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Hacia un “nuevo dialogo político”

Redacción República
14 de febrero, 2017

El debate que ha generado las reformas a la constitución política de la República ha revelado claramente el estado de la cuestión en materia de la discusión política en Guatemala. Varias muestras de ello: Un diálogo nacional convocado en su momento, que no terminó generando una propuesta de consenso sino más bien una excusa para impulsar a rajatabla una iniciativa preconcebida;  Partidos Políticos que con la excepción de algunos pocos, no tienen idea de las consecuencias políticas para el Estado que conlleva esta reforma; grupos sociales que a sotto voce mencionan preocupaciones que no se atreven a externarlas públicamente; Medios de comunicación, que en una curiosa sinfonía política, ajustan cobertura y orientación editorial a una especie de voz de orden. Teníamos mucho tiempo de no tener un panorama así.

De esta experiencia debemos extraer lecciones importantes. Inicialmente la de romper el silencio. No se compone el país a base de tertulias de café. Es necesario que elevemos distintas voces, de todos los ángulos y perspectivas posibles, para enriquecer el debate nacional. También es preciso que la discusión de los temas nacionales no pase únicamente por el filtro del Congreso de la República. Confinarlo allí, dada su naturaleza de espacio político tan expuesto, es provocar que siempre estemos propensos a trivializar los argumentos de unos y otros. En esto los cuerpos intermedios como la academia, gremios profesionales y empresariales y los propios medios de comunicación tienen una tarea fundamental. Y agregaría un tercer aspecto. El de la organización política. Ya hay desde la izquierda nacional un intento o dos, de organizar un proyecto con algún nivel de coherencia programática. Falta por ver si desde los espacios liberal/conservadores se plantea un proyecto similar que puedan crear institucionalidad y programa ideológico claro.

Crear un “nuevo diálogo político” conlleva ciertos riesgos que hay que enfrentar y desafíos que superar. Por ejemplo, tener el valor de llegar a acuerdos. El libro del Dr. Francisco Villagrán Kramer “Biografía política de Guatemala” nos recuerda como una generación pasada de líderes de distinto cuño ideológico, logró avanzar en temas de país a base de pactos políticos. Esto requiere una buena dosis de convicción para creen en lo que se firma, liderazgo para conducir a los seguidores y no solo dejarse llevar por ellos, y entereza para soportar la crítica asociada a cualquier acto político.  El “nuevo diálogo político” requiere también la expresión pública de lo que una aspira a lograr -el ideario político llamémosle- y el compromiso de que los hechos y palabras se ajustarán a este ideario. Es decir, no se puede concebir un ideario sin que se traduzca, por ejemplo, en batallas concretas dentro de una agenda legislativa. Finalmente está el desafío de una cultura de discusión y debate en un marco pacífico y tolerante. Recurrir al expediente de la descalificación y en el peor de los casos al de la violencia, solo puede ser síntoma de una cultura política decadente. Nuestro liderazgo debe asumir el choque de ideas como un ejercicio de convencer y aprender, no como un esfuerzo en el que se va la vida.

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¿Vamos hacia un “nuevo diálogo político” en el país? Yo diría que hay luces y sombras. Hay un sentimiento de que nada será igual. Hay interés más difundido por opinar –algo a lo que las redes hay contribuido, no siempre con buen resultado- y un lento surgir de plataformas políticas novedosas. Pero el prejuicio, el miedo y la intolerancia siguen siendo grilletes atados a los tobillos de la cultura política. Es en este ámbito en el que vamos a medir si habrá o no posibilidad de un diálogo político que nos permita estabilidad y prosperidad en el largo plazo.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

 

 

Hacia un “nuevo dialogo político”

Redacción República
14 de febrero, 2017

El debate que ha generado las reformas a la constitución política de la República ha revelado claramente el estado de la cuestión en materia de la discusión política en Guatemala. Varias muestras de ello: Un diálogo nacional convocado en su momento, que no terminó generando una propuesta de consenso sino más bien una excusa para impulsar a rajatabla una iniciativa preconcebida;  Partidos Políticos que con la excepción de algunos pocos, no tienen idea de las consecuencias políticas para el Estado que conlleva esta reforma; grupos sociales que a sotto voce mencionan preocupaciones que no se atreven a externarlas públicamente; Medios de comunicación, que en una curiosa sinfonía política, ajustan cobertura y orientación editorial a una especie de voz de orden. Teníamos mucho tiempo de no tener un panorama así.

De esta experiencia debemos extraer lecciones importantes. Inicialmente la de romper el silencio. No se compone el país a base de tertulias de café. Es necesario que elevemos distintas voces, de todos los ángulos y perspectivas posibles, para enriquecer el debate nacional. También es preciso que la discusión de los temas nacionales no pase únicamente por el filtro del Congreso de la República. Confinarlo allí, dada su naturaleza de espacio político tan expuesto, es provocar que siempre estemos propensos a trivializar los argumentos de unos y otros. En esto los cuerpos intermedios como la academia, gremios profesionales y empresariales y los propios medios de comunicación tienen una tarea fundamental. Y agregaría un tercer aspecto. El de la organización política. Ya hay desde la izquierda nacional un intento o dos, de organizar un proyecto con algún nivel de coherencia programática. Falta por ver si desde los espacios liberal/conservadores se plantea un proyecto similar que puedan crear institucionalidad y programa ideológico claro.

Crear un “nuevo diálogo político” conlleva ciertos riesgos que hay que enfrentar y desafíos que superar. Por ejemplo, tener el valor de llegar a acuerdos. El libro del Dr. Francisco Villagrán Kramer “Biografía política de Guatemala” nos recuerda como una generación pasada de líderes de distinto cuño ideológico, logró avanzar en temas de país a base de pactos políticos. Esto requiere una buena dosis de convicción para creen en lo que se firma, liderazgo para conducir a los seguidores y no solo dejarse llevar por ellos, y entereza para soportar la crítica asociada a cualquier acto político.  El “nuevo diálogo político” requiere también la expresión pública de lo que una aspira a lograr -el ideario político llamémosle- y el compromiso de que los hechos y palabras se ajustarán a este ideario. Es decir, no se puede concebir un ideario sin que se traduzca, por ejemplo, en batallas concretas dentro de una agenda legislativa. Finalmente está el desafío de una cultura de discusión y debate en un marco pacífico y tolerante. Recurrir al expediente de la descalificación y en el peor de los casos al de la violencia, solo puede ser síntoma de una cultura política decadente. Nuestro liderazgo debe asumir el choque de ideas como un ejercicio de convencer y aprender, no como un esfuerzo en el que se va la vida.

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¿Vamos hacia un “nuevo diálogo político” en el país? Yo diría que hay luces y sombras. Hay un sentimiento de que nada será igual. Hay interés más difundido por opinar –algo a lo que las redes hay contribuido, no siempre con buen resultado- y un lento surgir de plataformas políticas novedosas. Pero el prejuicio, el miedo y la intolerancia siguen siendo grilletes atados a los tobillos de la cultura política. Es en este ámbito en el que vamos a medir si habrá o no posibilidad de un diálogo político que nos permita estabilidad y prosperidad en el largo plazo.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo