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Redacción
22 de julio, 2017

¡Sí, también vengo a hablarles del caso de María chula!
Independientemente si creemos que hay racismo o no dentro de toda esta polémica, no podemos negar que vivimos en un país racista. Un país donde se goza el racismo, siempre y cuando nosotros seamos los del poder porque si se voltea el asunto ya no tiene nada de divertido.

Mi apellido, como podrán ver, es de origen indígena. Y siendo franca, nunca me había detenido a pensarlo hasta hace unos dos años. Nunca en mi vida escolar alguien había hecho un comentario denigrante hacia mí por esa razón. Quizá estudié con personas muy bien educadas o con personas que no les salían tener el valor suficiente para decírmelo a la cara.

Y fue hasta hace relativamente poco que sentí al racismo darme una cachetada, una bien puesta y con la mano abierta. Al principio entré algo en shock pues como dije nunca me había ocurrido y cuando me pasó ese efecto sentí rabia y enojo. Luego sentí pena porque me di cuenta que es realmente una pena que en pleno siglo XXI aún existan personas creyendo que se tienen derechos conforme a nuestros orígenes. Personas que se jactan de luchar por una Guatemala más justa, pero que creen firmemente que la capacidad de alguien está directamente relacionada con el color de su piel, ojos y pelo. Hablan de razas como si las personas fuéramos perros, como si de eso dependiera el valor de nuestras vidas.
Es absurdo querer decir que no somos racistas, que todos esos cometarios los hacemos por buen humor y que si vemos esto como racismo es porque tenemos la mente llena de complejos.

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Nieguen que hay racismo, cuando hace poco la cantante Sara Curruchich publicó en su página de Facebook un caso propio de racismo. Donde un hombre le ofrecía trabajo de “muchacha”, esto al verla con su traje típico. Nieguen que hay racismo cuando entre los comentarios de esta publicación se pueden leer varios: “resentida” “No creo esa historia”. Nieguen que hay racismo cuando todos sabemos que cuando alguien viene desde el interior a la capital tiene que quitarse su traje para poder trabajar. No neguemos el racismo
Ahora sobre el caso de María chula. Entiendo el punto de Codisra y su argumento sobre que esta mezcla les haya sonado racista. Pero también entiendo a María Andrea Flores, dueña de este negocio. Con el nombre no esperaba ofender a nadie, pues tanto ella como su abuela se llaman así, María. Y estoy casi segura que de haberse combinado el chula con cualquier otro nombre, nada de esto hubiese pasado. Es decir, un “Alejandra chula” no hubiera causado tanta polémica. Fue solamente una mala jugada del “destino”.

El racismo existe y hasta se puede tocar aquí en Guatemala. No busco convencer a nadie sobre esto, pero si ayudar a reflexionar a los que creen que este no existe. Erradicar el racismo es prácticamente imposible, pero dejar de hacerlo parte de nuestro imaginario es una meta que si se trabaja de persona en persona, se puede lograr.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Redacción
22 de julio, 2017

¡Sí, también vengo a hablarles del caso de María chula!
Independientemente si creemos que hay racismo o no dentro de toda esta polémica, no podemos negar que vivimos en un país racista. Un país donde se goza el racismo, siempre y cuando nosotros seamos los del poder porque si se voltea el asunto ya no tiene nada de divertido.

Mi apellido, como podrán ver, es de origen indígena. Y siendo franca, nunca me había detenido a pensarlo hasta hace unos dos años. Nunca en mi vida escolar alguien había hecho un comentario denigrante hacia mí por esa razón. Quizá estudié con personas muy bien educadas o con personas que no les salían tener el valor suficiente para decírmelo a la cara.

Y fue hasta hace relativamente poco que sentí al racismo darme una cachetada, una bien puesta y con la mano abierta. Al principio entré algo en shock pues como dije nunca me había ocurrido y cuando me pasó ese efecto sentí rabia y enojo. Luego sentí pena porque me di cuenta que es realmente una pena que en pleno siglo XXI aún existan personas creyendo que se tienen derechos conforme a nuestros orígenes. Personas que se jactan de luchar por una Guatemala más justa, pero que creen firmemente que la capacidad de alguien está directamente relacionada con el color de su piel, ojos y pelo. Hablan de razas como si las personas fuéramos perros, como si de eso dependiera el valor de nuestras vidas.
Es absurdo querer decir que no somos racistas, que todos esos cometarios los hacemos por buen humor y que si vemos esto como racismo es porque tenemos la mente llena de complejos.

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Nieguen que hay racismo, cuando hace poco la cantante Sara Curruchich publicó en su página de Facebook un caso propio de racismo. Donde un hombre le ofrecía trabajo de “muchacha”, esto al verla con su traje típico. Nieguen que hay racismo cuando entre los comentarios de esta publicación se pueden leer varios: “resentida” “No creo esa historia”. Nieguen que hay racismo cuando todos sabemos que cuando alguien viene desde el interior a la capital tiene que quitarse su traje para poder trabajar. No neguemos el racismo
Ahora sobre el caso de María chula. Entiendo el punto de Codisra y su argumento sobre que esta mezcla les haya sonado racista. Pero también entiendo a María Andrea Flores, dueña de este negocio. Con el nombre no esperaba ofender a nadie, pues tanto ella como su abuela se llaman así, María. Y estoy casi segura que de haberse combinado el chula con cualquier otro nombre, nada de esto hubiese pasado. Es decir, un “Alejandra chula” no hubiera causado tanta polémica. Fue solamente una mala jugada del “destino”.

El racismo existe y hasta se puede tocar aquí en Guatemala. No busco convencer a nadie sobre esto, pero si ayudar a reflexionar a los que creen que este no existe. Erradicar el racismo es prácticamente imposible, pero dejar de hacerlo parte de nuestro imaginario es una meta que si se trabaja de persona en persona, se puede lograr.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo