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Redacción República
04 de marzo, 2017

Como si nada hemos llegado al tercer mes del año. No deja de sorprenderme la velocidad que lleva el tiempo y como sin percatarnos nos rebasa de una manera u otra. Pensar en marzo es varias cosas, pero ahora nos vamos a enfocar en una, que es la que todo el mundo piensa y relaciona, el 8 de marzo.

Esta semana que viene conmemoramos otro día de la mujer. Y más allá del color morado, de los pechos, las flores, las marchas de exigir nuestros derechos; debemos de entender un poco de nuestras obligaciones, de nuestro sentido común.

De un tiempo para acá hablar de feminismo me pone muy incómoda. Por muchas razones creo que, como la mayoría de cosas hoy en día, se ha desvirtuado la lucha central, la esencia de la ideología. Pero cuando me enteré del término S O R O R I D A D, no se me olvidó nunca más. Para empezar porque es una palabra bastante peculiar y para terminar porque pensar en sororidad es casi soñar, es pensar en un mundo mejor donde mujeres nos ayudamos de la mejor manera o simplemente nos dejamos ser unas a otra sin andarnos tirando piedras, y otras cosas.

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Hemos escuchado por no sé cuánto tiempo la cantaleta esa de “el peor enemigo de una mujer es otra mujer.” Y lo peor de escucharla es saber que es cierto. Que no importa que tan capacitada este una compañera, si la ascienden, segurito fue por otras cosas. O que fulanita es bien inteligente, pero eso de vestirse bien si nunca se le dio. O los comentarios que se escuchan cuando en el caso fatal de un abuso muchas mujeres en lugar de apoyar a su igual deciden echarle la culpa del abuso y así defender a quién realmente tiene la culpa.

La sororidad tiene como meta que mujeres nos dejemos de ver como competencia y nos aplaudamos entre nosotras los logros. Que se nos alegre el corazón ver triunfar a una porque en sí el triunfo es de todas. Un sentimiento fraterno de cariño y respeto. Por el hecho de ser mujeres, porque nos entendemos en todo, desde lo complicado que puede resultar ser mujer hasta la bendición que nos damos cuenta conforme avanza la vida que es serlo. Que nos ayudemos a subir todas, que pensemos como un grupo y no como individuales y sacar de una vez por todas esa absurda idea que somos el peor enemigo de nosotras mismas. Y que conste que esto no quiere decir que nos creamos el género superior y autosuficiente, solo que suele ser reconfortante encontrar el apoyo en nuestros iguales. Es como sentir el apoyo de la familia, de un lazo indestructible.

Al principio me costaba mucho decir esta palabra y luego me di cuenta que es más fácil decirla que practicarla, pero es cuestión de seguridad llevarla a cabo. Seamos nosotras mismas nuestro primer sostén.  

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Redacción República
04 de marzo, 2017

Como si nada hemos llegado al tercer mes del año. No deja de sorprenderme la velocidad que lleva el tiempo y como sin percatarnos nos rebasa de una manera u otra. Pensar en marzo es varias cosas, pero ahora nos vamos a enfocar en una, que es la que todo el mundo piensa y relaciona, el 8 de marzo.

Esta semana que viene conmemoramos otro día de la mujer. Y más allá del color morado, de los pechos, las flores, las marchas de exigir nuestros derechos; debemos de entender un poco de nuestras obligaciones, de nuestro sentido común.

De un tiempo para acá hablar de feminismo me pone muy incómoda. Por muchas razones creo que, como la mayoría de cosas hoy en día, se ha desvirtuado la lucha central, la esencia de la ideología. Pero cuando me enteré del término S O R O R I D A D, no se me olvidó nunca más. Para empezar porque es una palabra bastante peculiar y para terminar porque pensar en sororidad es casi soñar, es pensar en un mundo mejor donde mujeres nos ayudamos de la mejor manera o simplemente nos dejamos ser unas a otra sin andarnos tirando piedras, y otras cosas.

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Hemos escuchado por no sé cuánto tiempo la cantaleta esa de “el peor enemigo de una mujer es otra mujer.” Y lo peor de escucharla es saber que es cierto. Que no importa que tan capacitada este una compañera, si la ascienden, segurito fue por otras cosas. O que fulanita es bien inteligente, pero eso de vestirse bien si nunca se le dio. O los comentarios que se escuchan cuando en el caso fatal de un abuso muchas mujeres en lugar de apoyar a su igual deciden echarle la culpa del abuso y así defender a quién realmente tiene la culpa.

La sororidad tiene como meta que mujeres nos dejemos de ver como competencia y nos aplaudamos entre nosotras los logros. Que se nos alegre el corazón ver triunfar a una porque en sí el triunfo es de todas. Un sentimiento fraterno de cariño y respeto. Por el hecho de ser mujeres, porque nos entendemos en todo, desde lo complicado que puede resultar ser mujer hasta la bendición que nos damos cuenta conforme avanza la vida que es serlo. Que nos ayudemos a subir todas, que pensemos como un grupo y no como individuales y sacar de una vez por todas esa absurda idea que somos el peor enemigo de nosotras mismas. Y que conste que esto no quiere decir que nos creamos el género superior y autosuficiente, solo que suele ser reconfortante encontrar el apoyo en nuestros iguales. Es como sentir el apoyo de la familia, de un lazo indestructible.

Al principio me costaba mucho decir esta palabra y luego me di cuenta que es más fácil decirla que practicarla, pero es cuestión de seguridad llevarla a cabo. Seamos nosotras mismas nuestro primer sostén.  

República es ajena a la opinión expresada en este artículo