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La renuncia no es la solución, pero podría serlo

Redacción República
13 de marzo, 2017

Si Morales no cambia el rumbo, podría perder completamente el apoyo ciudadano

Luego de la captura de sus familiares, el presidente Jimmy Morales se pronunció en Twitter. Habló sobre el imperio de la ley y no defendió ni a su hijo ni a su hermano. Ese mismo día se presentó a un acto con el cuerpo diplomático, consciente de que los medios de comunicación buscarían, con morbo, capturar el momento en el que saludaría a Iván Velásquez, en ese momento su verdugo. Fueron horas difíciles para el presidente, y quizás las únicas desde el 14 de enero de 2016, en las que la población vio un hombre de Estado ocupando el palacio.

No fue lo mismo la semana pasada. Luego de la tragedia que representó la muerte de casi cuarenta niñas, el presidente Jimmy Morales no respondió como estadista. Si bien admitió que el Estado tenía responsabilidad en lo ocurrido, no reconoció una culpa como tal del Ejecutivo, sino que señaló a otros actores como el Ministerio Público, el Organismo Judicial, la Procuraduría General de la Nación y la Procuraduría de Derechos Humanos.

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¿Por qué dos reacciones tan distintas por parte del presidente? ¿Por qué el caso de sus familiares, que le afectó directamente, no desestabilizó su gobierno; mientras que el incendio en Hogar Seguro sí ha generado un alto rechazo a su gestión?

En mi opinión las reacciones de las últimas semanas del presidente han sido producidas por el temor, fundado o infundado, de que existe una estrategia diseñada para defenestrarlo. Ese miedo ha hecho que Morales interprete la indignación ciudadana como parte de un objetivo político, y no de un legítimo reclamo de justicia para las víctimas. El apego al poder, ha hecho que Morales, un outsider, actúe como lo haría cualquier político que antepone la permanencia en el puesto al dolor e indignación de los ciudadanos.

Esta lucha por el poder se ve traducida en la sociedad. Algunos han usado este caso para exigir la renuncia del Presidente. Otros han emprendido una defensa férrea de Morales, no tanto por su persona, sino por la preocupación que genera un eventual rompimiento constitucional. Esa defensa del Presidente ha sido percibida como insensible y ciega, pues no cabe duda que la muerte de las niñas ha conmocionado al país y al mundo. En este sentido, debemos reflexionar: ¿Hasta qué punto se puede defender la estabilidad de la Presidencia? ¿Existe un límite?

Ciertamente, para Guatemala, un constante cambio de gobernantes sería devastador. El país se proyectaría como inestable y podría abrirse un ciclo interminable de relevo de gobernantes, que incluso podría resultar en un retorno al autoritarismo. Además, las consecuencias de la inestabilidad política para la economía serían importantes, pues la inversión se vería aún más reducida debido a la incertidumbre. Una desaceleración económica afectaría a los más pobres, y podría incrementar más aún la violencia y conflictividad social.

Por otro lado, en este momento es difícil encontrar un argumento para defender al presidente Morales. Desde mi perspectiva, el Ejecutivo pudo hacer más para evitar la tragedia, y de no haber podido, su respuesta debió ser más efectiva. La manera en cómo se ha abordado el tema ha abonado a la indignación y sin necesidad de estrategias ni conspiraciones, el mismo Presidente ha sido su peor enemigo en estos momentos.

A pesar de haber cometido varios errores, Jimmy Morales aún puede revertir la situación si adopta una actitud más abierta hacia la ciudadanía y da señales de estadista, tal y como lo hizo cuando sus familiares fueron encarcelados. El Presidente debe dejar de creer que todos los guatemaltecos estamos conspirando en su contra. Habemos personas que no deseamos los efectos de la inestabilidad política, ni tampoco soñamos con verle fuera de la Presidencia. Sin embargo, sus acciones de los últimos días, nos hace imposible apoyar su manejo de la situación, pues sería defender lo indefendible.

