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El escenario partidario de mediano plazo

Redacción
21 de abril, 2017

Atestiguamos la muerte del sistema de partidos como le conocemos.

Uno de los principales efectos de la depuración judicial ha vivido el país durante los últimos años, ha sido la destrucción gradual del sistema de partidos políticos. El primer capítulo de esta trama fue la cancelación de dos de los principales partidos políticos del último quinquenio: Lider y Patriota. Ambos, señalados por anomalías en materia de financiamiento electoral.

El segundo capítulo ha sido el ataque contra el modelo de partidos franquicia, es decir, la práctica de estructurar organización sobre los hombros de caciques locales. Resulta que con los casos de corrupción legislativa y edil, los “franquiciadores” se encuentran en la mira de la justicia, por lo que el modelo tradicional de construcción partidista está en entredicho. El tercer capítulo se produjo unos días antes de la Semana Santa. El anuncio del Tribunal Supremo Electoral que iniciaba el proceso para cancelar a los partidos FCN-Nación y Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) también señalados por anomalías en financiamiento electoral.

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La sumatoria de todos estos procesos nos arroja un panorama de incertidumbre electoral de mediano plazo. En el hipotético escenario que se concrete la cancelación del partido oficial y del principal partido de oposición, esto dejaría como principales fuerzas políticas a los partidos Todos, Creo, Viva, Encuentro por Guatemala, UCN, Unionista y las agrupaciones de izquierda. Salvo el caso de Todos, la mayoría de los partidos mencionados son de base territorial, es decir que su núcleo de apoyo se concentra en áreas específicas del país: la zona metropolitana en el caso de Creo, Viva, Unionista y Encuentro; y en la zona de oriente en el caso de UCN. En otras palabras, son partidos cuyo principal reto de corto plazo es trascender de lo local a lo nacional. En el caso de Todos, su situación es interesante. Porque por un lado es un partido que cuenta con estructura territorial que le convierte en un vehículo electoral atractivo, pero carece de un potencial candidato.

Aparte de los partidos ya existentes, hay esfuerzos de personajes y grupos por construir nuevas agrupaciones. Entre ellos destaca el caso de Alejandro Giammattei, quien silenciosamente avanza en el proceso de construir organización para su partido Vamos, y que aspira a construir sobre un capital personal que en el 2015 le generó 345 mil votos con un vehículo partidario débil. Otro caso importante es el de Edwin Escobar, quien al contar con el respaldo de la Asociación Nacional de Municipalidades de la República de Guatemala (ANAM) aspira a construir rápidamente un vehículo electoral sobre la estructura de decenas de caciques locales. Sin embargo, la duda es si la receta de franquicia sigue siendo efectiva en condiciones post-2015.

El último caso relevante es el esfuerzo de Semilla de construir un proyecto político nuevo. Sin embargo, sus fundadores se enfrentan a las complejidades de una Ley Electoral restrictiva en cuanto al acceso de nuevos participantes, a los elevados costos de organización territorial y a la carrera contrarreloj para culminar el proceso de levantamiento de firmas y constitución de filiales, por lo que hay quienes creen que dicho partido no estará listo para 2019.

La sumatoria de todo lo anterior se resume en incertidumbre. Ante el fallecimiento del sistema de partidos como le conocimos, y la lentitud en que nazca el nuevo, resulta imposible empezar a proyectar el escenario político de cara al 2019.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

El escenario partidario de mediano plazo

Redacción
21 de abril, 2017

Atestiguamos la muerte del sistema de partidos como le conocemos.

Uno de los principales efectos de la depuración judicial ha vivido el país durante los últimos años, ha sido la destrucción gradual del sistema de partidos políticos. El primer capítulo de esta trama fue la cancelación de dos de los principales partidos políticos del último quinquenio: Lider y Patriota. Ambos, señalados por anomalías en materia de financiamiento electoral.

El segundo capítulo ha sido el ataque contra el modelo de partidos franquicia, es decir, la práctica de estructurar organización sobre los hombros de caciques locales. Resulta que con los casos de corrupción legislativa y edil, los “franquiciadores” se encuentran en la mira de la justicia, por lo que el modelo tradicional de construcción partidista está en entredicho. El tercer capítulo se produjo unos días antes de la Semana Santa. El anuncio del Tribunal Supremo Electoral que iniciaba el proceso para cancelar a los partidos FCN-Nación y Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) también señalados por anomalías en financiamiento electoral.

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La sumatoria de todos estos procesos nos arroja un panorama de incertidumbre electoral de mediano plazo. En el hipotético escenario que se concrete la cancelación del partido oficial y del principal partido de oposición, esto dejaría como principales fuerzas políticas a los partidos Todos, Creo, Viva, Encuentro por Guatemala, UCN, Unionista y las agrupaciones de izquierda. Salvo el caso de Todos, la mayoría de los partidos mencionados son de base territorial, es decir que su núcleo de apoyo se concentra en áreas específicas del país: la zona metropolitana en el caso de Creo, Viva, Unionista y Encuentro; y en la zona de oriente en el caso de UCN. En otras palabras, son partidos cuyo principal reto de corto plazo es trascender de lo local a lo nacional. En el caso de Todos, su situación es interesante. Porque por un lado es un partido que cuenta con estructura territorial que le convierte en un vehículo electoral atractivo, pero carece de un potencial candidato.

Aparte de los partidos ya existentes, hay esfuerzos de personajes y grupos por construir nuevas agrupaciones. Entre ellos destaca el caso de Alejandro Giammattei, quien silenciosamente avanza en el proceso de construir organización para su partido Vamos, y que aspira a construir sobre un capital personal que en el 2015 le generó 345 mil votos con un vehículo partidario débil. Otro caso importante es el de Edwin Escobar, quien al contar con el respaldo de la Asociación Nacional de Municipalidades de la República de Guatemala (ANAM) aspira a construir rápidamente un vehículo electoral sobre la estructura de decenas de caciques locales. Sin embargo, la duda es si la receta de franquicia sigue siendo efectiva en condiciones post-2015.

El último caso relevante es el esfuerzo de Semilla de construir un proyecto político nuevo. Sin embargo, sus fundadores se enfrentan a las complejidades de una Ley Electoral restrictiva en cuanto al acceso de nuevos participantes, a los elevados costos de organización territorial y a la carrera contrarreloj para culminar el proceso de levantamiento de firmas y constitución de filiales, por lo que hay quienes creen que dicho partido no estará listo para 2019.

La sumatoria de todo lo anterior se resume en incertidumbre. Ante el fallecimiento del sistema de partidos como le conocimos, y la lentitud en que nazca el nuevo, resulta imposible empezar a proyectar el escenario político de cara al 2019.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo