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Tomemos ejemplo

Betty Marroquin
10 de julio, 2017

Cuando busqué en los medios estadounidenses cobertura sobre el viaje del Presidente Donald Trump a Polonia lo que encontré fue en su mayoría pura basura. Que si la Primera Dama polaca se rehusó a darle la mano a Trump, que según parece fue más bien muy cordial con la primera pareja estadounidense, o que si se tropezó bajando las gradas del avión, etc. Fue tan magra y viciada que el Washington Examiner publicó el 8 de julio un análisis de la cobertura que los medios dieron a ese viaje, titulándolo “La visita de Trump a Polonia y los medios incoherentes” (Trump’s visit to Poland and the incoherent media), en la que en resumidas cuentas puntualiza lo evidente, la antipatía de los medios hacia Trump evidentemente les impide publicar cualquier cosa positiva sobre el Presidente de los Estados Unidos. Pero esto es importante porque el mensaje que el Presidente Trump dirigió a los polacos es un mensaje que debiera ser conocido por todos ya que resuena en las mentes de quienes amamos la libertad y la democracia.

Cualquiera que se toma la molestia de leer el discurso y ya no digamos verlo (disponible en Youtube), se dará cuenta que fue un discurso magistral y que lo que no les gusta a algunos medios, es que es un discurso que habla de valores, de la familia, en términos conservadores tradicionales. Habló sobre el derecho que tienen los pueblos europeos a proteger su identidad nacional y su soberanía. Que tienen derecho a vivir en su continente en paz, y sin temor. La nación que diera vida a Chopin, Copernicus, a San Juan Pablo II, Walesa y otros tantos héroes merece respeto, y el Presidente Trump lo expresó excelsamente.

La nueva amenaza del mundo libre es el terrorismo que es alimentado por el fanatismo y la ignorancia, y se ha convertido en el peligro primordial de Occidente. Los extremistas terroristas odian que Occidente significa música, innovación, excelencia, Estado de Derecho, propiedad privada, libre emisión del pensamiento y de la expresión, y poder para la mujer como pilar de la sociedad y del éxito. Occidente pone su Fe en la familia, no en el gobierno ni en la burocracia como centro de nuestras vidas. En el mundo libre todo se debate, todo viene retado, buscamos conocimiento para el mejoramiento individual. Ninguna civilización aprecia tanto el valor de la dignidad humana, de la libertad, de la esperanza. Dice el Presidente Trump en su discurso que el principal defensor de todos esos valores es el pueblo, no el gobierno.  Pienso que la historia demuestra que tiene la razón.

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“Nuestros ciudadanos no ganaron la libertad juntos, no sobrevivieron los horrores juntos, no enfrentaron el mal juntos, sólo para perder su libertad por falta de orgullo y confianza en nuestros valores. No lo hicimos y no lo haremos. Jamás retrocederemos”, dijo el Presidente Trump.  La pregunta fundamental, como bien agrega, es si Occidente tiene la voluntad de sobrevivir. Sin confianza en nuestros valores, no los defenderemos contra todo. Sin respeto por nuestras fronteras, no las protegeremos. Sin el deseo y el coraje de preservar nuestra civilización, nuestra identidad, las perderemos. De nada sirven las armas y el dinero, si los valores y la familia son deterioradas, porque esas son las bases sobre las cuales se cimientan nuestras sociedades libres.

El Presidente Trump tiene razón cuando dice que la batalla contra nuestro nuevo enemigo inicia en nuestras mentes, en nuestra voluntad y en nuestro corazón. Pienso que eso se aplica para todo en la vida. Y al final, proceder bien es lo único que cuenta, con valor y a pesar de que proceder mal siempre sea más fácil. Guatemala puede tomar ejemplo de Polonia, y del mensaje del Presidente Donald Trump. Protejamos nuestra identidad multicultural, nuestro derecho a la propiedad privada y al trabajo digno, nuestros valores de chapines que somos todos, y nuestro derecho a vivir en un país libre, soberano e independiente, dónde todos tengamos oportunidades de superación, acceso a salud y educación, y al sacrosanto empleo. Sólo así sacaremos adelante a nuestra linda Guatemala.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Tomemos ejemplo

Betty Marroquin
10 de julio, 2017

Cuando busqué en los medios estadounidenses cobertura sobre el viaje del Presidente Donald Trump a Polonia lo que encontré fue en su mayoría pura basura. Que si la Primera Dama polaca se rehusó a darle la mano a Trump, que según parece fue más bien muy cordial con la primera pareja estadounidense, o que si se tropezó bajando las gradas del avión, etc. Fue tan magra y viciada que el Washington Examiner publicó el 8 de julio un análisis de la cobertura que los medios dieron a ese viaje, titulándolo “La visita de Trump a Polonia y los medios incoherentes” (Trump’s visit to Poland and the incoherent media), en la que en resumidas cuentas puntualiza lo evidente, la antipatía de los medios hacia Trump evidentemente les impide publicar cualquier cosa positiva sobre el Presidente de los Estados Unidos. Pero esto es importante porque el mensaje que el Presidente Trump dirigió a los polacos es un mensaje que debiera ser conocido por todos ya que resuena en las mentes de quienes amamos la libertad y la democracia.

Cualquiera que se toma la molestia de leer el discurso y ya no digamos verlo (disponible en Youtube), se dará cuenta que fue un discurso magistral y que lo que no les gusta a algunos medios, es que es un discurso que habla de valores, de la familia, en términos conservadores tradicionales. Habló sobre el derecho que tienen los pueblos europeos a proteger su identidad nacional y su soberanía. Que tienen derecho a vivir en su continente en paz, y sin temor. La nación que diera vida a Chopin, Copernicus, a San Juan Pablo II, Walesa y otros tantos héroes merece respeto, y el Presidente Trump lo expresó excelsamente.

La nueva amenaza del mundo libre es el terrorismo que es alimentado por el fanatismo y la ignorancia, y se ha convertido en el peligro primordial de Occidente. Los extremistas terroristas odian que Occidente significa música, innovación, excelencia, Estado de Derecho, propiedad privada, libre emisión del pensamiento y de la expresión, y poder para la mujer como pilar de la sociedad y del éxito. Occidente pone su Fe en la familia, no en el gobierno ni en la burocracia como centro de nuestras vidas. En el mundo libre todo se debate, todo viene retado, buscamos conocimiento para el mejoramiento individual. Ninguna civilización aprecia tanto el valor de la dignidad humana, de la libertad, de la esperanza. Dice el Presidente Trump en su discurso que el principal defensor de todos esos valores es el pueblo, no el gobierno.  Pienso que la historia demuestra que tiene la razón.

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“Nuestros ciudadanos no ganaron la libertad juntos, no sobrevivieron los horrores juntos, no enfrentaron el mal juntos, sólo para perder su libertad por falta de orgullo y confianza en nuestros valores. No lo hicimos y no lo haremos. Jamás retrocederemos”, dijo el Presidente Trump.  La pregunta fundamental, como bien agrega, es si Occidente tiene la voluntad de sobrevivir. Sin confianza en nuestros valores, no los defenderemos contra todo. Sin respeto por nuestras fronteras, no las protegeremos. Sin el deseo y el coraje de preservar nuestra civilización, nuestra identidad, las perderemos. De nada sirven las armas y el dinero, si los valores y la familia son deterioradas, porque esas son las bases sobre las cuales se cimientan nuestras sociedades libres.

El Presidente Trump tiene razón cuando dice que la batalla contra nuestro nuevo enemigo inicia en nuestras mentes, en nuestra voluntad y en nuestro corazón. Pienso que eso se aplica para todo en la vida. Y al final, proceder bien es lo único que cuenta, con valor y a pesar de que proceder mal siempre sea más fácil. Guatemala puede tomar ejemplo de Polonia, y del mensaje del Presidente Donald Trump. Protejamos nuestra identidad multicultural, nuestro derecho a la propiedad privada y al trabajo digno, nuestros valores de chapines que somos todos, y nuestro derecho a vivir en un país libre, soberano e independiente, dónde todos tengamos oportunidades de superación, acceso a salud y educación, y al sacrosanto empleo. Sólo así sacaremos adelante a nuestra linda Guatemala.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo