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El derecho a la tierra

Betty Marroquin
05 de agosto, 2017

El tema de la tierra es delicado. Con el riesgo que se ofendan mis amigos cubanos, cada vez que he conocido un cubano en Miami me ha contado de las tierras que tenía su familia y que Castro les expropió, y francamente, creo que sumadas todas las historias harían de Cuba otra California. Con esto quiero decir que si bien puede ser que tuvieran algo, el ser humano en su más que justificada frustración, tiende a ampliar las cosas. Si vamos a la ex Europa tras la cortina de hierro, el tema de las expropiaciones fue y sigue siendo complicado y a todo nivel en países como Polonia, la antigua Checoslovaquia, en Hungría, Bulgaria, Rumania, etc. y se da por ejemplo que polacos en los Estados Unidos aún sigan en litigio con el gobierno polaco por sus propiedades. El punto de esto es que el tema de la tierra ha sido, es y será siempre escabroso, y Guatemala no es la excepción. Últimamente he notado una creciente protesta en favor de invasiones de tierras, resarcimientos y reclamos por la tierra que vale la pena debatir.

Los historiadores han determinado, y vale la pena tener eso muy claro, que buena parte de lo que se sabe sobre los pueblos mesoamericanos, sobre la pre hispanidad, deriva de información recibida de los indígenas durante y después de la conquista, por lo que es lógico pensar que tenga un porcentaje de inexactitud. Ahora bien, los marxistas aducen que no existía concepto de propiedad privada en el mundo prehispánico, y menos aún de los medios de producción (véase Google). Según el estudio “Propiedad Prehispánica en México” del Dr. José Miranda González del Instituto de Historia de la Universidad Nacional Autónoma de México, entre los Mexicas existía propiedad privada para los nobles, y la tierra era asignada a los clanes, tipo parcelas, siendo éstas tierras comunes de todos los miembros del clan. Cada jefe de familia tenía un pedazo de esa tierra en la que edificaban su vivienda y cultivaban sus alimentos y venía heredada al varón primogénito. Si dejaban de cultivarla por dos años, la perdían.

Para los Mayas era aún mas restringido el concepto. Podían únicamente utilizar un máximo de 30 pies de tierra baldía para cultivarla, a manera de usufructo. La nobleza Maya era dueña de la tierra en zonas urbanas. Irónicamente, el robo era severamente castigado, lo que indica que el concepto de propiedad privada era sólido.

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La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) nos dice que “el derecho a la tierra se refiere a los derechos a utilizar, controlar y transferir una parcela de tierra” que significa el derecho “a ocupar, disfrutar y utilizar la tierra y sus recursos; restringir o excluir a otros de la tierra; transferir, vender, comprar, donar o prestar; heredar y legar; acondicionar o mejorar; arrendar o subarrendar; y beneficiarse de los valores de la mejora del suelo o de ingresos por alquiler” pero que sin ese derecho los pueblos no pueden aspirar a alimentación, desarrollo y vivienda. Legalmente, el derecho a la tierra se enmarca en las legislaciones modernas y no suele asociarse a los derechos humanos, y no existe tratado o declaración internacional que enmarque o legisle sobre el derecho humano a la tierra.

La CIDH determinó en su documento titulado Derecho a la Tierra como Derecho Humano: Argumentos a favor de un derecho específico a la tierra, de Jérémie Gilbert que en los países dónde se ha vivido conflicto social, como Colombia, Guatemala, Bangladesh y otros, se debe abordar el tema de la restitución de la tierra. Bajo esa premisa, vienen justificadas invasiones de tierra, abusos y hasta crímenes contra individuos que con frecuencia son también indígenas, y que laboran en esas tierras. Existe un marco legal en Guatemala que determina la tenencia de la tierra, con un Registro de la Propiedad que tiene todo debidamente documentado (al menos en teoría y si no han inmovilizado sus propiedades les sugiero que lo hagan), pero es el instrumento que rige este aspecto de la propiedad privada. Guste o no, la propiedad privada en el mundo civilizado existe y va respetada. Es parte del marco jurídico estable que todo país moderno necesita.

