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El problema social del hincha guatemalteco

Luis Felipe Garrán
29 de junio, 2017

“La estupidez es universal porque el fútbol es universal”. Cuesta creer que tales palabras hayan salido de la boca de un argentino, casi tanto como que Jorge Luis Borges (ese argentino) nunca ganara el Nobel de literatura. No concuerdo con él, porque prefiero reestructurar la frase para explicar el verdadero problema: teniendo dos cosas universales, como el fútbol y la estupidez, no es tan difícil combinarlas. Pude comprobarlo el domingo en el Manuel Felipe Carrera, el estadio del Trébol.

Como parte de la final de la Copa Cementos Progreso, la cual es disputada por albañiles y maestros de obra de todo el país, organizaron un partido entre Municipal y Antigua. Como invitados especiales nada más y nada menos que dos leyendas de la talla de Alessandro del Piero y Michel Salgado. El segundo cometió un “pecado”, al menos para un sector de la grada que no dudó en “lanzarle piedras” durante todo el partido; jugó para el Real Madrid.

Jamás leí “El problema social del indio”, tesis de Miguel Ángel Asturias (quien sí ganó el Nobel) pero sé que la “solución” (si es que eso es un problema) que plantea para los indios es una inmigración masiva de europeos para que se mezclen con ellos. No tengo claro que esta proposición pudiera ser aceptada en muchos sitios hoy en día (yo soy de los primeros en tacharla) pero en cuanto a fútbol vemos que ha habido una “inmigración”, y no estoy tan seguro de que haya sido para bien.

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“¡Comete a la Barbie!”, “¡Ronaldinho fue tu papá!”, “Visca el Barça i visca Catalunya!”. Nada de esto concuerda con lo bien que dijo Salgado haber sido tratado a su llegada al aeropuerto La Aurora. “Se nota la pasión y el cariño de este pueblo”, dijo el gallego. Lo que aún no comprobaba era la estupidez de su hinchada.

No pretendo demeritar al fútbol nacional, pero tampoco vamos a comparar a un club cuyo máximo referente no es convocado a la selección de su país (México) ni siquiera porque han armado un equipo B para la Copa Oro que se les avecina, con un tipo que es doble campeón de Champions League con el Real Madrid. La participación de Salgado era mero espectáculo, y no era para nadie más que los fanáticos del fútbol. El escenario era un partido amistoso, un show familiar para el deleite de quienes lo presenciaron.

La estupidez de ese sector al que me refiero les hizo olvidar que el partido no valía nada, que ambos clubes apenas están reiniciando sus ciclos de trabajo y que el motivo por el que la gran mayoría pagó su entrada, a un precio muy por encima de lo que cuesta ver la Liga Nacional, fue por la presencia de los dos cracks europeos. La estupidez de ese sector no les dejó ver que la camiseta de Salgado, además de llevar blanco, tenía franjas verdes, y que el estadio no era, ni por cerca, el Santiago Bernabéu.

La estupidez de ese sector los invitó a gritar cánticos cuya connotación política (Visca Catalunya!) no entienden realmente, pero que esa “inmigración futbolística” europea (que no se produjo en barcos, sino en canales de pago) les ha hecho creer que es lo más apropiado para gritarle a un rival, de quien también se mofaron por su cabello llamándole Barbie.

Lo que le hizo Salgado al fútbol nacional fue un favor, con el simple hecho de venir y atreverse a jugar en un estadio con la típica fragancia que tiene el Trébol. Y aún con eso, hubo quien no se dedicó a otra cosa que a insultarle.

En lo personal le agradezco que haya venido, en verdad fue lindo ver a un Galáctico vestir un uniforme de la Liga Nacional. Y a cualquier otro crack que quiera venir a un evento similar, le digo que se lo piense dos veces, porque la estupidez del hincha guatemalteco es su mayor problema social.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

El problema social del hincha guatemalteco

Luis Felipe Garrán
29 de junio, 2017

“La estupidez es universal porque el fútbol es universal”. Cuesta creer que tales palabras hayan salido de la boca de un argentino, casi tanto como que Jorge Luis Borges (ese argentino) nunca ganara el Nobel de literatura. No concuerdo con él, porque prefiero reestructurar la frase para explicar el verdadero problema: teniendo dos cosas universales, como el fútbol y la estupidez, no es tan difícil combinarlas. Pude comprobarlo el domingo en el Manuel Felipe Carrera, el estadio del Trébol.

Como parte de la final de la Copa Cementos Progreso, la cual es disputada por albañiles y maestros de obra de todo el país, organizaron un partido entre Municipal y Antigua. Como invitados especiales nada más y nada menos que dos leyendas de la talla de Alessandro del Piero y Michel Salgado. El segundo cometió un “pecado”, al menos para un sector de la grada que no dudó en “lanzarle piedras” durante todo el partido; jugó para el Real Madrid.

Jamás leí “El problema social del indio”, tesis de Miguel Ángel Asturias (quien sí ganó el Nobel) pero sé que la “solución” (si es que eso es un problema) que plantea para los indios es una inmigración masiva de europeos para que se mezclen con ellos. No tengo claro que esta proposición pudiera ser aceptada en muchos sitios hoy en día (yo soy de los primeros en tacharla) pero en cuanto a fútbol vemos que ha habido una “inmigración”, y no estoy tan seguro de que haya sido para bien.

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“¡Comete a la Barbie!”, “¡Ronaldinho fue tu papá!”, “Visca el Barça i visca Catalunya!”. Nada de esto concuerda con lo bien que dijo Salgado haber sido tratado a su llegada al aeropuerto La Aurora. “Se nota la pasión y el cariño de este pueblo”, dijo el gallego. Lo que aún no comprobaba era la estupidez de su hinchada.

No pretendo demeritar al fútbol nacional, pero tampoco vamos a comparar a un club cuyo máximo referente no es convocado a la selección de su país (México) ni siquiera porque han armado un equipo B para la Copa Oro que se les avecina, con un tipo que es doble campeón de Champions League con el Real Madrid. La participación de Salgado era mero espectáculo, y no era para nadie más que los fanáticos del fútbol. El escenario era un partido amistoso, un show familiar para el deleite de quienes lo presenciaron.

La estupidez de ese sector al que me refiero les hizo olvidar que el partido no valía nada, que ambos clubes apenas están reiniciando sus ciclos de trabajo y que el motivo por el que la gran mayoría pagó su entrada, a un precio muy por encima de lo que cuesta ver la Liga Nacional, fue por la presencia de los dos cracks europeos. La estupidez de ese sector no les dejó ver que la camiseta de Salgado, además de llevar blanco, tenía franjas verdes, y que el estadio no era, ni por cerca, el Santiago Bernabéu.

La estupidez de ese sector los invitó a gritar cánticos cuya connotación política (Visca Catalunya!) no entienden realmente, pero que esa “inmigración futbolística” europea (que no se produjo en barcos, sino en canales de pago) les ha hecho creer que es lo más apropiado para gritarle a un rival, de quien también se mofaron por su cabello llamándole Barbie.

Lo que le hizo Salgado al fútbol nacional fue un favor, con el simple hecho de venir y atreverse a jugar en un estadio con la típica fragancia que tiene el Trébol. Y aún con eso, hubo quien no se dedicó a otra cosa que a insultarle.

En lo personal le agradezco que haya venido, en verdad fue lindo ver a un Galáctico vestir un uniforme de la Liga Nacional. Y a cualquier otro crack que quiera venir a un evento similar, le digo que se lo piense dos veces, porque la estupidez del hincha guatemalteco es su mayor problema social.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo