberá costear con impuestos del pueblo para que estos asalariados se dediquen a bloquear carreteras y repetir el ciclo vicioso antieconómico?
Y por si fuera poco, nos encontramos luego con sindicalistas que figuran en las nóminas de más de una instancia del Estado, beneficiándose a más no poder a costa del trabajo de otros y sin dar nada a cambio en lo absoluto.
El invento de derechos sociales como el “derecho” a la sindicalización es otra forma más del colectivismo que los progres y pseudocomunistas cada vez tienen menos razones para defender.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo

Los sindicatos y el síndrome de la esclavitud

Redacción
27 de enero, 2017

Esta semana de nuevo las calles de Guatemala se vieron afectadas desde tempranas horas por los bloqueos de los sindicalistas que, con total desacato, se presentaron puntualísimos (ahí sí) para exigir que su gran amo y señor, el Estado de Guatemala, cumpliera sus peticiones.
Y es que ¿a quién más acudir?, si para los sindicatos (todos ellos, no sólo los protagonistas de esta semana) no hay forma más sencilla de lucrar que hacer guarida tras la normativa laboral y evitar así el cansino proceso que se llama producir mediante el empleo.
Y cuando alguien frena sus pretensiones sucias, ellos frenan la productividad de todo el país bloqueando las vías más importantes en una muestra impresionante de lo que yo llamaría síndrome de la esclavitud. Una protesta así no es más que la evidencia del parasitismo del que sufren y hacen sufrir estos grupos. Porque la verdadera libertad (política), esa que como el nobel de economía Milton Friedman explicaba, es la falta de coacción, no se refleja en lloriquear al estado que nos favorezca. Sobre todo, porque asumir que los intereses de estos colectivos son de beneficio social es ignorar que, en este caso particular, es exigir que los impuestos de aquellos a quienes sus bloqueos no dejan llegar a trabajar, paguen la corrupción de la que ellos se benefician.
Se vea por donde se vea, el más perjudicado es aquel que busca cumplir libre y honradamente con su trabajo.
No se gana libertad buscando un beneficio a costa de los demás.
Si los parásitos sindicalistas buscaran un beneficio honrado, si todos los individuos buscásemos libertad, no tendríamos más que saber que la solución mágica no reside en darle poder al gobierno para que nos coaccione, sino que empieza por reducir las funciones que desempeña y dejar que la competitividad de un mercado con tanto potencial como el nuestro se haga cargo.
Mercados más libres se resumen en productos y servicios más competitivos, es decir, de mejor calidad y menor precio. Esto a su vez crea más producción y más empleo.
¿No es eso una solución más factible que exigir al gobierno que recontrate a 30 mil trabajadores cuyos salarios deberá costear con impuestos del pueblo para que estos asalariados se dediquen a bloquear carreteras y repetir el ciclo vicioso antieconómico?
Y por si fuera poco, nos encontramos luego con sindicalistas que figuran en las nóminas de más de una instancia del Estado, beneficiándose a más no poder a costa del trabajo de otros y sin dar nada a cambio en lo absoluto.
El invento de derechos sociales como el “derecho” a la sindicalización es otra forma más del colectivismo que los progres y pseudocomunistas cada vez tienen menos razones para defender.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo