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Juego de Tronos y lucha contra la corrupción

Redacción
20 de junio, 2017

Cuando los procesos políticos son variables.

En política, el poder es dinámico. La posición de dominio es cambiante. La legitimidad viene y va. Y las alianzas y correlaciones de fuerza varían en función a la coyuntura. Los personajes son cambiantes, y las presiones psicológicas que afectan el ejercicio del poder.

Quizá la producción televisiva reciente que mejor evidencia los temas anteriores es la serie Juego de Tronos, caracterizada por el dinamismo del poder, por carecer de un personaje central, y por las cambiantes alianzas entre actores para acceder al poder. Las traiciones, conspiraciones, el juego de la información y la desinformación están a la vuelta de la esquina.

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En Guatemala vivimos ante nuestros ojos una trama tan intrincada como la de Juego de Tronos. El año 2015 marcó un parteaguas en la historia del país. Por primera vez, un micropoder judicial (la fiscalía) con apoyo de CICIG, enfrentaba a los grandes clanes políticos del momento. El leitmotiv era atacar el cáncer de la corrupción. La caída de Roxana Baldetti, Otto Pérez Molina, una decena de diputados, varios magistrados de la Corte Suprema de Justicia, además de la derrota de Manuel Baldizón fueron los primeros efectos de esta depuración.

En este escenario, la ciudadanía se levantó para apoyar el esfuerzo de los depuradores, que si bien son actores del poder Judicial, los efectos de sus acciones naturalmente les convirtieron en actores con poder político. A partir de 2015, CICIG y Ministerio Público se convirtieron en los actores institucionales con mayor legitimidad en el país. La mostrada debilidad del presidente Jimmy Morales durante su primer año de gestión solo contribuyó a potenciar más la legitimidad de MP y CICIG ante los ojos de los ciudadanos. Para muestra, hacia finales del 2016, ambas instituciones tenían un respaldo popular por encima al 80 por ciento; mientras el Presidente se encontraba en 37 por ciento, el Congreso en 15 por ciento y los Partidos Políticos en diez por ciento.

Sin embargo, la transición 2016-17 ha mostrado la variabilidad en el Juego. Las reformas constitucionales abrieron la brecha de cuestionamiento contra los depuradores. El discurso de oposición al cambio encontró terreno fértil en los temores ideológicos, apelado al juego de información-desinformación. Las alianzas anti-CICIG florecieron. Los errores de conducción y la pérdida gradual de apoyos debilitaron el esfuerzo reformista. De paso, el respaldo a CICIG y MP cayó a un 65 por ciento. (20 menos que en enero). En el juego de poder, los apoyos son líquidos.

En ese contexto, la alianza pro statu-quo quiere pasar a la contraofensiva. Cabildeo en Washington, retomar control de la PDH, de la fiscalía, de las cortes y eventualmente expulsar a CICIG forman parte de su acción de mediano plazo.

En el Juego de Tronos, romper estas correlaciones requiere de aturdir a los actores en contienda. Ganar victorias tácticas contra los actores en lo individual, pero reconociendo que en la amplitud se diluyen esfuerzos. Pero también, requiere de un esfuerzo de humildad: cuando el guerrero triunfante quiere tomar el trono sin tener la legitimidad para hacerlo, pierde apoyo entre sus seguidores. En cambio, es importante identificar un norte en común: como en el 2015 fue la lucha contra la corrupción, encarnada en un villano: Roxana Baldetti. La pregunta es quién personifica hoy el rechazo social al régimen. Y sobre todo, la clave de retomar el trono requiere de reconstruir una alianza amplia contra el usurpador de la corona.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Juego de Tronos y lucha contra la corrupción

Redacción
20 de junio, 2017

Cuando los procesos políticos son variables.

En política, el poder es dinámico. La posición de dominio es cambiante. La legitimidad viene y va. Y las alianzas y correlaciones de fuerza varían en función a la coyuntura. Los personajes son cambiantes, y las presiones psicológicas que afectan el ejercicio del poder.

Quizá la producción televisiva reciente que mejor evidencia los temas anteriores es la serie Juego de Tronos, caracterizada por el dinamismo del poder, por carecer de un personaje central, y por las cambiantes alianzas entre actores para acceder al poder. Las traiciones, conspiraciones, el juego de la información y la desinformación están a la vuelta de la esquina.

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En Guatemala vivimos ante nuestros ojos una trama tan intrincada como la de Juego de Tronos. El año 2015 marcó un parteaguas en la historia del país. Por primera vez, un micropoder judicial (la fiscalía) con apoyo de CICIG, enfrentaba a los grandes clanes políticos del momento. El leitmotiv era atacar el cáncer de la corrupción. La caída de Roxana Baldetti, Otto Pérez Molina, una decena de diputados, varios magistrados de la Corte Suprema de Justicia, además de la derrota de Manuel Baldizón fueron los primeros efectos de esta depuración.

En este escenario, la ciudadanía se levantó para apoyar el esfuerzo de los depuradores, que si bien son actores del poder Judicial, los efectos de sus acciones naturalmente les convirtieron en actores con poder político. A partir de 2015, CICIG y Ministerio Público se convirtieron en los actores institucionales con mayor legitimidad en el país. La mostrada debilidad del presidente Jimmy Morales durante su primer año de gestión solo contribuyó a potenciar más la legitimidad de MP y CICIG ante los ojos de los ciudadanos. Para muestra, hacia finales del 2016, ambas instituciones tenían un respaldo popular por encima al 80 por ciento; mientras el Presidente se encontraba en 37 por ciento, el Congreso en 15 por ciento y los Partidos Políticos en diez por ciento.

Sin embargo, la transición 2016-17 ha mostrado la variabilidad en el Juego. Las reformas constitucionales abrieron la brecha de cuestionamiento contra los depuradores. El discurso de oposición al cambio encontró terreno fértil en los temores ideológicos, apelado al juego de información-desinformación. Las alianzas anti-CICIG florecieron. Los errores de conducción y la pérdida gradual de apoyos debilitaron el esfuerzo reformista. De paso, el respaldo a CICIG y MP cayó a un 65 por ciento. (20 menos que en enero). En el juego de poder, los apoyos son líquidos.

En ese contexto, la alianza pro statu-quo quiere pasar a la contraofensiva. Cabildeo en Washington, retomar control de la PDH, de la fiscalía, de las cortes y eventualmente expulsar a CICIG forman parte de su acción de mediano plazo.

En el Juego de Tronos, romper estas correlaciones requiere de aturdir a los actores en contienda. Ganar victorias tácticas contra los actores en lo individual, pero reconociendo que en la amplitud se diluyen esfuerzos. Pero también, requiere de un esfuerzo de humildad: cuando el guerrero triunfante quiere tomar el trono sin tener la legitimidad para hacerlo, pierde apoyo entre sus seguidores. En cambio, es importante identificar un norte en común: como en el 2015 fue la lucha contra la corrupción, encarnada en un villano: Roxana Baldetti. La pregunta es quién personifica hoy el rechazo social al régimen. Y sobre todo, la clave de retomar el trono requiere de reconstruir una alianza amplia contra el usurpador de la corona.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo