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Refugiados

Redacción
24 de junio, 2017

“No se trata de compartir una carga, sino de compartir una responsabilidad mundial, basada tanto en la idea general de que todos somos humanos como en las obligaciones muy específicas en virtud del derecho internacional. Los problemas fundamentales son la guerra y el odio, no las personas que huyen. Los refugiados se cuentan entre las primeras víctimas del terrorismo.” António Guterres, Secretario general de la ONU.

Antes de empezar, debemos de comprender qué hace a una persona un refugiado, según la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los refugiados, nos referimos a una persona que “debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad y no pueda, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de su país… no pueda o, a causa de dichos temores no quiera regresar a él.

Cada 20 de junio se conmemora el día internacional del refugiado, esto para no olvidar la situación en la que 65,6 millones de personas se encuentran actualmente alrededor de todo el mundo. Cada tres segundo una persona es forzada a ser desplazada en algún lugar del mundo.

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No puedo ni siquiera imaginar el dolor, el miedo y la tristeza que debe provocar dejar nuestro país de origen y todo a causa de algo que no podemos ni deberíamos tratar de controlar. Nadie decide con que raza nacer ni con que nacionalidad y la religión debería ser todo, menos un problema. Dejar todo atrás, una vida, casa, probablemente trabajo, familia y amigos; para ir a lo desconocido. Enfrentar, además de toda la situación de renuncia constante, un país nuevo, quizás un idioma distinto, una cultura a la que no se pertenece y añadir la tristeza de haber abandonado todo aquello que siempre se creyó parte de uno.
Tal y como se puede ver expresado en la frase del actual secretario general de la ONU, el problema no son las personas sino las causas por las que son obligadas a abandonar sus países, la guerra y el odio. Dos cosas que podemos saber, recordando la historia más inmediata del mundo, que no ayudan en nada y solo detienen el desarrollo tan ansiado que tenemos como humanidad.

La valentía y osadía, con la que los refugiados arriesgan su vida con la esperanza, casi con la certeza, que es mejor correr ese riesgo a permanecer en el lugar de origen; es solamente una muestra de lo asfixiante que son los problemas que provocan el desplazamiento.

De los 65,6 millones de refugiados, el 51% son niños y 19 millones mujeres. Millones de niños que crecerán lejos de su familia extendida, de sus tradiciones, de sus amigos, niños que crecerán sin tener muy claro a qué lugar pertenecen o quiénes son. Niños que dejarán atrás la infancia de golpe y de manera temprana a causa del odio de otras personas.
Las heridas por guerras, por odio e ignorancia; difícilmente cierran. Al contrario, solo se expanden para que siempre estén presentes. Han visto los peores crimines o hasta han sobrevivido a ellos y después deben huir para poder tener una vida mejor o al menos una alejada del peligro que representa vivir en sus países de origen. La cantidad de familias que son separadas por el desplazamiento es solamente un número que no debería de existir.

Personas que han cambiado la historia de la ciencia o del arte han sufrido en carne propia ser refugiados. Albert Einstein, por ejemplo, quién debió huir de su país no solamente por sus orígenes judíos, sino que por sus aportes a la ciencia. O Farrokh Bulsara, mejor conocido como Freddy Mercury, que con 17 años tuvo que huir de su natal Zanzíbar y refugiarse en Gran Bretaña. La modelo Alex Wek, el actor Jackie Chang, el Nobel de la Paz Dalai Lama y el cantante libanés Mika son algunos de los otros refugiados que han encontrado en el arte o la religión una manera de contar sus historias.

Tristemente es un problema que no es nuevo en la historia de la humanidad ni uno que parezca que pronto tendrá solución. Pero si es uno que nos importa a todos, uno donde debemos dejar atrás las diferencias para poder encontrar una manera de ser un mejor planeta para recibir con brazos abiertos a todos aquellos que pasan por esta situación. No podemos terminar con las guerras, por más absurdas que sean, pero podemos dar ayuda a los que a causa de ellas deben de huir de sus hogares.
República es ajena a la opinión expresada en este artículo

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24 de junio, 2017

“No se trata de compartir una carga, sino de compartir una responsabilidad mundial, basada tanto en la idea general de que todos somos humanos como en las obligaciones muy específicas en virtud del derecho internacional. Los problemas fundamentales son la guerra y el odio, no las personas que huyen. Los refugiados se cuentan entre las primeras víctimas del terrorismo.” António Guterres, Secretario general de la ONU.

Antes de empezar, debemos de comprender qué hace a una persona un refugiado, según la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los refugiados, nos referimos a una persona que “debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad y no pueda, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de su país… no pueda o, a causa de dichos temores no quiera regresar a él.

Cada 20 de junio se conmemora el día internacional del refugiado, esto para no olvidar la situación en la que 65,6 millones de personas se encuentran actualmente alrededor de todo el mundo. Cada tres segundo una persona es forzada a ser desplazada en algún lugar del mundo.

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No puedo ni siquiera imaginar el dolor, el miedo y la tristeza que debe provocar dejar nuestro país de origen y todo a causa de algo que no podemos ni deberíamos tratar de controlar. Nadie decide con que raza nacer ni con que nacionalidad y la religión debería ser todo, menos un problema. Dejar todo atrás, una vida, casa, probablemente trabajo, familia y amigos; para ir a lo desconocido. Enfrentar, además de toda la situación de renuncia constante, un país nuevo, quizás un idioma distinto, una cultura a la que no se pertenece y añadir la tristeza de haber abandonado todo aquello que siempre se creyó parte de uno.
Tal y como se puede ver expresado en la frase del actual secretario general de la ONU, el problema no son las personas sino las causas por las que son obligadas a abandonar sus países, la guerra y el odio. Dos cosas que podemos saber, recordando la historia más inmediata del mundo, que no ayudan en nada y solo detienen el desarrollo tan ansiado que tenemos como humanidad.

La valentía y osadía, con la que los refugiados arriesgan su vida con la esperanza, casi con la certeza, que es mejor correr ese riesgo a permanecer en el lugar de origen; es solamente una muestra de lo asfixiante que son los problemas que provocan el desplazamiento.

De los 65,6 millones de refugiados, el 51% son niños y 19 millones mujeres. Millones de niños que crecerán lejos de su familia extendida, de sus tradiciones, de sus amigos, niños que crecerán sin tener muy claro a qué lugar pertenecen o quiénes son. Niños que dejarán atrás la infancia de golpe y de manera temprana a causa del odio de otras personas.
Las heridas por guerras, por odio e ignorancia; difícilmente cierran. Al contrario, solo se expanden para que siempre estén presentes. Han visto los peores crimines o hasta han sobrevivido a ellos y después deben huir para poder tener una vida mejor o al menos una alejada del peligro que representa vivir en sus países de origen. La cantidad de familias que son separadas por el desplazamiento es solamente un número que no debería de existir.

Personas que han cambiado la historia de la ciencia o del arte han sufrido en carne propia ser refugiados. Albert Einstein, por ejemplo, quién debió huir de su país no solamente por sus orígenes judíos, sino que por sus aportes a la ciencia. O Farrokh Bulsara, mejor conocido como Freddy Mercury, que con 17 años tuvo que huir de su natal Zanzíbar y refugiarse en Gran Bretaña. La modelo Alex Wek, el actor Jackie Chang, el Nobel de la Paz Dalai Lama y el cantante libanés Mika son algunos de los otros refugiados que han encontrado en el arte o la religión una manera de contar sus historias.

Tristemente es un problema que no es nuevo en la historia de la humanidad ni uno que parezca que pronto tendrá solución. Pero si es uno que nos importa a todos, uno donde debemos dejar atrás las diferencias para poder encontrar una manera de ser un mejor planeta para recibir con brazos abiertos a todos aquellos que pasan por esta situación. No podemos terminar con las guerras, por más absurdas que sean, pero podemos dar ayuda a los que a causa de ellas deben de huir de sus hogares.
República es ajena a la opinión expresada en este artículo