Ludwig Von Misses dijo que si algo nos debiera enseñar la Historia es que la propiedad privada está indisolublemente ligada a la civilización. El respeto a la propiedad privada está ligado a la libertad individual, necesaria para vivir en una sociedad civilizada. Sin ese concepto nada funciona. Es uno de los pilares sobre los cuales se cimienta el mundo libre, la capacidad del hombre de crear y producir, de generar riqueza y prosperidad.

Para hablar de un ejemplo, en Noruega, gran financista de los invasores de tierra y promotora del descontento social tiene una sociedad en la que el 10% de la población es dueña del 53% de la riqueza neta, el 1% más rico controla el 21%, y el 0.1% es dueño del 10% de la riqueza. Si bien hasta los pobres son más ricos en Noruega, es evidente que existe una buena cifra de diferencia entre ese 0.1% y el resto de los noruegos. Pero la propiedad (obvio unida a la educación y un Estado de Derecho que funciona) ha sin duda, generado riqueza en ese país.

Propiedad privada es desde la parcela más pequeña, debidamente registrada, hasta la empresa o la finca que ocupa grandes hectáreas de tierra. Propiedad privada es la vivienda humilde tanto como la lujosa. Y la ley no distingue entre enorme o modesta. Guste o no, toda propiedad privada es y debe ser respetada por los ciudadanos, protegida por las autoridades y por el marco legal que la rige. Si queremos que Guatemala prospere, debemos poner un alto a las invasiones de tierra, a la permisividad que ha llevado a quienes viven del conflicto social, a que logren sus nefastas metas. A que los parásitos sociales que se aprovechan de la ignorancia y la necesidad para recibir Euros en donaciones que les permiten manejar carros de lujo y ser propietarios de sendas propiedades, se rían de quienes ilusamente los siguen. Esos, que no son otra cosa que vividores del conflicto, y generadores de inestabilidad social. Pienso que somos más los que creemos en el respeto ajeno, en vivir civilizadamente, en generar prosperidad, empleo y sobre todo, en luchar por preservar nuestra libertad.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

El derecho a la tierra

Betty Marroquin
05 de agosto, 2017

El tema de la tierra es delicado. Con el riesgo que se ofendan mis amigos cubanos, cada vez que he conocido un cubano en Miami me ha contado de las tierras que tenía su familia y que Castro les expropió, y francamente, creo que sumadas todas las historias harían de Cuba otra California. Con esto quiero decir que si bien puede ser que tuvieran algo, el ser humano en su más que justificada frustración, tiende a ampliar las cosas. Si vamos a la ex Europa tras la cortina de hierro, el tema de las expropiaciones fue y sigue siendo complicado y a todo nivel en países como Polonia, la antigua Checoslovaquia, en Hungría, Bulgaria, Rumania, etc. y se da por ejemplo que polacos en los Estados Unidos aún sigan en litigio con el gobierno polaco por sus propiedades. El punto de esto es que el tema de la tierra ha sido, es y será siempre escabroso, y Guatemala no es la excepción. Últimamente he notado una creciente protesta en favor de invasiones de tierras, resarcimientos y reclamos por la tierra que vale la pena debatir.

Los historiadores han determinado, y vale la pena tener eso muy claro, que buena parte de lo que se sabe sobre los pueblos mesoamericanos, sobre la pre hispanidad, deriva de información recibida de los indígenas durante y después de la conquista, por lo que es lógico pensar que tenga un porcentaje de inexactitud. Ahora bien, los marxistas aducen que no existía concepto de propiedad privada en el mundo prehispánico, y menos aún de los medios de producción (véase Google). Según el estudio “Propiedad Prehispánica en México” del Dr. José Miranda González del Instituto de Historia de la Universidad Nacional Autónoma de México, entre los Mexicas existía propiedad privada para los nobles, y la tierra era asignada a los clanes, tipo parcelas, siendo éstas tierras comunes de todos los miembros del clan. Cada jefe de familia tenía un pedazo de esa tierra en la que edificaban su vivienda y cultivaban sus alimentos y venía heredada al varón primogénito. Si dejaban de cultivarla por dos años, la perdían.

