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Cómo todos perdemos

Redacción República
22 de abril, 2017

La semana pasada, atascada en medio de miles de viajeros desesperados por llegar a casa o al comienzo de sus vacaciones, me encontré en la alfombra de una sala de espera del aeropuerto de Costa Rica leyendo el ensayo: “How we all lose” de Roxane Gay. Así como se siente terminar de abrir bien los ojos después de una larga siesta, justo así me sentí yo cuando llegue al final de este ensayo.

Quiero explicar que la autora trata de explicar en 13 páginas desde lo menos hasta lo más complejo de la desigualdad de género. Trata de poner en la mesa lo incomprensible de una brecha de desigualdad que “aparentemente” dejó de existir hace años; pero que como ella menciona, sigue vigente hasta el día de hoy aunque de una manera simulada.

Es importante que entendamos que todos somos parte de esa simulación de igualdad. Todos hemos llegado, hasta cierto punto, a creer que la lucha encontró un final. Y para muestra un botón: la mayoría de nosotros hemos sigo testigos de comentarios en redes sociales, e incluso en nuestra mesa de almuerzo, que van acordes a esta creencia. Escuchamos cosas como: “Las mujeres ya pueden trabajar, ya pueden estudiar ¿qué mas quieren?” “Ahora hay más mujeres en las universidades, ¿no les basta?” O el clásico: “Ustedes las feminazis a todo le quieren sacar queja y pelea”.

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Lo cierto es que hubo un punto de mi vida en el que comencé a decir: “Es cierto, ya podemos tener acceso a la educación y al trabajo, ¿por qué sigo dando lucha?” Pero Roxane Gay me enseñó una lección maravillosa que quiero compartir con ustedes para que puedan (podamos) reconsiderar nuestras palabras la próxima vez que una idea como la anterior venga a nuestra mente. La lección es que, en primera instancia, que yo tenga acceso a lo que sea que tenga no garantiza ni siquiera que a 100 km a la redonda las otras mujeres que conviven conmigo también lo tengan. Y en segundo plano, debemos reconocer lo mal que está creer que como ya se tienen algunas cosas es innecesario seguir luchando por algunas más.

Dice Roxane: “La vida ha mejorado de manera mensurable para las mujeres. Pero “mejor” no es lo suficientemente bueno, y es una pena que alguien esté dispuesto a conformarse con tan poco. No puedo pensar en una evidencia más clara de cuán vivo está el patriarcado.” Y es cierto, estoy tan de acuerdo con ella al decir que el hecho de que algunas mujeres estemos empoderadas no significa que el patriarcado está muerto. Significa que algunas de nosotras, tenemos suerte.

Las feministas, y también las malas feministas como yo, celebramos victorias pero hay que hacer evidente que la celebración no nos hace detenernos. En palabras de Gay: “Nos negamos a olvidar cuánto trabajo hay todavía por hacer. Nos negamos a saborear las comodidades que tenemos a expensas de las mujeres que todavía están buscando consuelo.”

Hay aún millones de cosas por las que una mujer se preocupa en la vida, que un hombre no lo hace. Hay chistes nada divertidos que a las mujeres todavía les toca soportar. Existe una incansable comercialización con nuestra sexualidad y aunque es cierto que los hombres en determinadas instancias también sufren las mismas vejaciones, algo debe decirle a la sociedad y a la historia el hecho de que no se han escrito tantos libros ni se ha documentado tanta información de la desigualdad que sufre el genero masculino en comparación con el femenino.

Uno realmente podría llegar a creer que la desigualdad ya no está vigente, pero habría que partir por definir las amplias vías en las que esta se manifiesta para comprender que sigue de píe, dándo(nos) guerra y viéndose evidenciada hasta en las cosas más estúpidamente absurdas como esta:


“No estoy segura de cómo podemos mejorar en tener estas conversaciones”- dice Roxane Gay al terminar su ensayo y ¡vaya que la entiendo!- “Pero sí sé que necesitamos superar nuestras posiciones profundamente arraigadas y resistirnos a los matices.” Tenemos que estar más interesados ​​en hacer las cosas mejor que simplemente querer estar en lo correcto. No está bien contentarnos con lo que ya tenemos o quedarnos distraídos con lo interesante o divertido, porque por estas cosas es cómo todos perdemos.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Cómo todos perdemos

Redacción República
22 de abril, 2017

La semana pasada, atascada en medio de miles de viajeros desesperados por llegar a casa o al comienzo de sus vacaciones, me encontré en la alfombra de una sala de espera del aeropuerto de Costa Rica leyendo el ensayo: “How we all lose” de Roxane Gay. Así como se siente terminar de abrir bien los ojos después de una larga siesta, justo así me sentí yo cuando llegue al final de este ensayo.

