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Redacción
17 de julio, 2017

Lo antagonía de personas con nombre y apellido pertenecientes a la empresa, el gobierno y la comunidad internacional han llenado miles y miles de páginas de los medios de comunicación de Guatemala. Sin embargo esa acción el motivo fundamental de conflictividad se debe fundamentalmente a la soberbia de los primeros, soberbia de los segundos y soberbia de los terceros. Tres soberbias matizadas a través circunstancias que no los afectan en su condición fundamental de vida. Sin embargo magnifican problemas para victimizarse frente a los demás. Esa es una actitud cobarde de las personas que al hipostasiar su soberbia en instituciones se invisibilizan dañando a cantidades de guatemaltecos honrados y trabajadores.

Los nombres saltan a la vista una y otra vez, CODECA, CACIF, CICIG, SAT, MP PGN. Sin embargo de tras de estos organismos hay personas individuales con una marcado sentimiento de superioridad respecto de los demás manifestando un denodado desprecio por los demás.

Las acciones  de pocas personas destruyen los verdaderos cimientos de un orden civilizado. La soberbia provoca que afloren otros sentimientos en la vida social, odios, resentimientos que provocan descontento y una atrofia institucional en la manera de ver y tratar los problemas que se resolverían fácilmente con una acción proactiva de todos.

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Los acontecimientos de la semana pasada se vuelven hábito y en palabras de abogados desencantados la expresión más común es “Guatemala ya no se compone”. Como persona renuncio a esa manera colectiva de ser parte de un problema que no es causado por los que componemos el Estado-Nación sino por sus soberbios dirigentes que desde diferentes palestras se visten con piel de cordero, se somatan el pecho, asisten con sus familias a sus iglesias y dentro de la semana forman parte de ese caos que nos afecta a todos en comunidad.

La destrucción de los nacionalismos debe darse igual que la destrucción de esos falsos apoyos que a través de la publicidad pretenden vender la idea de que nos apoyan y que hacen todo lo posible por arreglar Guatemala. Hoy me uno a todos aquellos que manifiesta y abiertamente manifiestan desconfianza no en las instituciones sino en esas personas que teniendo un pan que comerse todos los días no les basta y quieren arrebatar la paz de los demás únicamente con el deseo de sentirse poderosos y temidos.

La actitud desafiante de cada uno de ellos por su nombre empieza a asfixiar a otras instituciones apoyadas por nuevas instituciones. Bastaría revisar cómo define la Junta Revolucionaria de Gobierno el concepto AUTONOMIA que se le define claramente como la no interferencia en aquellas instituciones que deben sanearse a sí mismas. Al destruirse unas contra otras tendremos dificultades que terminarán en un odio intestino hacia cualquier orden social.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Redacción
17 de julio, 2017

Lo antagonía de personas con nombre y apellido pertenecientes a la empresa, el gobierno y la comunidad internacional han llenado miles y miles de páginas de los medios de comunicación de Guatemala. Sin embargo esa acción el motivo fundamental de conflictividad se debe fundamentalmente a la soberbia de los primeros, soberbia de los segundos y soberbia de los terceros. Tres soberbias matizadas a través circunstancias que no los afectan en su condición fundamental de vida. Sin embargo magnifican problemas para victimizarse frente a los demás. Esa es una actitud cobarde de las personas que al hipostasiar su soberbia en instituciones se invisibilizan dañando a cantidades de guatemaltecos honrados y trabajadores.

Los nombres saltan a la vista una y otra vez, CODECA, CACIF, CICIG, SAT, MP PGN. Sin embargo de tras de estos organismos hay personas individuales con una marcado sentimiento de superioridad respecto de los demás manifestando un denodado desprecio por los demás.

Las acciones  de pocas personas destruyen los verdaderos cimientos de un orden civilizado. La soberbia provoca que afloren otros sentimientos en la vida social, odios, resentimientos que provocan descontento y una atrofia institucional en la manera de ver y tratar los problemas que se resolverían fácilmente con una acción proactiva de todos.

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Los acontecimientos de la semana pasada se vuelven hábito y en palabras de abogados desencantados la expresión más común es “Guatemala ya no se compone”. Como persona renuncio a esa manera colectiva de ser parte de un problema que no es causado por los que componemos el Estado-Nación sino por sus soberbios dirigentes que desde diferentes palestras se visten con piel de cordero, se somatan el pecho, asisten con sus familias a sus iglesias y dentro de la semana forman parte de ese caos que nos afecta a todos en comunidad.

La destrucción de los nacionalismos debe darse igual que la destrucción de esos falsos apoyos que a través de la publicidad pretenden vender la idea de que nos apoyan y que hacen todo lo posible por arreglar Guatemala. Hoy me uno a todos aquellos que manifiesta y abiertamente manifiestan desconfianza no en las instituciones sino en esas personas que teniendo un pan que comerse todos los días no les basta y quieren arrebatar la paz de los demás únicamente con el deseo de sentirse poderosos y temidos.

La actitud desafiante de cada uno de ellos por su nombre empieza a asfixiar a otras instituciones apoyadas por nuevas instituciones. Bastaría revisar cómo define la Junta Revolucionaria de Gobierno el concepto AUTONOMIA que se le define claramente como la no interferencia en aquellas instituciones que deben sanearse a sí mismas. Al destruirse unas contra otras tendremos dificultades que terminarán en un odio intestino hacia cualquier orden social.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo