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Las niñas pueden, solo tenemos que darles una oportunidad

Redacción República
05 de agosto, 2017

“Si el patriarcado está muerto, las estadísticas no han recibido el memo” Me encanta esta frase de Roxane Gay ¡Es más! Cada vez que escucho datos de las desventajas que las mujeres viven frente a la realidad de los hombres en pleno siglo XXI, repito en mi mente esta frase porque me ayuda a recordar cómo es que vivimos en un continuo estado de negación.

Integrantes de la Mesa a Favor de la Niñas y Adolescentes hablaron ésta semana en conferencia de prensa para recordarle al país que sus derechos siguen siendo violentados y burlados por el promedio de la población. Pues aunque es cierto que regular el bienestar de las niñas y adolescentes en el país es trabajo del Estado, el ciudadano promedio no coopera mucho que digamos al parecer indiferente a situaciones como la violencia sexual y el matrimonio infantil. Nuestro desinterés censura el proyecto de vida de muchas niñas, adolescentes y jóvenes en Guatemala.

Volviendo a la conferencia de prensa, es increíble escuchar historias de familias que desde temprana edad involucran a hijas en matrimonios convenientes. Es casi un negocio, me imagino, buscar la mejor oferta. ¿Cómo un padre y una madre pueden sentirse dueños de las decisiones de una actual niña pero futura mujer? Pues sencillo, es que la mayor parte de las mujeres jamás han tenido una palabra en lo que refiere a su vida. Pareciera ser que se nace y que todo lo demás ya está arreglado. Como diría Rupi Kaur, lo que queda para estas niñas es aprender a encogerse para vivir en una familia que gusta tener a sus hijas como invisibles.

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Cuatro mil setecientos cuarenta y tres matrimonios adolescentes se realizaron en 16 meses. ¿Saben qué significa eso? Cuatro mil setecientos cuarenta y tres sueños menos. Cuatro mil setecientos cuarenta y tres profesionales menos. Cuatro mil setecientos cuarenta y tres proyectos de vida destruidos. Y aún suponiendo que un porcentaje de éstas niñas quizá todavía pueda encontrar una manera de salir adelante a pesar de todo, puedo asegurar que el 100% de ellas no sabe, aún nadie se ha tomado la tarea de decirle y enseñarle que hay otras opciones, que tiene derechos, que puede decidir lo que pasa en su vida.

Qué injusto puede ser el mundo a veces. Pienso en la ropa que uso, en mis gustos musicales, en los libros que leo; no me gustaría de ninguna manera que alguien más decidiera lo que voy a vestir, escuchar o leer. Y si no puedo con eso, obviamente no podría con las decisiones que éstas niñas tienen que aceptar porque sus padres ya las tomaron por ellas.

“Pero nosotros ¿qué podemos hacer?”, me van a decir, “no tenemos la culpa de que los papás las vendan, las mamás apoyen su matrimonio y que ellas no reaccionen”. Es cierto, no podemos literalmente cancelar todos aquellos matrimonios que ya fueron pactados porque no conocemos a todas las familias que practican éstas desagradables costumbres en Guatemala. Pero tampoco podemos confiarnos en que una ley solucionará el problema. Si la gente se pasa el semáforo en rojo y tira basura en la calle, ¡pues claro que también va a seguir casando a sus hijas a cambio de dinero! Acá lo importante es alimentar las mentes de las niñas, educarlas, repetirles lo que son y lo que pueden ser una y otra vez hasta que no conciban que alguien más decida su destino.

Decir que algo no está bien en el momento oportuno, puede cambiar la vida de muchas niñas. Oponernos al sistema, a las viejas costumbres y olvidarnos de la indiferencia, haría un cambio. Malala, Amelia Earhart, Eufrosina Cruz, Harriet Tubman; todas ellas fueron niñas decididas que luego se convirtieron en mujeres que cambiaron su realidad. Cambiaron el mundo como lo conocían y lo hicieron más justo con sus gustos, derechos y oportunidades. Las niñas pueden, solo tenemos que darles una oportunidad

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Las niñas pueden, solo tenemos que darles una oportunidad

Redacción República
05 de agosto, 2017

“Si el patriarcado está muerto, las estadísticas no han recibido el memo” Me encanta esta frase de Roxane Gay ¡Es más! Cada vez que escucho datos de las desventajas que las mujeres viven frente a la realidad de los hombres en pleno siglo XXI, repito en mi mente esta frase porque me ayuda a recordar cómo es que vivimos en un continuo estado de negación.

Integrantes de la Mesa a Favor de la Niñas y Adolescentes hablaron ésta semana en conferencia de prensa para recordarle al país que sus derechos siguen siendo violentados y burlados por el promedio de la población. Pues aunque es cierto que regular el bienestar de las niñas y adolescentes en el país es trabajo del Estado, el ciudadano promedio no coopera mucho que digamos al parecer indiferente a situaciones como la violencia sexual y el matrimonio infantil. Nuestro desinterés censura el proyecto de vida de muchas niñas, adolescentes y jóvenes en Guatemala.

Volviendo a la conferencia de prensa, es increíble escuchar historias de familias que desde temprana edad involucran a hijas en matrimonios convenientes. Es casi un negocio, me imagino, buscar la mejor oferta. ¿Cómo un padre y una madre pueden sentirse dueños de las decisiones de una actual niña pero futura mujer? Pues sencillo, es que la mayor parte de las mujeres jamás han tenido una palabra en lo que refiere a su vida. Pareciera ser que se nace y que todo lo demás ya está arreglado. Como diría Rupi Kaur, lo que queda para estas niñas es aprender a encogerse para vivir en una familia que gusta tener a sus hijas como invisibles.

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Cuatro mil setecientos cuarenta y tres matrimonios adolescentes se realizaron en 16 meses. ¿Saben qué significa eso? Cuatro mil setecientos cuarenta y tres sueños menos. Cuatro mil setecientos cuarenta y tres profesionales menos. Cuatro mil setecientos cuarenta y tres proyectos de vida destruidos. Y aún suponiendo que un porcentaje de éstas niñas quizá todavía pueda encontrar una manera de salir adelante a pesar de todo, puedo asegurar que el 100% de ellas no sabe, aún nadie se ha tomado la tarea de decirle y enseñarle que hay otras opciones, que tiene derechos, que puede decidir lo que pasa en su vida.

Qué injusto puede ser el mundo a veces. Pienso en la ropa que uso, en mis gustos musicales, en los libros que leo; no me gustaría de ninguna manera que alguien más decidiera lo que voy a vestir, escuchar o leer. Y si no puedo con eso, obviamente no podría con las decisiones que éstas niñas tienen que aceptar porque sus padres ya las tomaron por ellas.

“Pero nosotros ¿qué podemos hacer?”, me van a decir, “no tenemos la culpa de que los papás las vendan, las mamás apoyen su matrimonio y que ellas no reaccionen”. Es cierto, no podemos literalmente cancelar todos aquellos matrimonios que ya fueron pactados porque no conocemos a todas las familias que practican éstas desagradables costumbres en Guatemala. Pero tampoco podemos confiarnos en que una ley solucionará el problema. Si la gente se pasa el semáforo en rojo y tira basura en la calle, ¡pues claro que también va a seguir casando a sus hijas a cambio de dinero! Acá lo importante es alimentar las mentes de las niñas, educarlas, repetirles lo que son y lo que pueden ser una y otra vez hasta que no conciban que alguien más decida su destino.

Decir que algo no está bien en el momento oportuno, puede cambiar la vida de muchas niñas. Oponernos al sistema, a las viejas costumbres y olvidarnos de la indiferencia, haría un cambio. Malala, Amelia Earhart, Eufrosina Cruz, Harriet Tubman; todas ellas fueron niñas decididas que luego se convirtieron en mujeres que cambiaron su realidad. Cambiaron el mundo como lo conocían y lo hicieron más justo con sus gustos, derechos y oportunidades. Las niñas pueden, solo tenemos que darles una oportunidad

República es ajena a la opinión expresada en este artículo