Quiero explicar que la autora trata de explicar en 13 páginas desde lo menos hasta lo más complejo de la desigualdad de género. Trata de poner en la mesa lo incomprensible de una brecha de desigualdad que “aparentemente” dejó de existir hace años; pero que como ella menciona, sigue vigente hasta el día de hoy aunque de una manera simulada.

Es importante que entendamos que todos somos parte de esa simulación de igualdad. Todos hemos llegado, hasta cierto punto, a creer que la lucha encontró un final. Y para muestra un botón: la mayoría de nosotros hemos sigo testigos de comentarios en redes sociales, e incluso en nuestra mesa de almuerzo, que van acordes a esta creencia. Escuchamos cosas como: “Las mujeres ya pueden trabajar, ya pueden estudiar ¿qué mas quieren?” “Ahora hay más mujeres en las universidades, ¿no les basta?” O el clásico: “Ustedes las feminazis a todo le quieren sacar queja y pelea”.

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Lo cierto es que hubo un punto de mi vida en el que comencé a decir: “Es cierto, ya podemos tener acceso a la educación y al trabajo, ¿por qué sigo dando lucha?” Pero Roxane Gay me enseñó una lección maravillosa que quiero compartir con ustedes para que puedan (podamos) reconsiderar nuestras palabras la próxima vez que una idea como la anterior venga a nuestra mente. La lección es que, en primera instancia, que yo tenga acceso a lo que sea que tenga no garantiza ni siquiera que a 100 km a la redonda las otras mujeres que conviven conmigo también lo tengan. Y en segundo plano, debemos reconocer lo mal que está creer que como ya se tienen algunas cosas es innecesario seguir luchando por algunas más.

Dice Roxane: “La vida ha mejorado de manera mensurable para las mujeres. Pero “mejor” no es lo suficientemente bueno, y es una pena que alguien esté dispuesto a conformarse con tan poco. No puedo pensar en una evidencia más clara de cuán vivo está el patriarcado.” Y es cierto, estoy tan de acuerdo con ella al decir que el hecho de que algunas mujeres estemos empoderadas no significa que el patriarcado está muerto. Significa que algunas de nosotras, tenemos suerte.

Las feministas, y también las malas feministas como yo, celebramos victorias pero hay que hacer evidente que la celebración no nos hace detenernos. En palabras de Gay: “Nos negamos a olvidar cuánto trabajo hay todavía por hacer. Nos negamos a saborear las comodidades que tenemos a expensas de las mujeres que todavía están buscando consuelo.”

Hay aún millones de cosas por las que una mujer se preocupa en la vida, que un hombre no lo hace. Hay chistes nada divertidos que a las mujeres todavía les toca soportar. Existe una incansable comercialización con nuestra sexualidad y aunque es cierto que los hombres en determinadas instancias también sufren las mismas vejaciones, algo debe decirle a la sociedad y a la historia el hecho de que no se han escrito tantos libros ni se ha documentado tanta información de la desigualdad que sufre el genero masculino en comparación con el femenino.

Uno realmente podría llegar a creer que la desigualdad ya no está vigente, pero habría que partir por definir las amplias vías en las que esta se manifiesta para comprender que sigue de píe, dándo(nos) guerra y viéndose evidenciada hasta en las cosas más estúpidamente absurdas como esta:


“No estoy segura de cómo podemos mejorar en tener estas conversaciones”- dice Roxane Gay al terminar su ensayo y ¡vaya que la entiendo!- “Pero sí sé que necesitamos superar nuestras posiciones profundamente arraigadas y resistirnos a los matices.” Tenemos que estar más interesados ​​en hacer las cosas mejor que simplemente querer estar en lo correcto. No está bien contentarnos con lo que ya tenemos o quedarnos distraídos con lo interesante o divertido, porque por estas cosas es cómo todos perdemos.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo