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Las ganas de obstaculizar el trabajo

Redacción República
01 de abril, 2017

Capítulo 46 de Rayuela. Soy muy mala para recordar el contexto de las frases que marco en mis libros y esta vez no es la excepción. Lo que sí sé, es que en la página de mi copia del maravilloso libro de Julio Cortázar está subrayada ésta frase: Bah, vos ni vivís ni dejás vivir.

Creo que cuando leí este libro, probablemente me dio por subrayar la frase porque estaba peleada con alguien que me hacía sentir asfixiada por el simple hecho de no poder “ser” en paz. Pero esta semana, dando un repaso por las huellas de los resaltadores en mis libros, me fijé de nuevo en las letras de Julio Cortázar e instantáneamente me fui al escenario de la muy sonada interpelación que nos tuvo a la expectativa toda la semana.

No en un sentido literal, más bien en un sentido figurativo, me parece que esta es la condena que se le está aplicando a la ministra Hernández Mack. Si pudiéramos hacer un juego de palabras, probablemente habría que sustituir el acto de vivir por el de trabajar, pero haciendo equivalencias la frase sale así: nuestros congresistas no trabajan, ni dejan trabajar.

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No nos alcanzaría el espacio de ésta publicación para enumerar todos los errores, desaciertos y fracasos que éste congreso ha tenido. No han habido resultados reales, es vergonzoso que muchos de nuestros “padres de la patria” estén siendo perseguidos por la justicia y para cerrar con broche de oro: ahora ni siquiera quieren dejar que otros funcionarios públicos se luzcan haciendo su trabajo.

Creo que en varias de sus facetas, el Congreso está claudicando. Todavía no me explico cuál es el factor que daña todo. ¿Será el nepotismo? ¿la falta de preparación? ¿el desinterés por el bienestar nacional? ¿la falta de compromiso? ¿O el simple hecho de que cualquiera que se encuentra a sí mismo en el sistema se corrompe? No sé si todos los que laboran en ese lugar son ineficientes, pero me cuesta creer lo contrario. Yo sabía que el nivel del profesionalismo de nuestra cámara de diputados estaba mal, pero ésta semana me di cuenta de que está por los suelos.

Una cosa es ser ineficiente y que uno sepa que su trabajo lo hace por compromiso, a cambio de favores, enriquecimiento y avaricia acumulada. Pero otra muy distinta es llegar a creer que como yo no funciono, mi círculo de trabajo no funciona y mi sistema no funciona, debo obstaculizar cualquier intento de otro para funcionar. Es como luchar incansablemente por apagar la única llamarada de fuego que se ha logrado encender en el bosque más frío. Es ilógico, de verdad. Estamos viéndonos en la tarea de enseñarles a una supuesta bien formada Comisión de Salud, lecciones de sentido común.

Como bien dijeron muchos guatemaltecos ésta semana, la interpelación fue un chiste. Fue ganas de quitarle tiempo a un equipo que suficiente trabajo tiene ya con mantener un sistema de salud funcionando. Y no sé porqué, me surgió la duda: ¿será que hay más personas como ellos, como la ministra y su equipo de trabajo, que está buscando hacer una diferencia y que entre el sistema y la ciudadanía los estamos deteniendo?

Me parece justo que si queremos crecer como sociedad y queremos que crezcan nuestros niveles y oportunidades de vida, también tenemos que crecer en tolerancia y apoyo a todos aquellos que se han tomado la tarea de trabajar por el mejoramiento del país. Ya sea que se trate de la ministra de salud, un medio alternativo que quiere fomentar el pensamiento crítico, un grupo de universitarios comprometidos con una causa y así, mil ejemplos más.

Quitémonos las ganas de obstaculizar y odiar el trabajo ajeno sin fundamento. Comencemos a ejercer una ciudadanía sincera, informémonos para poder crear y expresar pensamiento crítico con tanta fuerza como se hizo esta semana en favor de la ministra.  Entonces podremos ver cómo poco a poco los ineficientes funcionarios públicos se ven en la tarea de detener sus ridículas  y atacadoras labores y por fin comienzan: a trabajar y dejar trabajar.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Las ganas de obstaculizar el trabajo

Redacción República
01 de abril, 2017

Capítulo 46 de Rayuela. Soy muy mala para recordar el contexto de las frases que marco en mis libros y esta vez no es la excepción. Lo que sí sé, es que en la página de mi copia del maravilloso libro de Julio Cortázar está subrayada ésta frase: Bah, vos ni vivís ni dejás vivir.

Creo que cuando leí este libro, probablemente me dio por subrayar la frase porque estaba peleada con alguien que me hacía sentir asfixiada por el simple hecho de no poder “ser” en paz. Pero esta semana, dando un repaso por las huellas de los resaltadores en mis libros, me fijé de nuevo en las letras de Julio Cortázar e instantáneamente me fui al escenario de la muy sonada interpelación que nos tuvo a la expectativa toda la semana.

No en un sentido literal, más bien en un sentido figurativo, me parece que esta es la condena que se le está aplicando a la ministra Hernández Mack. Si pudiéramos hacer un juego de palabras, probablemente habría que sustituir el acto de vivir por el de trabajar, pero haciendo equivalencias la frase sale así: nuestros congresistas no trabajan, ni dejan trabajar.

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No nos alcanzaría el espacio de ésta publicación para enumerar todos los errores, desaciertos y fracasos que éste congreso ha tenido. No han habido resultados reales, es vergonzoso que muchos de nuestros “padres de la patria” estén siendo perseguidos por la justicia y para cerrar con broche de oro: ahora ni siquiera quieren dejar que otros funcionarios públicos se luzcan haciendo su trabajo.

Creo que en varias de sus facetas, el Congreso está claudicando. Todavía no me explico cuál es el factor que daña todo. ¿Será el nepotismo? ¿la falta de preparación? ¿el desinterés por el bienestar nacional? ¿la falta de compromiso? ¿O el simple hecho de que cualquiera que se encuentra a sí mismo en el sistema se corrompe? No sé si todos los que laboran en ese lugar son ineficientes, pero me cuesta creer lo contrario. Yo sabía que el nivel del profesionalismo de nuestra cámara de diputados estaba mal, pero ésta semana me di cuenta de que está por los suelos.

Una cosa es ser ineficiente y que uno sepa que su trabajo lo hace por compromiso, a cambio de favores, enriquecimiento y avaricia acumulada. Pero otra muy distinta es llegar a creer que como yo no funciono, mi círculo de trabajo no funciona y mi sistema no funciona, debo obstaculizar cualquier intento de otro para funcionar. Es como luchar incansablemente por apagar la única llamarada de fuego que se ha logrado encender en el bosque más frío. Es ilógico, de verdad. Estamos viéndonos en la tarea de enseñarles a una supuesta bien formada Comisión de Salud, lecciones de sentido común.

Como bien dijeron muchos guatemaltecos ésta semana, la interpelación fue un chiste. Fue ganas de quitarle tiempo a un equipo que suficiente trabajo tiene ya con mantener un sistema de salud funcionando. Y no sé porqué, me surgió la duda: ¿será que hay más personas como ellos, como la ministra y su equipo de trabajo, que está buscando hacer una diferencia y que entre el sistema y la ciudadanía los estamos deteniendo?

Me parece justo que si queremos crecer como sociedad y queremos que crezcan nuestros niveles y oportunidades de vida, también tenemos que crecer en tolerancia y apoyo a todos aquellos que se han tomado la tarea de trabajar por el mejoramiento del país. Ya sea que se trate de la ministra de salud, un medio alternativo que quiere fomentar el pensamiento crítico, un grupo de universitarios comprometidos con una causa y así, mil ejemplos más.

Quitémonos las ganas de obstaculizar y odiar el trabajo ajeno sin fundamento. Comencemos a ejercer una ciudadanía sincera, informémonos para poder crear y expresar pensamiento crítico con tanta fuerza como se hizo esta semana en favor de la ministra.  Entonces podremos ver cómo poco a poco los ineficientes funcionarios públicos se ven en la tarea de detener sus ridículas  y atacadoras labores y por fin comienzan: a trabajar y dejar trabajar.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo