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Murphy el Chapín

Luis Felipe Garrán
06 de abril, 2017

Volvíamos de Antigua. Era lunes y el reloj pasaba ligeramente de la 1 de la tarde. La ola de calor que azota Centroamérica se dejaba sentir (a menos que tuvieras el aire acondicionado encendido) y el asfalto se sentía más liso que de costumbre luego de haber transitado por las piedras antigüeñas. El tráfico se comportaba según lo acostumbrado para un guatemalteco, pero si fuese un extranjero visitando el país por primera vez, habría creído que estaba en alguna antigua colonia británica. Aunque no llevaran el timón a la derecha, los carros no paraban de utilizar el carril izquierdo como vía lenta.

La costumbre hace a la norma, y en Guatemala ha sido costumbre durante muchos años la de comprar la licencia. Con un par de copias del rostro de Francisco Marroquín en color café te puedes evitar leer las fotocopias de la Ley de Tránsito. El sistema funciona igualmente para el pago de multas. El entendimiento de cómo funciona el tráfico, al igual que el agua (lamentablemente) está limitado a unos pocos; la gran diferencia es que en el caso de los autos es por decisión propia.

Pasa un autobús sobrecargado; va por la izquierda. Pasa un camión lleno de hierros; va por la izquierda. Pasa un carro de tiempos de Árbenz, con una nube de humo que ni en las entradas de las universidades se ve; va por la izquierda. El tipo de 60 años, amante de los autos, que se compró un Corvette, ese sí va por la derecha, pero porque contrario a la lógica mundial (eso que llaman sentido común pero que aquí se ha importado en cantidades ínfimas) es por ese carril por el que se puede correr. Si le multan por hacerlo, el procedimiento ya se conoce…

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Viendo que la cosa iba para largo, decidimos cambiarnos de carril. Nuestro intermitente derecho comenzó a parpadear, no como el del todoterreno del año que casi nos pega con el bumper trasero por cambiarse sin avisar. Nos incorporamos a la diestra y… ¡sorpresa! El carril se atascó y el izquierdo comenzó a fluir como si de un sitio civilizado se tratase. Como dudo que hayan tomado un curso exprés de manejo, solo me queda pensar que estamos en el país de la Ley de Murphy. La costumbre.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

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06 de abril, 2017

Volvíamos de Antigua. Era lunes y el reloj pasaba ligeramente de la 1 de la tarde. La ola de calor que azota Centroamérica se dejaba sentir (a menos que tuvieras el aire acondicionado encendido) y el asfalto se sentía más liso que de costumbre luego de haber transitado por las piedras antigüeñas. El tráfico se comportaba según lo acostumbrado para un guatemalteco, pero si fuese un extranjero visitando el país por primera vez, habría creído que estaba en alguna antigua colonia británica. Aunque no llevaran el timón a la derecha, los carros no paraban de utilizar el carril izquierdo como vía lenta.

La costumbre hace a la norma, y en Guatemala ha sido costumbre durante muchos años la de comprar la licencia. Con un par de copias del rostro de Francisco Marroquín en color café te puedes evitar leer las fotocopias de la Ley de Tránsito. El sistema funciona igualmente para el pago de multas. El entendimiento de cómo funciona el tráfico, al igual que el agua (lamentablemente) está limitado a unos pocos; la gran diferencia es que en el caso de los autos es por decisión propia.

Pasa un autobús sobrecargado; va por la izquierda. Pasa un camión lleno de hierros; va por la izquierda. Pasa un carro de tiempos de Árbenz, con una nube de humo que ni en las entradas de las universidades se ve; va por la izquierda. El tipo de 60 años, amante de los autos, que se compró un Corvette, ese sí va por la derecha, pero porque contrario a la lógica mundial (eso que llaman sentido común pero que aquí se ha importado en cantidades ínfimas) es por ese carril por el que se puede correr. Si le multan por hacerlo, el procedimiento ya se conoce…

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Viendo que la cosa iba para largo, decidimos cambiarnos de carril. Nuestro intermitente derecho comenzó a parpadear, no como el del todoterreno del año que casi nos pega con el bumper trasero por cambiarse sin avisar. Nos incorporamos a la diestra y… ¡sorpresa! El carril se atascó y el izquierdo comenzó a fluir como si de un sitio civilizado se tratase. Como dudo que hayan tomado un curso exprés de manejo, solo me queda pensar que estamos en el país de la Ley de Murphy. La costumbre.

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