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Buenas noches, y buenas suerte

Carmen Camey
26 de julio, 2017

Durante los años 50 en Estados Unidos se desencadenó un proceso de declaraciones, acusaciones infundadas, denuncias, interrogatorios, procesos irregulares y listas negras contra personas acusadas de ser comunistas. En la cultura popular se le llamó “caza de brujas” o “macarthismo”, y se refiere a situaciones en las que el gobierno intenta suprimir puntos de vista políticos o sociales que no le convienen a través de situaciones irregulares de los derechos civiles, alegando la necesidad de mantener la seguridad nacional o la justifica.

Con sus diferencias obvias, la hoguera del siglo XVII y las acusaciones mediáticas de los 50s no son comparables, el clima de histeria y confusión que se crea cuando quienes tienen el poder deciden cumplir con sus objetivos por todos los medios sí es comparable y además se repite con demasiada frecuencia. Estas cacerías ideológicas son a menudo obstáculos para la consecución de la verdadera justicia y, aunque hoy en día quizás no genere muertes en el fuego, sí que causa numerosas tragedias personales y sufrimiento en muchas personas que tienen que ceder ante el descuido de sus derechos civiles y la presión pública.

Como ya sabemos, el juicio mediático muchas veces es incluso más cruel que el juicio legal y además es anterior, por lo que las tragedias suceden incluso antes de que el juicio legal llegue a su fin. Es por ello que en la medida de lo posible tanto los medios como los ciudadanos comunes deben intentar ser sobrios en sus juicios sobre acusados, puesto que una acusación no es una prueba, como decía el periodista Edward Murrow acerca de las actuaciones del senador McCarthy.

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Estos #ViernesdeCicig solo aumentan las preocupaciones por una institución que en varias ocasiones ha intentado sobrepasar sus funciones y comienza a ser francamente molesta por su presión y su injerencia. Es verdad que necesitamos que nos muevan un poco los pies, que Guatemala estaba en un punto en donde no podía seguir, pero también es importante que los pasos que demos de ahora en adelante sean pasos cuidadosos y que perdamos de vista que no vale cualquier medio para conseguir lo que queremos. Las diferencias ideológicas entre la Cicig  y otros sectores de la sociedad son evidentes, pero eso no necesariamente es malo negativo, al contrario, es fundamento de la verdadera democracia y de la sociedad pluralista que buscamos. Estas diferencias no deberían ser utilizadas para listas negras, ni para dividir ni para generar presión mediática contra ninguno de los sectores sociales, sino para fomentar el diálogo y que a partir de ahora construyamos sobre suelo firme.

Pueden servir quizás para dar un poco de luz las palabras de Murrow en referencia a la situación de su época: “Su principal logro [del senador McCarthy] ha sido el de confundir a la opinión pública, entre las amenazas del comunismo (y aquí podríamos agregar corrupción). No debemos confundir desacuerdo con deslealtad. Debemos recordar siempre que una acusación no es una prueba y que una condena depende de la evidencia y del debido proceso de la ley. […] No caminaremos con miedo, el uno del otro. […] No descendemos de hombres temerosos, de hombres que temían escribir, hablar, asociarse y defender causas que eran, por el momento, impopulares.[…] ¿Y de quién es el fallo? En realidad no es suyo. Él no creó esta situación de miedo; él meramente la explotó, y más bien exitosamente. Casio estaba en lo cierto: «El fallo, querido Bruto, no está en nuestras estrellas, sino en nosotros mismos».

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Buenas noches, y buenas suerte

Carmen Camey
26 de julio, 2017

Durante los años 50 en Estados Unidos se desencadenó un proceso de declaraciones, acusaciones infundadas, denuncias, interrogatorios, procesos irregulares y listas negras contra personas acusadas de ser comunistas. En la cultura popular se le llamó “caza de brujas” o “macarthismo”, y se refiere a situaciones en las que el gobierno intenta suprimir puntos de vista políticos o sociales que no le convienen a través de situaciones irregulares de los derechos civiles, alegando la necesidad de mantener la seguridad nacional o la justifica.

Con sus diferencias obvias, la hoguera del siglo XVII y las acusaciones mediáticas de los 50s no son comparables, el clima de histeria y confusión que se crea cuando quienes tienen el poder deciden cumplir con sus objetivos por todos los medios sí es comparable y además se repite con demasiada frecuencia. Estas cacerías ideológicas son a menudo obstáculos para la consecución de la verdadera justicia y, aunque hoy en día quizás no genere muertes en el fuego, sí que causa numerosas tragedias personales y sufrimiento en muchas personas que tienen que ceder ante el descuido de sus derechos civiles y la presión pública.

Como ya sabemos, el juicio mediático muchas veces es incluso más cruel que el juicio legal y además es anterior, por lo que las tragedias suceden incluso antes de que el juicio legal llegue a su fin. Es por ello que en la medida de lo posible tanto los medios como los ciudadanos comunes deben intentar ser sobrios en sus juicios sobre acusados, puesto que una acusación no es una prueba, como decía el periodista Edward Murrow acerca de las actuaciones del senador McCarthy.

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Pueden servir quizás para dar un poco de luz las palabras de Murrow en referencia a la situación de su época: “Su principal logro [del senador McCarthy] ha sido el de confundir a la opinión pública, entre las amenazas del comunismo (y aquí podríamos agregar corrupción). No debemos confundir desacuerdo con deslealtad. Debemos recordar siempre que una acusación no es una prueba y que una condena depende de la evidencia y del debido proceso de la ley. […] No caminaremos con miedo, el uno del otro. […] No descendemos de hombres temerosos, de hombres que temían escribir, hablar, asociarse y defender causas que eran, por el momento, impopulares.[…] ¿Y de quién es el fallo? En realidad no es suyo. Él no creó esta situación de miedo; él meramente la explotó, y más bien exitosamente. Casio estaba en lo cierto: «El fallo, querido Bruto, no está en nuestras estrellas, sino en nosotros mismos».

República es ajena a la opinión expresada en este artículo