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De a poquitos

Redacción
01 de julio, 2017

“Y una vez que la tormenta termine, no recordarás cómo lo lograste, cómo sobreviviste. Ni siquiera estarás seguro si la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa es segura. Cuando salgas de esa tormenta, no serás a misma persona que entró a ella. De eso se trata eta tormenta.”- Haruki Murakami
Hace algunos días, nos detuvimos a pensar con unos amigos, que hace falta poco para que este año termine. Digo, ya pasamos la mitad del año y eso ya nos habla mucho del recorrido que hemos realizado. Y no sé porque, pero por alguna razón absurda, siempre creemos que los comienzos están detrás de un 31 de diciembre. Es justo en esas fechas donde creemos que lograremos todo lo que pensamos mientras llegan las 12. Pero ¿qué pasa el resto del año?

La razón fundamental, y la magia tras el 31 de diciembre es el cambio de año, un cambio que estamos tan acostumbrados a vivir que ya no nos da miedo, a veces ni nos emociona, solo lo tenemos ahí como una excusa para sacar de la mente y el corazón los sueños guardados. Tomamos como pretexto este cambio para desear alcanzar otros en nuestras vidas.
Pero a veces, son los cambios los que nos alcanzan, y llegan sin invitación ni fecha en el calendario. Nos golpean como bolsas de aire y a la mitad del shock del impacto nos gritan, nos ordenan que hagamos algo, que los recibamos rapidito y sin mal modo. Pero el miedo, el golpe y todo nos deja paralizados, imaginando cómo deberíamos movernos. Son esas batallas, a la mitad del miedo, del impacto, las que nos hacen mejores personas o al menos, las que nos hacen ser quienes somos.

Sí, el cambio asusta porque no sabemos qué hay del otro lado ni cómo nos irá ahí. Pero algo es seguro, recibimos las batallas de las que saldremos bien librados. Quizá no ahora, no tan cerca del golpe, pero en el momento adecuado. Y ese momento solo llegará si empezamos a movernos, si avanzamos lejos del incidente. Que esté en nuestra memoria, pero que no nos detenga. Ir formando de a poquitos nuestro camino, nuestras respuestas y sobre todo nuestras victorias.
Moverse de a poquitos, sabiendo que no se está solo.

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República es ajena a la opinión expresada en este artículo

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“Y una vez que la tormenta termine, no recordarás cómo lo lograste, cómo sobreviviste. Ni siquiera estarás seguro si la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa es segura. Cuando salgas de esa tormenta, no serás a misma persona que entró a ella. De eso se trata eta tormenta.”- Haruki Murakami
Hace algunos días, nos detuvimos a pensar con unos amigos, que hace falta poco para que este año termine. Digo, ya pasamos la mitad del año y eso ya nos habla mucho del recorrido que hemos realizado. Y no sé porque, pero por alguna razón absurda, siempre creemos que los comienzos están detrás de un 31 de diciembre. Es justo en esas fechas donde creemos que lograremos todo lo que pensamos mientras llegan las 12. Pero ¿qué pasa el resto del año?

La razón fundamental, y la magia tras el 31 de diciembre es el cambio de año, un cambio que estamos tan acostumbrados a vivir que ya no nos da miedo, a veces ni nos emociona, solo lo tenemos ahí como una excusa para sacar de la mente y el corazón los sueños guardados. Tomamos como pretexto este cambio para desear alcanzar otros en nuestras vidas.
Pero a veces, son los cambios los que nos alcanzan, y llegan sin invitación ni fecha en el calendario. Nos golpean como bolsas de aire y a la mitad del shock del impacto nos gritan, nos ordenan que hagamos algo, que los recibamos rapidito y sin mal modo. Pero el miedo, el golpe y todo nos deja paralizados, imaginando cómo deberíamos movernos. Son esas batallas, a la mitad del miedo, del impacto, las que nos hacen mejores personas o al menos, las que nos hacen ser quienes somos.

Sí, el cambio asusta porque no sabemos qué hay del otro lado ni cómo nos irá ahí. Pero algo es seguro, recibimos las batallas de las que saldremos bien librados. Quizá no ahora, no tan cerca del golpe, pero en el momento adecuado. Y ese momento solo llegará si empezamos a movernos, si avanzamos lejos del incidente. Que esté en nuestra memoria, pero que no nos detenga. Ir formando de a poquitos nuestro camino, nuestras respuestas y sobre todo nuestras victorias.
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