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Cuando despertó…

María Dolores Arias
18 de abril, 2017

El dinosaurio de Augusto Monterroso, un microrrelato considerado uno de los más cortos en español, me hace recordar el “Caso La Línea”, el cual precisamente el domingo pasado se cumplieron dos años desde que se dio a conocer en conferencia de prensa, el resultado de las investigaciones en un presunto caso de defraudación aduanera por parte de una mafia en la que algunos integrantes pertenecían al mismo gobierno.

Hace dos años que nos hacíamos las preguntas respecto al por qué de las detenciones, al descarte inicial de investigar a, en su momento, la vicepresidente Roxana Baldetti.

Hace dos años, a raíz de este escándalo, escribí que “La corrupción es el resultado de un sistema repartidor de privilegios y dádivas, es el saqueo de la riqueza a través del uso de la ley para legitimarlo o en este caso facilitar la extorsión. Si bien es cierto para bailar tango se necesitan dos, el otro en cuestión es extorsionado y se enfrenta al dilema de cumplir una ley inmoral o acceder a la extorsión, no hay forma de ganar sino de perder menos. El que extorsiona lo hace porque puede y no pasa nada, es más ya tiene asegurada la impunidad al repartir el botín entre quienes deberían, por lo menos, denunciarlo.”

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Después de dos años, aún continúa el proceso judicial en contra de los acusados, se les han agregado otros juicios para muchos de los involucrados y aún seguimos esperando que estos procesos penales avancen.

Sin embargo, tal como el cuento de Monterrroso, hay cosas que parecen inamovibles a pesar del tiempo, de las denuncias de corrupción y de las evidencias que demuestran que se debe limitar el gobierno. Desafortunadamente a muchos les aplica que “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.”

Si hacemos un análisis de las cosas que han cambiado, a raíz del destape del “Caso La Línea” y los que se fueron sumando, no necesariamente han servido para minimizar la corrupción y el saqueo del dinero de los tributarios. Por ejemplo, debido a que las elecciones eran inminentes se presionó para reformar la Ley Electoral y de Partidos Políticos con la esperanza de mejorar la oferta política.

Lamentablemente estas reformas, poco o nada hicieron para mejorar el sistema. Por el contrario, nos obligaron a financiar, aún más, las campañas de todos los partidos por igual e ignoraron la principal demanda de elegir a los diputados nominalmente y no por listas como se continúa haciendo.

La Superintendencia de Administración Tributaria, SAT, pasó de estar infiltrada por extorsionadores aduaneros a inspectores de cuentas bancarias. En lugar de quitarles el poder discrecional y facilitar los trámites fiscales, se les dio mayor poder.

Se cambió de gobierno por uno que prometía no ser corrupto ni ladrón pero en menos de dos años ya se han conocido casos de nepotismo y contrataciones dudosas. Al fin y al cabo los incentivos siguen siendo los mismos.

Después de dos años del destape del “Caso La Línea” aún falta mucho por hacer, mucho por cambiar para ir construyendo una República que nos permita vivir en paz sin la zozobra de ser asaltado por delincuentes o expoliado por los burócratas y sus allegados.

Así que mientras no cambiemos nuestra mentalidad estatista, mientras no aclaremos nuestras ideas y comprendamos la función del gobierno seguiremos, como el relato de Monterroso, despertando con el dinosaurio de la corrupción como compañía sempiterna.

@Md30
Facebook.com/Mda30

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Cuando despertó…

María Dolores Arias
18 de abril, 2017

El dinosaurio de Augusto Monterroso, un microrrelato considerado uno de los más cortos en español, me hace recordar el “Caso La Línea”, el cual precisamente el domingo pasado se cumplieron dos años desde que se dio a conocer en conferencia de prensa, el resultado de las investigaciones en un presunto caso de defraudación aduanera por parte de una mafia en la que algunos integrantes pertenecían al mismo gobierno.

Hace dos años que nos hacíamos las preguntas respecto al por qué de las detenciones, al descarte inicial de investigar a, en su momento, la vicepresidente Roxana Baldetti.

Hace dos años, a raíz de este escándalo, escribí que “La corrupción es el resultado de un sistema repartidor de privilegios y dádivas, es el saqueo de la riqueza a través del uso de la ley para legitimarlo o en este caso facilitar la extorsión. Si bien es cierto para bailar tango se necesitan dos, el otro en cuestión es extorsionado y se enfrenta al dilema de cumplir una ley inmoral o acceder a la extorsión, no hay forma de ganar sino de perder menos. El que extorsiona lo hace porque puede y no pasa nada, es más ya tiene asegurada la impunidad al repartir el botín entre quienes deberían, por lo menos, denunciarlo.”

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Después de dos años, aún continúa el proceso judicial en contra de los acusados, se les han agregado otros juicios para muchos de los involucrados y aún seguimos esperando que estos procesos penales avancen.

Sin embargo, tal como el cuento de Monterrroso, hay cosas que parecen inamovibles a pesar del tiempo, de las denuncias de corrupción y de las evidencias que demuestran que se debe limitar el gobierno. Desafortunadamente a muchos les aplica que “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.”

Si hacemos un análisis de las cosas que han cambiado, a raíz del destape del “Caso La Línea” y los que se fueron sumando, no necesariamente han servido para minimizar la corrupción y el saqueo del dinero de los tributarios. Por ejemplo, debido a que las elecciones eran inminentes se presionó para reformar la Ley Electoral y de Partidos Políticos con la esperanza de mejorar la oferta política.

Lamentablemente estas reformas, poco o nada hicieron para mejorar el sistema. Por el contrario, nos obligaron a financiar, aún más, las campañas de todos los partidos por igual e ignoraron la principal demanda de elegir a los diputados nominalmente y no por listas como se continúa haciendo.

La Superintendencia de Administración Tributaria, SAT, pasó de estar infiltrada por extorsionadores aduaneros a inspectores de cuentas bancarias. En lugar de quitarles el poder discrecional y facilitar los trámites fiscales, se les dio mayor poder.

Se cambió de gobierno por uno que prometía no ser corrupto ni ladrón pero en menos de dos años ya se han conocido casos de nepotismo y contrataciones dudosas. Al fin y al cabo los incentivos siguen siendo los mismos.

Después de dos años del destape del “Caso La Línea” aún falta mucho por hacer, mucho por cambiar para ir construyendo una República que nos permita vivir en paz sin la zozobra de ser asaltado por delincuentes o expoliado por los burócratas y sus allegados.

Así que mientras no cambiemos nuestra mentalidad estatista, mientras no aclaremos nuestras ideas y comprendamos la función del gobierno seguiremos, como el relato de Monterroso, despertando con el dinosaurio de la corrupción como compañía sempiterna.

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República es ajena a la opinión expresada en este artículo