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“Para atrás, ni para agarrar impulso”

Salvador Paiz
25 de mayo, 2017

En el 2012 Guatemala se convirtió en el último país en la región en elevar el mínimo de años requeridos para la formación inicial docente, adicionando dos años. A partir de ello, los aspirantes a maestros cursarían durante dos años un Bachillerato en Ciencias y Letras con orientación en Educación y luego tres años un profesorado a nivel universitario. La Corte de Constitucionalidad (CC) amenaza con revertir este avance. Habrán quienes argumentan que no debemos dar este paso porque no existen capacidades a nivel universitario para atender ciertas consideraciones. La respuesta a este argumento es: generemos estas capacidades en lugar de regresar a un modelo insatisfactorio.

Como padres de familia, estoy seguro que cada uno de nosotros se cuestiona el encomendar la responsabilidad de nuestros niños a una persona con poca formación. Devolvernos a un modelo insuficiente, ni siquiera debería de estar en consideración. Si a la CC no le gusta cómo este modelo está siendo implementado, en todo caso, se debería analizar cómo mejorar su ejecución y no ser cómplices de un modelo disfuncional.  Me pregunto, ¿por qué le tenemos tanta aversión al cambio y al progreso como país?

En las últimas décadas, la mayoría de los países del mundo han buscado la forma de dignificar y elevar la profesión docente, impulsando mejoras a los procesos de reclutamiento, selección y formación inicial. Esos países han reconocido que el docente representa la variable vinculante de la calidad educativa. Sin buenos maestros, difícilmente nuestros niños pueden acceder a una buena educación. Por ejemplo, en países como Singapur y Finlandia ser maestro es uno de los honores más grandes. En Singapur existe el Instituto Nacional de Educación, entidad encargada de formar a los futuros maestros, de establecer la estructura del currículo nacional y de llevar a cabo constante investigación educativa. En Finlandia, la mejora de la carrera docente ha sido un proceso que viene desde hace más de 50 años. Desde los años 70s, ellos se han empeñado en que los programas de formación docente sean exclusivamente de nivel universitario. Trabajan con 13 universidades, de las cuales cinco son exclusivamente pedagógicas. Hoy estos países lideran los rankings educativos.

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En cuanto a la región, vemos diferentes escenarios de formación docente, aunque todos superiores en exigencias de lo que se pretende implementar en Guatemala. En la mayoría de países, esta está a cargo de Universidades Pedagógicas (México y Colombia) o es exclusiva de Universidades (Chile). Además, también hay otros modelos que se basan en Institutos Terciarios, cuyo sistema es igual al de una universidad (Bolivia y Ecuador). Pero ¿qué pasa en nuestro país? ¿Contamos con un sistema que profesionalice a los futuros docentes?

En Guatemala, la reforma educativa ha recorrido un largo y difícil camino. En 2009 inició un trabajo de diálogo y análisis en la mesa de Formación Inicial Docente, para impulsar cambios trascendentales en el sistema. Fue hasta 2012 cuando el Mineduc resolvió preparar a los docentes a un nivel universitario. Esta medida iba de la mano con las mejores prácticas educativas en todo el mundo. En su momento, muchos pegaron el grito en el cielo y se vivieron fuertes tensiones en el medio. Fue difícil, pero los cambios en la formación docente fueron implementados. Se arriesgan los avances ya alcanzados ante una resolución de la CC, por un recurso planteado por la Escuela Normal de Santa María Nebaj, un amparista de dudosas cualidades. Esta escuela en particular, no ha tenido los mejores resultados en las pruebas de diagnóstico efectuadas por Digeduca. Los estudiantes en 2016 obtuvieron 6.96% de logro en lectura y 0.48% en matemáticas, ¿cómo entonces pueden recibir educación de calidad los niños de Nebaj, si quienes serán sus maestros no cuentan con habilidades mínimas en lectura y matemática? ¿acaso la solución está en regresar a las prácticas del pasado?

Que enorme distracción para el proceso de reforma educativa el que tengamos que volver a discutir estos temas previamente agotados. El mundo está viviendo enormes fuerzas disruptivas y nuestro modelo de educación debe, no solo renovarse, sino que cambiar en una forma dramática y con sentido de urgencia. En lugar de ello estamos teniendo el mismo debate del modelo educativo de los 1900, como si hubiese funcionado o siguiera siendo relevante. Estoy seguro que todos los guatemaltecos aspiramos a una educación accesible y pertinente. Recordemos que una educación de calidad es la única forma de acabar con el círculo vicioso de pobreza, pero ¿es acaso una educación de calidad a lo que estamos apuntando con estos retrocesos?

www.salvadorpaiz.com

@salva_paiz

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

“Para atrás, ni para agarrar impulso”

Salvador Paiz
25 de mayo, 2017

En el 2012 Guatemala se convirtió en el último país en la región en elevar el mínimo de años requeridos para la formación inicial docente, adicionando dos años. A partir de ello, los aspirantes a maestros cursarían durante dos años un Bachillerato en Ciencias y Letras con orientación en Educación y luego tres años un profesorado a nivel universitario. La Corte de Constitucionalidad (CC) amenaza con revertir este avance. Habrán quienes argumentan que no debemos dar este paso porque no existen capacidades a nivel universitario para atender ciertas consideraciones. La respuesta a este argumento es: generemos estas capacidades en lugar de regresar a un modelo insatisfactorio.

Como padres de familia, estoy seguro que cada uno de nosotros se cuestiona el encomendar la responsabilidad de nuestros niños a una persona con poca formación. Devolvernos a un modelo insuficiente, ni siquiera debería de estar en consideración. Si a la CC no le gusta cómo este modelo está siendo implementado, en todo caso, se debería analizar cómo mejorar su ejecución y no ser cómplices de un modelo disfuncional.  Me pregunto, ¿por qué le tenemos tanta aversión al cambio y al progreso como país?

En las últimas décadas, la mayoría de los países del mundo han buscado la forma de dignificar y elevar la profesión docente, impulsando mejoras a los procesos de reclutamiento, selección y formación inicial. Esos países han reconocido que el docente representa la variable vinculante de la calidad educativa. Sin buenos maestros, difícilmente nuestros niños pueden acceder a una buena educación. Por ejemplo, en países como Singapur y Finlandia ser maestro es uno de los honores más grandes. En Singapur existe el Instituto Nacional de Educación, entidad encargada de formar a los futuros maestros, de establecer la estructura del currículo nacional y de llevar a cabo constante investigación educativa. En Finlandia, la mejora de la carrera docente ha sido un proceso que viene desde hace más de 50 años. Desde los años 70s, ellos se han empeñado en que los programas de formación docente sean exclusivamente de nivel universitario. Trabajan con 13 universidades, de las cuales cinco son exclusivamente pedagógicas. Hoy estos países lideran los rankings educativos.

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En cuanto a la región, vemos diferentes escenarios de formación docente, aunque todos superiores en exigencias de lo que se pretende implementar en Guatemala. En la mayoría de países, esta está a cargo de Universidades Pedagógicas (México y Colombia) o es exclusiva de Universidades (Chile). Además, también hay otros modelos que se basan en Institutos Terciarios, cuyo sistema es igual al de una universidad (Bolivia y Ecuador). Pero ¿qué pasa en nuestro país? ¿Contamos con un sistema que profesionalice a los futuros docentes?

En Guatemala, la reforma educativa ha recorrido un largo y difícil camino. En 2009 inició un trabajo de diálogo y análisis en la mesa de Formación Inicial Docente, para impulsar cambios trascendentales en el sistema. Fue hasta 2012 cuando el Mineduc resolvió preparar a los docentes a un nivel universitario. Esta medida iba de la mano con las mejores prácticas educativas en todo el mundo. En su momento, muchos pegaron el grito en el cielo y se vivieron fuertes tensiones en el medio. Fue difícil, pero los cambios en la formación docente fueron implementados. Se arriesgan los avances ya alcanzados ante una resolución de la CC, por un recurso planteado por la Escuela Normal de Santa María Nebaj, un amparista de dudosas cualidades. Esta escuela en particular, no ha tenido los mejores resultados en las pruebas de diagnóstico efectuadas por Digeduca. Los estudiantes en 2016 obtuvieron 6.96% de logro en lectura y 0.48% en matemáticas, ¿cómo entonces pueden recibir educación de calidad los niños de Nebaj, si quienes serán sus maestros no cuentan con habilidades mínimas en lectura y matemática? ¿acaso la solución está en regresar a las prácticas del pasado?

Que enorme distracción para el proceso de reforma educativa el que tengamos que volver a discutir estos temas previamente agotados. El mundo está viviendo enormes fuerzas disruptivas y nuestro modelo de educación debe, no solo renovarse, sino que cambiar en una forma dramática y con sentido de urgencia. En lugar de ello estamos teniendo el mismo debate del modelo educativo de los 1900, como si hubiese funcionado o siguiera siendo relevante. Estoy seguro que todos los guatemaltecos aspiramos a una educación accesible y pertinente. Recordemos que una educación de calidad es la única forma de acabar con el círculo vicioso de pobreza, pero ¿es acaso una educación de calidad a lo que estamos apuntando con estos retrocesos?

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@salva_paiz

República es ajena a la opinión expresada en este artículo