Para los Mayas era aún mas restringido el concepto. Podían únicamente utilizar un máximo de 30 pies de tierra baldía para cultivarla, a manera de usufructo. La nobleza Maya era dueña de la tierra en zonas urbanas. Irónicamente, el robo era severamente castigado, lo que indica que el concepto de propiedad privada era sólido.

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La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) nos dice que “el derecho a la tierra se refiere a los derechos a utilizar, controlar y transferir una parcela de tierra” que significa el derecho “a ocupar, disfrutar y utilizar la tierra y sus recursos; restringir o excluir a otros de la tierra; transferir, vender, comprar, donar o prestar; heredar y legar; acondicionar o mejorar; arrendar o subarrendar; y beneficiarse de los valores de la mejora del suelo o de ingresos por alquiler” pero que sin ese derecho los pueblos no pueden aspirar a alimentación, desarrollo y vivienda. Legalmente, el derecho a la tierra se enmarca en las legislaciones modernas y no suele asociarse a los derechos humanos, y no existe tratado o declaración internacional que enmarque o legisle sobre el derecho humano a la tierra.

La CIDH determinó en su documento titulado Derecho a la Tierra como Derecho Humano: Argumentos a favor de un derecho específico a la tierra, de Jérémie Gilbert que en los países dónde se ha vivido conflicto social, como Colombia, Guatemala, Bangladesh y otros, se debe abordar el tema de la restitución de la tierra. Bajo esa premisa, vienen justificadas invasiones de tierra, abusos y hasta crímenes contra individuos que con frecuencia son también indígenas, y que laboran en esas tierras. Existe un marco legal en Guatemala que determina la tenencia de la tierra, con un Registro de la Propiedad que tiene todo debidamente documentado (al menos en teoría y si no han inmovilizado sus propiedades les sugiero que lo hagan), pero es el instrumento que rige este aspecto de la propiedad privada. Guste o no, la propiedad privada en el mundo civilizado existe y va respetada. Es parte del marco jurídico estable que todo país moderno necesita.

Ludwig Von Misses dijo que si algo nos debiera enseñar la Historia es que la propiedad privada está indisolublemente ligada a la civilización. El respeto a la propiedad privada está ligado a la libertad individual, necesaria para vivir en una sociedad civilizada. Sin ese concepto nada funciona. Es uno de los pilares sobre los cuales se cimienta el mundo libre, la capacidad del hombre de crear y producir, de generar riqueza y prosperidad.

Para hablar de un ejemplo, en Noruega, gran financista de los invasores de tierra y promotora del descontento social tiene una sociedad en la que el 10% de la población es dueña del 53% de la riqueza neta, el 1% más rico controla el 21%, y el 0.1% es dueño del 10% de la riqueza. Si bien hasta los pobres son más ricos en Noruega, es evidente que existe una buena cifra de diferencia entre ese 0.1% y el resto de los noruegos. Pero la propiedad (obvio unida a la educación y un Estado de Derecho que funciona) ha sin duda, generado riqueza en ese país.

Propiedad privada es desde la parcela más pequeña, debidamente registrada, hasta la empresa o la finca que ocupa grandes hectáreas de tierra. Propiedad privada es la vivienda humilde tanto como la lujosa. Y la ley no distingue entre enorme o modesta. Guste o no, toda propiedad privada es y debe ser respetada por los ciudadanos, protegida por las autoridades y por el marco legal que la rige. Si queremos que Guatemala prospere, debemos poner un alto a las invasiones de tierra, a la permisividad que ha llevado a quienes viven del conflicto social, a que logren sus nefastas metas. A que los parásitos sociales que se aprovechan de la ignorancia y la necesidad para recibir Euros en donaciones que les permiten manejar carros de lujo y ser propietarios de sendas propiedades, se rían de quienes ilusamente los siguen. Esos, que no son otra cosa que vividores del conflicto, y generadores de inestabilidad social. Pienso que somos más los que creemos en el respeto ajeno, en vivir civilizadamente, en generar prosperidad, empleo y sobre todo, en luchar por preservar nuestra libertad.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo