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Reflexiones sobre el libre albedrío

Warren Orbaugh
12 de abril, 2017

El libre albedrío o libertad de elección o libertad de la voluntad es la capacidad del ser humano de elegir por sí mismo frente a opciones limitadas conocidas –sin ser precedentemente determinado de manera unívoca por nada fuera de su control– a actuar o no actuar. Dicho de otra manera, es poder llevar a cabo elecciones que son primeras causas –no necesarias por factores antecedentes– sobre cómo actuar. En su nivel más básico es el motor de la consciencia: es decidir enfocar o no enfocar su atención en algún asunto de la realidad y determinar qué grado de enfoque según considere relevante. Es enfocar su mente –la forma de consciencia del humano– o de suspenderla; pensar o no pensar. Como humano tiene la facultad de regular o ajustar la acción de su propia consciencia. Puede ejercer su facultad racional o no. De hecho aunque analicemos por separado al libre albedrío, éste es un aspecto de la consciencia que en la realidad no puede separarse de está.

La acción humana es conducta intencional, deliberada. Al actuar, el ser humano desea sustituir un estado que considera menos satisfactorio por otro que considera mejor. El malestar es siempre el incentivo para actuar. Quien está plenamente satisfecho no tiene motivo para variar de estado. Ahora, ¿cuál es la acción que conduce a la mayor satisfacción? Si tengo hambre, ¿es mejor cocinar en casa u ordenar una pizza? Ambos medios pueden servir para satisfacer mi hambre, pero hay otras consideraciones que pueden ser relevantes, como el tiempo del que dispongo, por ejemplo. ¿Cuál será la razón para elegir una o para otra opción? Para actuar de un modo o de otro, para elegir un medio u otro, uno necesita de una razón. Una razón es una consideración que cuenta a favor de algo. Pero para establecer una razón hay que evaluar un estado presente e imaginar condiciones más convenientes, comparar las opciones de medios para alcanzar ese posible estado futuro mejor, y para esto el humano debe poder identificar lo considerado. Para ello tiene que pensar. Y pensar también es acción humana: pretende sustituir un estado de cognición menos satisfactorio por otro mejor. La primera fase de su razonamiento consistirá en la identificación de los hechos de la realidad –razonamiento teórico– y la segunda fase será la de que acción tomar –razonamiento práctico– basado en los datos obtenidos por la primera fase. Uno delibera, elige que hacer basado en las razones relevantes y lo hace.

La razón es la capacidad para conceptualizar o integrar mentalmente la evidencia proveída por los sentidos identificando de esta manera la realidad, evaluarla y así poder decidir cómo actuar. Conceptualizar es la acción de clasificar en un archivo mental –concepto– referentes o singulares observados, elegidos como entidades o atributos de entidades, por su menor diferencia entre sí, omitiendo sus diferencias de grado particulares que existen en alguna cantidad, contrastados y distinguidos de otras entidades o atributos de entidades con mayor diferencia con ellos en el aspecto elegido como referente. Al etiquetarlo con un nombre, este archivo mental o concepto se vuelve una unidad mental que subsume todo concreto de su tipo.

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Estos conceptos que son abstracción de concretos son conceptos de primer nivel. Luego se conceptualiza haciendo abstracciones de abstracciones formando conceptos de nivel superior. Un concepto de nivel superior subsume todo concepto de nivel primario de su tipo, que a la vez subsume todo concreto de su tipo.

Cada archivo mental o concepto es abierto en dos sentidos: en intensión –lo que sabe y sabrá de los referentes; y en extensión –los referentes que existieron, existen y existirán.

Relaciona estos conceptos en una estructura cognitiva contextual y en una jerarquía epistemológicamente cognitiva. Identifica cada concepto dentro de esta estructura por medio de una definición que indica su relación con otros conceptos al establecer a que archivo pertenece –género, y  que lo diferencia de los otros referentes del mismo archivo –diferencia. Así, por ejemplo, el concepto «mujer» lo identifico al señalar que es el «humano femenino», siendo «humano» su género y «femenino» su diferencia. Es decir que pertenece al grupo de los humanos y que se diferencia de otros humanos en que es femenino –capaz de ser fecundada.

Los atributos de la entidad identificada indican lo que la entidad puede hacer: la causalidad es la identidad en acción. La identificación y conceptualización de relaciones causales que llamamos «principios» son los que permiten al humano elegir medios para alcanzar los imaginados estados futuros. Por ejemplo, el principio de «momento de resistencia» –la  capacidad de una viga para resistir flexión– permite elegir el material, perfil y peralte de una viga para construir un puente para automóviles que deba cubrir una luz de veinte metros.

Todo cuanto existe tiene una relación con el humano que no es neutra: siempre es buena o mala. Buena o mala para determinado fin y para determinada persona. Por ejemplo, el cianuro de potasio es bueno para extraer oro de los minerales, para el dorado químico en joyería, para exterminar insectos (por su toxicidad), para suicidarse por ser muy eficiente (medio predilecto de los prisioneros nazis, como Göring y Himmler); pero a la vez es malo para aquel que no quiere morir y lo bebe como los niños en el suicidio masivo de Jonestown. La identificación y objetiva evaluación de uso de la entidad en cuestión permite al humano elegirla o no para alcanzar determinado fin.

El ejercicio del libre albedrío como capacidad de un ser específico, es decir, limitado, es así mismo limitado. Depende fundamentalmente de la capacidad de su consciencia. La deliberación necesaria para la elección puede estar limitada y entorpecida por alteraciones en la consciencia producto de drogas o alcohol o trastornos patológicos, por lo que cabe en esas circunstancias hablar de aminoración de la libertad de voluntad e imputabilidad, aunque  no de la total supresión de las mismas.

Su capacidad de elegir se ve así mismo limitada a aquellas opciones que el individuo conoce. Si su nivel conceptual es superior, sus opciones serán más; si su nivel conceptual es inferior, sus opciones serán menos. Su mayor capacidad de identificar relaciones causales ha llevado a algunos humanos a la creación de sofisticados aparatos tecnológicos que aumentan exponencialmente la variedad de sus opciones para elegir medios para alcanzar sus fines. La tecnología aumenta entonces la capacidad de nuestro libre albedrío. Nunca más cierto el aforismo de Sir Francis Bacon “ipsa scientia potestas est” (el conocimiento es poder).

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Reflexiones sobre el libre albedrío

Warren Orbaugh
12 de abril, 2017

El libre albedrío o libertad de elección o libertad de la voluntad es la capacidad del ser humano de elegir por sí mismo frente a opciones limitadas conocidas –sin ser precedentemente determinado de manera unívoca por nada fuera de su control– a actuar o no actuar. Dicho de otra manera, es poder llevar a cabo elecciones que son primeras causas –no necesarias por factores antecedentes– sobre cómo actuar. En su nivel más básico es el motor de la consciencia: es decidir enfocar o no enfocar su atención en algún asunto de la realidad y determinar qué grado de enfoque según considere relevante. Es enfocar su mente –la forma de consciencia del humano– o de suspenderla; pensar o no pensar. Como humano tiene la facultad de regular o ajustar la acción de su propia consciencia. Puede ejercer su facultad racional o no. De hecho aunque analicemos por separado al libre albedrío, éste es un aspecto de la consciencia que en la realidad no puede separarse de está.

La acción humana es conducta intencional, deliberada. Al actuar, el ser humano desea sustituir un estado que considera menos satisfactorio por otro que considera mejor. El malestar es siempre el incentivo para actuar. Quien está plenamente satisfecho no tiene motivo para variar de estado. Ahora, ¿cuál es la acción que conduce a la mayor satisfacción? Si tengo hambre, ¿es mejor cocinar en casa u ordenar una pizza? Ambos medios pueden servir para satisfacer mi hambre, pero hay otras consideraciones que pueden ser relevantes, como el tiempo del que dispongo, por ejemplo. ¿Cuál será la razón para elegir una o para otra opción? Para actuar de un modo o de otro, para elegir un medio u otro, uno necesita de una razón. Una razón es una consideración que cuenta a favor de algo. Pero para establecer una razón hay que evaluar un estado presente e imaginar condiciones más convenientes, comparar las opciones de medios para alcanzar ese posible estado futuro mejor, y para esto el humano debe poder identificar lo considerado. Para ello tiene que pensar. Y pensar también es acción humana: pretende sustituir un estado de cognición menos satisfactorio por otro mejor. La primera fase de su razonamiento consistirá en la identificación de los hechos de la realidad –razonamiento teórico– y la segunda fase será la de que acción tomar –razonamiento práctico– basado en los datos obtenidos por la primera fase. Uno delibera, elige que hacer basado en las razones relevantes y lo hace.