Creo firmemente que una renuncia del Presidente no es la solución. No obstante, si Morales no cambia el rumbo, sí podría perder completamente el apoyo ciudadano, y la renuncia sería una demanda cada vez más fuerte. En ese escenario, las suertes estarán echadas y Guatemala de nuevo se encontrará en un momento de incertidumbre con respecto a su futuro, lo cual tendrá consecuencias negativas en el corto y largo plazo.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

La renuncia no es la solución, pero podría serlo

Redacción República
13 de marzo, 2017

Si Morales no cambia el rumbo, podría perder completamente el apoyo ciudadano

Luego de la captura de sus familiares, el presidente Jimmy Morales se pronunció en Twitter. Habló sobre el imperio de la ley y no defendió ni a su hijo ni a su hermano. Ese mismo día se presentó a un acto con el cuerpo diplomático, consciente de que los medios de comunicación buscarían, con morbo, capturar el momento en el que saludaría a Iván Velásquez, en ese momento su verdugo. Fueron horas difíciles para el presidente, y quizás las únicas desde el 14 de enero de 2016, en las que la población vio un hombre de Estado ocupando el palacio.

No fue lo mismo la semana pasada. Luego de la tragedia que representó la muerte de casi cuarenta niñas, el presidente Jimmy Morales no respondió como estadista. Si bien admitió que el Estado tenía responsabilidad en lo ocurrido, no reconoció una culpa como tal del Ejecutivo, sino que señaló a otros actores como el Ministerio Público, el Organismo Judicial, la Procuraduría General de la Nación y la Procuraduría de Derechos Humanos.

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¿Por qué dos reacciones tan distintas por parte del presidente? ¿Por qué el caso de sus familiares, que le afectó directamente, no desestabilizó su gobierno; mientras que el incendio en Hogar Seguro sí ha generado un alto rechazo a su gestión?

En mi opinión las reacciones de las últimas semanas del presidente han sido producidas por el temor, fundado o infundado, de que existe una estrategia diseñada para defenestrarlo. Ese miedo ha hecho que Morales interprete la indignación ciudadana como parte de un objetivo político, y no de un legítimo reclamo de justicia para las víctimas. El apego al poder, ha hecho que Morales, un outsider, actúe como lo haría cualquier político que antepone la permanencia en el puesto al dolor e indignación de los ciudadanos.

Esta lucha por el poder se ve traducida en la sociedad. Algunos han usado este caso para exigir la renuncia del Presidente. Otros han emprendido una defensa férrea de Morales, no tanto por su persona, sino por la preocupación que genera un eventual rompimiento constitucional. Esa defensa del Presidente ha sido percibida como insensible y ciega, pues no cabe duda que la muerte de las niñas ha conmocionado al país y al mundo. En este sentido, debemos reflexionar: ¿Hasta qué punto se puede defender la estabilidad de la Presidencia? ¿Existe un límite?

Ciertamente, para Guatemala, un constante cambio de gobernantes sería devastador. El país se proyectaría como inestable y podría abrirse un ciclo interminable de relevo de gobernantes, que incluso podría resultar en un retorno al autoritarismo. Además, las consecuencias de la inestabilidad política para la economía serían importantes, pues la inversión se vería aún más reducida debido a la incertidumbre. Una desaceleración económica afectaría a los más pobres, y podría incrementar más aún la violencia y conflictividad social.

Por otro lado, en este momento es difícil encontrar un argumento para defender al presidente Morales. Desde mi perspectiva, el Ejecutivo pudo hacer más para evitar la tragedia, y de no haber podido, su respuesta debió ser más efectiva. La manera en cómo se ha abordado el tema ha abonado a la indignación y sin necesidad de estrategias ni conspiraciones, el mismo Presidente ha sido su peor enemigo en estos momentos.

A pesar de haber cometido varios errores, Jimmy Morales aún puede revertir la situación si adopta una actitud más abierta hacia la ciudadanía y da señales de estadista, tal y como lo hizo cuando sus familiares fueron encarcelados. El Presidente debe dejar de creer que todos los guatemaltecos estamos conspirando en su contra. Habemos personas que no deseamos los efectos de la inestabilidad política, ni tampoco soñamos con verle fuera de la Presidencia. Sin embargo, sus acciones de los últimos días, nos hace imposible apoyar su manejo de la situación, pues sería defender lo indefendible.

Creo firmemente que una renuncia del Presidente no es la solución. No obstante, si Morales no cambia el rumbo, sí podría perder completamente el apoyo ciudadano, y la renuncia sería una demanda cada vez más fuerte. En ese escenario, las suertes estarán echadas y Guatemala de nuevo se encontrará en un momento de incertidumbre con respecto a su futuro, lo cual tendrá consecuencias negativas en el corto y largo plazo.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo