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Claudia Armas surca por las aguas del Motagua

Redacción República
20 de julio, 2017

Versión Deluxe, es el blog de música de Luis Fernando Alejos y República

Fue hace algunos meses, en la librería Sophos, donde finalmente traje a casa el más reciente álbum de la cantautora guatemalteca Claudia Armas: Motagua. Lo lanzó hace unos 3 años, pero no fue sino hasta ahora que tuve la oportunidad de acercarme a su propuesta musical. No fue por falta de interés, aclaro, pero hizo bien esperar el momento adecuado para sumergirme en este disco verdaderamente independiente (no tiene disquera, año de producción o créditos más que para los músicos que participaron). Poética y desenfadada, esta colección de canciones suena atemporal. No obedece a un género específico, aunque se inclina hacia el folk, el rock, jazz y hacia sonidos gitanos.

http://gph.is/2tYCHgg

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“Y me miro de rodillas y tu Cristo no me mira”, canta Armas en el track inicial Lágrimas de té. Las súplicas son dichas en voz alta, con un buen ritmo. Ella, quien además de las voces principales, también aporta guitarra en todas las canciones (excepto en Males amarillos). Hablando precisamente del espíritu nómada que caracteriza la última parte del álbum, pienso en la novela del también guatemalteco Eduardo Halfon, La Pirueta.

Cito textualmente: “Para los serbios siempre he sido un gitano de mierda, un gitano sucio que no vale nada. Y para los gitanos siempre he sido un gadje de mierda, un no-gitano de mierda. La familia de mi madre siempre nos rechazó. La familia de mi padre siempre nos rechazó. Soy un gitano que no puede ser un gitano y también soy un serbio que no puede ser un serbio. ¿Qué hace un niño, Eduardito, que es excluido por unos y excluido por otros y odiado por unos y otros? Se aísla, eso hace. Se recluye en sí mismo. Y ése, sin duda, es mi mayor talento. No la música, sino la habilidad de encerrarme en mí mismo…”.

http://gph.is/2tZa2rs

Es el cuarto gitano de esta obra el más sobresaliente. Desde Mil abriles, pasando por Males amarillos, un tema excepcional (donde se fusionan con destreza la gitana flamenca de Alfredo Cáceres, la voz de Claudia, y el bajo y secuenciador midi de Pablo León), hacia La rueda de la fortuna, la fiesta busca “amigos para pasarla requete sabroso”. Precisamente en esta canción se escucha a una banda armoniosa: Mauricio Armas (coros), Beatriz Del Cid (coros), Rodolfo Espinosa (coros y acordeón), la propia Armas en voz y guitarra acústica, Cáceres y su guitarra gipsy, Pablo León en el bajo y Jonathan Bermúdez en la batería.

El duende del mezcal hace de las suyas y propone hacerle frente a los sinsabores. La canción homónima, Motagua, bien pudo haber sido grabada por Julieta Venegas, y lo digo como cumplido. Es fresca, a pesar de la nostalgia de la afirmación “éramos felices”. No existían cicatrices y no se había roto lo sagrado.

http://gph.is/2tZc8rk

Escucha el álbum aquí, aquí o aquí

Lee también: Nacimos para morir en el paraíso, gracias a Lana del Rey

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Claudia Armas surca por las aguas del Motagua

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Fue hace algunos meses, en la librería Sophos, donde finalmente traje a casa el más reciente álbum de la cantautora guatemalteca Claudia Armas: Motagua. Lo lanzó hace unos 3 años, pero no fue sino hasta ahora que tuve la oportunidad de acercarme a su propuesta musical. No fue por falta de interés, aclaro, pero hizo bien esperar el momento adecuado para sumergirme en este disco verdaderamente independiente (no tiene disquera, año de producción o créditos más que para los músicos que participaron). Poética y desenfadada, esta colección de canciones suena atemporal. No obedece a un género específico, aunque se inclina hacia el folk, el rock, jazz y hacia sonidos gitanos.

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“Y me miro de rodillas y tu Cristo no me mira”, canta Armas en el track inicial Lágrimas de té. Las súplicas son dichas en voz alta, con un buen ritmo. Ella, quien además de las voces principales, también aporta guitarra en todas las canciones (excepto en Males amarillos). Hablando precisamente del espíritu nómada que caracteriza la última parte del álbum, pienso en la novela del también guatemalteco Eduardo Halfon, La Pirueta.

Cito textualmente: “Para los serbios siempre he sido un gitano de mierda, un gitano sucio que no vale nada. Y para los gitanos siempre he sido un gadje de mierda, un no-gitano de mierda. La familia de mi madre siempre nos rechazó. La familia de mi padre siempre nos rechazó. Soy un gitano que no puede ser un gitano y también soy un serbio que no puede ser un serbio. ¿Qué hace un niño, Eduardito, que es excluido por unos y excluido por otros y odiado por unos y otros? Se aísla, eso hace. Se recluye en sí mismo. Y ése, sin duda, es mi mayor talento. No la música, sino la habilidad de encerrarme en mí mismo…”.

http://gph.is/2tZa2rs

Es el cuarto gitano de esta obra el más sobresaliente. Desde Mil abriles, pasando por Males amarillos, un tema excepcional (donde se fusionan con destreza la gitana flamenca de Alfredo Cáceres, la voz de Claudia, y el bajo y secuenciador midi de Pablo León), hacia La rueda de la fortuna, la fiesta busca “amigos para pasarla requete sabroso”. Precisamente en esta canción se escucha a una banda armoniosa: Mauricio Armas (coros), Beatriz Del Cid (coros), Rodolfo Espinosa (coros y acordeón), la propia Armas en voz y guitarra acústica, Cáceres y su guitarra gipsy, Pablo León en el bajo y Jonathan Bermúdez en la batería.

El duende del mezcal hace de las suyas y propone hacerle frente a los sinsabores. La canción homónima, Motagua, bien pudo haber sido grabada por Julieta Venegas, y lo digo como cumplido. Es fresca, a pesar de la nostalgia de la afirmación “éramos felices”. No existían cicatrices y no se había roto lo sagrado.

http://gph.is/2tZc8rk

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