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Fórmula fallida

Betty Marroquin
12 de junio, 2017

Toda esta cantaleta de la reforma agraria, disfrazada de lo que quieran, no consiste en otra cosa que en expropiar de quien ha trabajado y arriesgado tanto para tener su tierra, para regalar un pedacito a los pobres. La fórmula no funcionó en Rusia, no funcionó en China, no funciona en Cuba, ni en Viet Nam, no funciona en ninguna parte del planeta donde ha sido aplicada. Ah, pero en Guatemala si funcionará, según estos ideólogos ingenuos.

Fácil hablar de repartir lo ajeno. Si fueran como San Francisco de Asís que era rico y regaló todo y renunció a todo bien material por voluntad propia, no por decreto, quizás les tendría más respeto. Hablar de regalar lo que a uno no le ha costado, de repartir la riqueza de quienes han arriesgado para producirla, es sumamente cómodo. Curiosamente, quienes proponen esta aberración tienen medios de sobra, con frecuencia logrados de donaciones recibidas del exterior, porque para ellos lo mejor para ayudar a un ser humano es el paternalismo y no la dignidad que deriva un empleo y de la libertad de decidir uno su propio destino. Lo mejor es tratar a los pobres como inútiles que reciben su alimento de la dadivosa mano del Estado, en sus mentes. Ah, y son ellos los que arrogantemente, deciden que y cuanto debe recibir cada persona. ¿Cómo se llama eso?

La realidad es que en todo el planeta se ha demostrado que un ser humano sale de la pobreza si tiene acceso a educación y salud, si se le dan oportunidades de empleo, si tiene esperanzas de vivir un mejor futuro, de que su esfuerzo tendrá frutos. El paternalismo pareciera matar las neuronas, anula la creatividad, la capacidad del ser humano de crear y producir. Sin embargo, quienes deciden y recetan, los políticos y los que laboran en entes multilaterales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, jamás han trabajado en el mundo real, corriendo riesgos con su propio pecunio, comprando y vendiendo un producto o un servicio que esta a merced de las inclemencias del clima, o de inestabilidades sociales y políticas. No saben lo que es que les caiga una plaga, el pagar salarios y prestaciones de Ley, no saben lo que es que se desborde un río, no saben lo que es perder lo invertido. Pero en su arrogancia, continúan empujando esta corriente de pensamiento.

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En Bolivia, la Reforma Agraria de 1954 convirtió a los campesinos en propietarios. Los resultados saltan a la vista. En Chile, para el final del gobierno de Allende, habían expropiado más de 6 millones de hectáreas, pero ningún chileno podía poseer más de 2.5 hectáreas de riego, denominadas como las 80 hectáreas básicas, que junto a todas las medidas de izquierda, produjo  una inflación hipergalopante y una crisis económica espantosa. En Perú, intentaron distribuir los grandes latifundios entre quienes “trabajarían la tierra”, según los ideólogos peruanos, obligando a los “poderosos latifundistas” a industrializarse. Como era de esperarse, NO se logró el desarrollo económico esperado, y sólo consiguieron el estancamiento de la producción agraria. Adicional a la clara expropiación de la tierra, del repartir lo ajeno, los “bonos agrarios” que eran parte de la reforma resultaron incobrables dada la magra condición económica de la población. El esperado proceso de industrialización a gran escala de los “idealistas” que promovieron la reforma NO se dio. Quienes defienden la medida en el mismo Perú, aducen que a partir de esa reforma la población campesina entró a formar parte del andamiaje político, y que ayudó a disminuir la fuerza de la izquierda al ser vista como una reivindicación indígena.  En Guatemala es innegable que ya son parte del andamiaje, para muestra el Congreso.

En Europa se hizo en Albania en 1945, en España en 1932, en México en 1915. en Venezuela se hizo en 1945, 1948, 1960 y en el 2001. En Bolivia se hizo en 1953 y 1996. En Cuba en 1959 y 1963. En Colombia se hizo en 1936, 1961 y fue modificada en 1968, 1973 y 1988. Costa Rica la hizo en 1961. En Ecuador la hicieron en 1964, y modificaron en 1973, para luego derogarla en 1992. Y en la República Dominicana se hizo en 1973.  Es evidente que en todos esos ejemplos se demuestra la prosperidad derivada del concepto. El único que logró industrialización agraria es Chile, irónicamente, luego de que el General Pinochet derogara la reforma de Allende y liberara el mercado.

¿Porqué no impulsar mejor los bancos comunales, que han funcionado en todos los países donde se han implementado, aun cuando se ha hecho con tibieza? En Guatemala tenemos ejemplos de lo que hace este sistema en una persona indígena y el efecto positivo que tiene en su familia, que deriva en mejoras tangibles e intangibles. Las cooperativas agrícolas son claros ejemplos de progreso y medidas positivas.  Dan dignidad al cooperativista, quien ve premiado el fruto de su esfuerzo en beneficio propio, de su familia y de su comunidad.  En la feria de Agexport 2017 tuve el gusto de conversar con varios señores indígenas del altiplano que producen diversos productos bajo el principio de la cooperativa.  Son gente emprendedora, disciplinada y acuciosa y espero sigan triunfando, obviamente, si el sistema sigue permitiéndolo.  Allan Savory, científico de Zimbabwe sabiamente ha dicho que “la agricultura no es producción de cosechas, como es la creencia popular, sino la producción de alimentos y fibra de los suelos y el agua del planeta. Sin agricultura no existen ciudades, bolsa de valores, bancos, universidades, iglesias o ejércitos. La agricultura es el fundamento de la civilización y de cualquier economía estable”.

Por algo en ningún país próspero se ha implementado. ¿Cuándo vamos a entender esto en Guatemala? ¿Qué ganan quienes insisten en impulsar estas medidas?

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Fórmula fallida

Betty Marroquin
12 de junio, 2017

Toda esta cantaleta de la reforma agraria, disfrazada de lo que quieran, no consiste en otra cosa que en expropiar de quien ha trabajado y arriesgado tanto para tener su tierra, para regalar un pedacito a los pobres. La fórmula no funcionó en Rusia, no funcionó en China, no funciona en Cuba, ni en Viet Nam, no funciona en ninguna parte del planeta donde ha sido aplicada. Ah, pero en Guatemala si funcionará, según estos ideólogos ingenuos.

Fácil hablar de repartir lo ajeno. Si fueran como San Francisco de Asís que era rico y regaló todo y renunció a todo bien material por voluntad propia, no por decreto, quizás les tendría más respeto. Hablar de regalar lo que a uno no le ha costado, de repartir la riqueza de quienes han arriesgado para producirla, es sumamente cómodo. Curiosamente, quienes proponen esta aberración tienen medios de sobra, con frecuencia logrados de donaciones recibidas del exterior, porque para ellos lo mejor para ayudar a un ser humano es el paternalismo y no la dignidad que deriva un empleo y de la libertad de decidir uno su propio destino. Lo mejor es tratar a los pobres como inútiles que reciben su alimento de la dadivosa mano del Estado, en sus mentes. Ah, y son ellos los que arrogantemente, deciden que y cuanto debe recibir cada persona. ¿Cómo se llama eso?

La realidad es que en todo el planeta se ha demostrado que un ser humano sale de la pobreza si tiene acceso a educación y salud, si se le dan oportunidades de empleo, si tiene esperanzas de vivir un mejor futuro, de que su esfuerzo tendrá frutos. El paternalismo pareciera matar las neuronas, anula la creatividad, la capacidad del ser humano de crear y producir. Sin embargo, quienes deciden y recetan, los políticos y los que laboran en entes multilaterales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, jamás han trabajado en el mundo real, corriendo riesgos con su propio pecunio, comprando y vendiendo un producto o un servicio que esta a merced de las inclemencias del clima, o de inestabilidades sociales y políticas. No saben lo que es que les caiga una plaga, el pagar salarios y prestaciones de Ley, no saben lo que es que se desborde un río, no saben lo que es perder lo invertido. Pero en su arrogancia, continúan empujando esta corriente de pensamiento.

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En Bolivia, la Reforma Agraria de 1954 convirtió a los campesinos en propietarios. Los resultados saltan a la vista. En Chile, para el final del gobierno de Allende, habían expropiado más de 6 millones de hectáreas, pero ningún chileno podía poseer más de 2.5 hectáreas de riego, denominadas como las 80 hectáreas básicas, que junto a todas las medidas de izquierda, produjo  una inflación hipergalopante y una crisis económica espantosa. En Perú, intentaron distribuir los grandes latifundios entre quienes “trabajarían la tierra”, según los ideólogos peruanos, obligando a los “poderosos latifundistas” a industrializarse. Como era de esperarse, NO se logró el desarrollo económico esperado, y sólo consiguieron el estancamiento de la producción agraria. Adicional a la clara expropiación de la tierra, del repartir lo ajeno, los “bonos agrarios” que eran parte de la reforma resultaron incobrables dada la magra condición económica de la población. El esperado proceso de industrialización a gran escala de los “idealistas” que promovieron la reforma NO se dio. Quienes defienden la medida en el mismo Perú, aducen que a partir de esa reforma la población campesina entró a formar parte del andamiaje político, y que ayudó a disminuir la fuerza de la izquierda al ser vista como una reivindicación indígena.  En Guatemala es innegable que ya son parte del andamiaje, para muestra el Congreso.

En Europa se hizo en Albania en 1945, en España en 1932, en México en 1915. en Venezuela se hizo en 1945, 1948, 1960 y en el 2001. En Bolivia se hizo en 1953 y 1996. En Cuba en 1959 y 1963. En Colombia se hizo en 1936, 1961 y fue modificada en 1968, 1973 y 1988. Costa Rica la hizo en 1961. En Ecuador la hicieron en 1964, y modificaron en 1973, para luego derogarla en 1992. Y en la República Dominicana se hizo en 1973.  Es evidente que en todos esos ejemplos se demuestra la prosperidad derivada del concepto. El único que logró industrialización agraria es Chile, irónicamente, luego de que el General Pinochet derogara la reforma de Allende y liberara el mercado.

¿Porqué no impulsar mejor los bancos comunales, que han funcionado en todos los países donde se han implementado, aun cuando se ha hecho con tibieza? En Guatemala tenemos ejemplos de lo que hace este sistema en una persona indígena y el efecto positivo que tiene en su familia, que deriva en mejoras tangibles e intangibles. Las cooperativas agrícolas son claros ejemplos de progreso y medidas positivas.  Dan dignidad al cooperativista, quien ve premiado el fruto de su esfuerzo en beneficio propio, de su familia y de su comunidad.  En la feria de Agexport 2017 tuve el gusto de conversar con varios señores indígenas del altiplano que producen diversos productos bajo el principio de la cooperativa.  Son gente emprendedora, disciplinada y acuciosa y espero sigan triunfando, obviamente, si el sistema sigue permitiéndolo.  Allan Savory, científico de Zimbabwe sabiamente ha dicho que “la agricultura no es producción de cosechas, como es la creencia popular, sino la producción de alimentos y fibra de los suelos y el agua del planeta. Sin agricultura no existen ciudades, bolsa de valores, bancos, universidades, iglesias o ejércitos. La agricultura es el fundamento de la civilización y de cualquier economía estable”.

Por algo en ningún país próspero se ha implementado. ¿Cuándo vamos a entender esto en Guatemala? ¿Qué ganan quienes insisten en impulsar estas medidas?

República es ajena a la opinión expresada en este artículo