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¿Condenas el mal?

Warren Orbaugh
24 de mayo, 2017

Si un individuo despide a ingenieros expertos para operar y mantener su maquinaria y contrata a sus amigos que poco saben del oficio, ¿lo condenarías por imbécil? Y si fueran los gobernantes los que hicieran tal cosa, ¿los condenarías igual?

Si este individuo imprime billetes falsos para usarlos cambiándolos por bienes, ¿lo condenarías por estafador? Y si son los gobernantes quienes imprimen papel moneda para cubrir sus gastos, devaluando así el dinero, robándole poder adquisitivo a los ciudadanos, ¿los condenarías también?

Si este individuo se entromete en una negociación de compra venta que llevas a cabo con otra persona, y te obliga por la fuerza a cobrar menos de tu costo por el bien que estás vendiendo, ¿lo condenarías por matón? Y si son los gobernantes quienes te obligan poniendo precios tope y así causando escasez, ¿los condenarías también?

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¿Y si te obligan a pagar más por el servicio que pretendes comprar, mediante salario mínimo?

Si este individuo te roba tu propiedad, ¿lo condenarías por ladrón? Y si son los gobernantes quienes te la roban mediante expropiación, ¿los condenarías igual?

Si este individuo te agrede causándote heridas físicas porque expresas tu inconformidad ante sus abusos, ¿lo condenarías por agresor? Y si son los gobernantes quienes te agreden por similares circunstancias, ¿los condenarías igual?

Si este individuo te impide curar tus heridas al imposibilitar el acceso a medicamentos, ¿lo condenarías por perverso? Y si son los gobernantes quienes te lo impiden, ¿los condenarías igual?

Si este individuo asesina a tu amigo, porque éste último protesta por los abusos en contra tuya, ¿lo condenarías por asesino? Y si son los gobernantes quienes lo ultiman, ¿los condenarías igual?

Y si este individuo, viendo tu dolor y sufrimiento, se mofa de ti y celebra bailando, ¿lo condenarías por desnaturalizado? Y si son los gobernantes, ¿los condenarías igual?

¿Lo harías?

Los arrogantes e ignorantes “revolucionarios” gobernantes de Venezuela han hecho eso y mucho más. La actitud correcta hacia personas que con maldad causan sufrimiento a otras es la condena, el desprecio, el disgusto, y la repulsa. Las buenas personas no debieran mostrar benevolencia alguna hacia aquellos malandrines que intencionalmente violan los derechos de otros, que los dañan, que los matan. Ni debiera indicar persona alguna, con su indiferencia, que no le importa si los perversos actúan de esa manera, especialmente si son los gobernantes, pues es su función proteger los derechos de los ciudadanos.

Los socialistas del siglo XXI que gobiernan Venezuela se han hecho acreedores de toda nuestra condena, desprecio y repulsa. Su ideología basada en la ética subjetivista, donde la noción de que “cualquier cosa que yo haga es correcta porque elegí hacerla” –que no es un principio moral sino la negación del mismo– se extiende en “cualquier cosa que haga la comunidad revolucionaria es correcta, porque el partido, la dictadura del proletariado eligió hacerla”, lo que tampoco es un principio moral, sino una negación de los principios morales y una expulsión de la moral en las interrelaciones sociales.

Esta doctrina pretende que hay “derechos colectivos”, lo que significa que los derechos pertenecen a grupos y no a individuos, y significa que algunos hombres tienen derechos pero otros no.

Nada puede justificar o validar tal doctrina. La idea de que algunos hombres tienen derechos que otros no, es la idea de que algunos hombres tienen el “derecho” de disponer de otros como les plazca, y que el criterio para ese privilegio consiste en la superioridad numérica. La vida y la propiedad de la minoría o incluso de la mayoría  están en juego, supeditadas al capricho irracional de los gobernantes que tiene un cheque en blanco de poder sobre los demás.

El gobierno de una nación debe ser el servidor de sus ciudadanos, y no tiene otros derechos que los que le hayan sido delegados por los ciudadanos para una tarea específica y delimitada; tarea  que consiste en protegerlos de la violencia física, derivada del derecho de los ciudadanos a la autodefensa. La constitución de un país debe poner los derechos del individuo fuera del alcance del poder político.

Por consiguiente, cada ciudadano puede, con seguridad y moralmente, ponerse de acuerdo con los demás para acatar decisiones de un voto mayoritario dentro de esta esfera delimitada por el principio de los derechos del individuo. De esta forma, su vida, su propiedad y su libertad no están en juego, no se encuentran supeditadas al voto y ninguna decisión mayoritaria las pone en peligro. Una nación así tiene derecho a su soberanía y derecho a exigir que esa soberanía sea respetada por toda nación.

Este respeto, sin embargo, no puede ser reclamado por las dictaduras, o cualquier otra forma de tiranía absolutista. Un gobierno que viola los derechos de sus propios ciudadanos no puede reclamar ni derecho ni respeto alguno. Nada, ni la raza, ni Dios, ni la geografía, ni las costumbres antiguas, ni la tradición, ni el número, ni el “Geist”, pueden conferir a algunos hombres el derecho de violar el derecho de otro.

No hay tal cosa como el “derecho a esclavizar”. Las naciones dictatoriales existen fuera de toda ley moral, por lo que cualquier nación libre tiene el derecho de invadirlas y liberar a los individuos de esas cárceles políticas. No es el deber de una nación libre liberar a los individuos esclavizados y secuestrados por los criminales dictadores  de esas hordas, pero tiene todo el derecho de hacerlo si y cuando lo desee.

Ahora, ¿Qué pensarías de aquel que no sólo no condena a estos perversos, como Chávez, Maduro, y Diosdado –quienes han llevado a los venezolanos a la miseria y al sufrimiento, quienes han asesinado a sus jóvenes y quienes lo han celebrado bailando y mofándose de sus víctimas, quienes han implantado una dictadura en Venezuela– sino que los apoya, los justifica y defiende sus acciones?

Estarás de acuerdo conmigo de que estos criminales –Chávez, Maduro y Diosdado– no son dignos de admiración; son maleantes que se han ganado nuestro desprecio y odio. ¿Qué piensas entonces de aquel que profesa su admiración por estos granujas odiosos? ¿Acaso no nos revela su carácter? ¿Acaso no nos muestra que actuaría de igual manera si tuviera el poder para hacerlo?

Bien estos canallas que admiran a estos criminales son los integrantes del Partido Político Revolucionario de Guatemala, CONVERGENCIA, quienes sacaron un comunicado el 16 de mayo del 2017, defendiendo las acciones de Nicolás Maduro. Condenan estos desalmados la crítica internacional al “proceso revolucionario bolivariano de Venezuela”. ¡Vaya cinismo!

Así que está más claro que el cristal: estos inmorales comunistas, progresistas, socialistas  guatemaltecos quieren conducirnos a la miseria, desean vernos sufrir, anhelan con quitarnos nuestra libertad, pretenden convertirnos en otra Venezuela.

No lo permitas, no seas responsable por omisión de entregar Guatemala a los cubanos. Denúncialos. Que todo el mundo los conozca por lo que son: malandrines traidores vende-patrias con intenciones de esclavizarnos.

¿Condenas el mal?

Warren Orbaugh
24 de mayo, 2017

Si un individuo despide a ingenieros expertos para operar y mantener su maquinaria y contrata a sus amigos que poco saben del oficio, ¿lo condenarías por imbécil? Y si fueran los gobernantes los que hicieran tal cosa, ¿los condenarías igual?

Si este individuo imprime billetes falsos para usarlos cambiándolos por bienes, ¿lo condenarías por estafador? Y si son los gobernantes quienes imprimen papel moneda para cubrir sus gastos, devaluando así el dinero, robándole poder adquisitivo a los ciudadanos, ¿los condenarías también?

Si este individuo se entromete en una negociación de compra venta que llevas a cabo con otra persona, y te obliga por la fuerza a cobrar menos de tu costo por el bien que estás vendiendo, ¿lo condenarías por matón? Y si son los gobernantes quienes te obligan poniendo precios tope y así causando escasez, ¿los condenarías también?

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¿Y si te obligan a pagar más por el servicio que pretendes comprar, mediante salario mínimo?

Si este individuo te roba tu propiedad, ¿lo condenarías por ladrón? Y si son los gobernantes quienes te la roban mediante expropiación, ¿los condenarías igual?

Si este individuo te agrede causándote heridas físicas porque expresas tu inconformidad ante sus abusos, ¿lo condenarías por agresor? Y si son los gobernantes quienes te agreden por similares circunstancias, ¿los condenarías igual?

Si este individuo te impide curar tus heridas al imposibilitar el acceso a medicamentos, ¿lo condenarías por perverso? Y si son los gobernantes quienes te lo impiden, ¿los condenarías igual?

Si este individuo asesina a tu amigo, porque éste último protesta por los abusos en contra tuya, ¿lo condenarías por asesino? Y si son los gobernantes quienes lo ultiman, ¿los condenarías igual?

Y si este individuo, viendo tu dolor y sufrimiento, se mofa de ti y celebra bailando, ¿lo condenarías por desnaturalizado? Y si son los gobernantes, ¿los condenarías igual?

¿Lo harías?

Los arrogantes e ignorantes “revolucionarios” gobernantes de Venezuela han hecho eso y mucho más. La actitud correcta hacia personas que con maldad causan sufrimiento a otras es la condena, el desprecio, el disgusto, y la repulsa. Las buenas personas no debieran mostrar benevolencia alguna hacia aquellos malandrines que intencionalmente violan los derechos de otros, que los dañan, que los matan. Ni debiera indicar persona alguna, con su indiferencia, que no le importa si los perversos actúan de esa manera, especialmente si son los gobernantes, pues es su función proteger los derechos de los ciudadanos.

Los socialistas del siglo XXI que gobiernan Venezuela se han hecho acreedores de toda nuestra condena, desprecio y repulsa. Su ideología basada en la ética subjetivista, donde la noción de que “cualquier cosa que yo haga es correcta porque elegí hacerla” –que no es un principio moral sino la negación del mismo– se extiende en “cualquier cosa que haga la comunidad revolucionaria es correcta, porque el partido, la dictadura del proletariado eligió hacerla”, lo que tampoco es un principio moral, sino una negación de los principios morales y una expulsión de la moral en las interrelaciones sociales.

Esta doctrina pretende que hay “derechos colectivos”, lo que significa que los derechos pertenecen a grupos y no a individuos, y significa que algunos hombres tienen derechos pero otros no.

Nada puede justificar o validar tal doctrina. La idea de que algunos hombres tienen derechos que otros no, es la idea de que algunos hombres tienen el “derecho” de disponer de otros como les plazca, y que el criterio para ese privilegio consiste en la superioridad numérica. La vida y la propiedad de la minoría o incluso de la mayoría  están en juego, supeditadas al capricho irracional de los gobernantes que tiene un cheque en blanco de poder sobre los demás.

El gobierno de una nación debe ser el servidor de sus ciudadanos, y no tiene otros derechos que los que le hayan sido delegados por los ciudadanos para una tarea específica y delimitada; tarea  que consiste en protegerlos de la violencia física, derivada del derecho de los ciudadanos a la autodefensa. La constitución de un país debe poner los derechos del individuo fuera del alcance del poder político.

Por consiguiente, cada ciudadano puede, con seguridad y moralmente, ponerse de acuerdo con los demás para acatar decisiones de un voto mayoritario dentro de esta esfera delimitada por el principio de los derechos del individuo. De esta forma, su vida, su propiedad y su libertad no están en juego, no se encuentran supeditadas al voto y ninguna decisión mayoritaria las pone en peligro. Una nación así tiene derecho a su soberanía y derecho a exigir que esa soberanía sea respetada por toda nación.

Este respeto, sin embargo, no puede ser reclamado por las dictaduras, o cualquier otra forma de tiranía absolutista. Un gobierno que viola los derechos de sus propios ciudadanos no puede reclamar ni derecho ni respeto alguno. Nada, ni la raza, ni Dios, ni la geografía, ni las costumbres antiguas, ni la tradición, ni el número, ni el “Geist”, pueden conferir a algunos hombres el derecho de violar el derecho de otro.

No hay tal cosa como el “derecho a esclavizar”. Las naciones dictatoriales existen fuera de toda ley moral, por lo que cualquier nación libre tiene el derecho de invadirlas y liberar a los individuos de esas cárceles políticas. No es el deber de una nación libre liberar a los individuos esclavizados y secuestrados por los criminales dictadores  de esas hordas, pero tiene todo el derecho de hacerlo si y cuando lo desee.

Ahora, ¿Qué pensarías de aquel que no sólo no condena a estos perversos, como Chávez, Maduro, y Diosdado –quienes han llevado a los venezolanos a la miseria y al sufrimiento, quienes han asesinado a sus jóvenes y quienes lo han celebrado bailando y mofándose de sus víctimas, quienes han implantado una dictadura en Venezuela– sino que los apoya, los justifica y defiende sus acciones?

Estarás de acuerdo conmigo de que estos criminales –Chávez, Maduro y Diosdado– no son dignos de admiración; son maleantes que se han ganado nuestro desprecio y odio. ¿Qué piensas entonces de aquel que profesa su admiración por estos granujas odiosos? ¿Acaso no nos revela su carácter? ¿Acaso no nos muestra que actuaría de igual manera si tuviera el poder para hacerlo?

Bien estos canallas que admiran a estos criminales son los integrantes del Partido Político Revolucionario de Guatemala, CONVERGENCIA, quienes sacaron un comunicado el 16 de mayo del 2017, defendiendo las acciones de Nicolás Maduro. Condenan estos desalmados la crítica internacional al “proceso revolucionario bolivariano de Venezuela”. ¡Vaya cinismo!

Así que está más claro que el cristal: estos inmorales comunistas, progresistas, socialistas  guatemaltecos quieren conducirnos a la miseria, desean vernos sufrir, anhelan con quitarnos nuestra libertad, pretenden convertirnos en otra Venezuela.

No lo permitas, no seas responsable por omisión de entregar Guatemala a los cubanos. Denúncialos. Que todo el mundo los conozca por lo que son: malandrines traidores vende-patrias con intenciones de esclavizarnos.