La razón es la capacidad para conceptualizar o integrar mentalmente la evidencia proveída por los sentidos identificando de esta manera la realidad, evaluarla y así poder decidir cómo actuar. Conceptualizar es la acción de clasificar en un archivo mental –concepto– referentes o singulares observados, elegidos como entidades o atributos de entidades, por su menor diferencia entre sí, omitiendo sus diferencias de grado particulares que existen en alguna cantidad, contrastados y distinguidos de otras entidades o atributos de entidades con mayor diferencia con ellos en el aspecto elegido como referente. Al etiquetarlo con un nombre, este archivo mental o concepto se vuelve una unidad mental que subsume todo concreto de su tipo.

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Estos conceptos que son abstracción de concretos son conceptos de primer nivel. Luego se conceptualiza haciendo abstracciones de abstracciones formando conceptos de nivel superior. Un concepto de nivel superior subsume todo concepto de nivel primario de su tipo, que a la vez subsume todo concreto de su tipo.

Cada archivo mental o concepto es abierto en dos sentidos: en intensión –lo que sabe y sabrá de los referentes; y en extensión –los referentes que existieron, existen y existirán.

Relaciona estos conceptos en una estructura cognitiva contextual y en una jerarquía epistemológicamente cognitiva. Identifica cada concepto dentro de esta estructura por medio de una definición que indica su relación con otros conceptos al establecer a que archivo pertenece –género, y  que lo diferencia de los otros referentes del mismo archivo –diferencia. Así, por ejemplo, el concepto «mujer» lo identifico al señalar que es el «humano femenino», siendo «humano» su género y «femenino» su diferencia. Es decir que pertenece al grupo de los humanos y que se diferencia de otros humanos en que es femenino –capaz de ser fecundada.

Los atributos de la entidad identificada indican lo que la entidad puede hacer: la causalidad es la identidad en acción. La identificación y conceptualización de relaciones causales que llamamos «principios» son los que permiten al humano elegir medios para alcanzar los imaginados estados futuros. Por ejemplo, el principio de «momento de resistencia» –la  capacidad de una viga para resistir flexión– permite elegir el material, perfil y peralte de una viga para construir un puente para automóviles que deba cubrir una luz de veinte metros.

Todo cuanto existe tiene una relación con el humano que no es neutra: siempre es buena o mala. Buena o mala para determinado fin y para determinada persona. Por ejemplo, el cianuro de potasio es bueno para extraer oro de los minerales, para el dorado químico en joyería, para exterminar insectos (por su toxicidad), para suicidarse por ser muy eficiente (medio predilecto de los prisioneros nazis, como Göring y Himmler); pero a la vez es malo para aquel que no quiere morir y lo bebe como los niños en el suicidio masivo de Jonestown. La identificación y objetiva evaluación de uso de la entidad en cuestión permite al humano elegirla o no para alcanzar determinado fin.

El ejercicio del libre albedrío como capacidad de un ser específico, es decir, limitado, es así mismo limitado. Depende fundamentalmente de la capacidad de su consciencia. La deliberación necesaria para la elección puede estar limitada y entorpecida por alteraciones en la consciencia producto de drogas o alcohol o trastornos patológicos, por lo que cabe en esas circunstancias hablar de aminoración de la libertad de voluntad e imputabilidad, aunque  no de la total supresión de las mismas.

Su capacidad de elegir se ve así mismo limitada a aquellas opciones que el individuo conoce. Si su nivel conceptual es superior, sus opciones serán más; si su nivel conceptual es inferior, sus opciones serán menos. Su mayor capacidad de identificar relaciones causales ha llevado a algunos humanos a la creación de sofisticados aparatos tecnológicos que aumentan exponencialmente la variedad de sus opciones para elegir medios para alcanzar sus fines. La tecnología aumenta entonces la capacidad de nuestro libre albedrío. Nunca más cierto el aforismo de Sir Francis Bacon “ipsa scientia potestas est” (el conocimiento es poder).

República es ajena a la opinión expresada en este artículo