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Ingenios y minas

Redacción República
06 de agosto, 2017

En esta vida tomamos prioridades. Son el resultado de nuestras decisiones. En cierta ocasión visitaba un pueblo que, hizo un llamado general para que se le auxiliara. Se trataba de poner en conocimiento que estaban pasando hambre y, que si el Ministerio de Cultura y Deportes -que nada que ver- podía ayudarlos. En el vehículo que viajábamos con una compañera pudimos notar cientos de guayabas diseminadas en el camino. Pasadas de maduras por no ser comidas. No sé que tanto habla la naturaleza o, cómo la interpretamos cuando nos indica que podemos disfrutar de sus bondades.

En el pueblo, me quedé en silencio cuando escuché un sin número de quejas y lamentos. Mi compañera, al contrario, no se pudo contener y les dijo que en lugar de quejarse hicieran jaleas de guayaba y las fueran a vender a los mercados. Claro eso implicaba que tenían que trabajar. Pienso que la naturaleza es divina; el error es no saber interpretarla en las bondades que nos brinda. Dios enamorado de nosotros nos regala todo a través de ella. El fallo es que no sabemos cómo compensarla o, no queremos.

Toda mi vida he envidiado la paz del campo. Pero no puedo evitar preguntarme cómo la están pasando los habitantes en algunas regiones del Polochic sin el ingenio Chavil Utza. En paz, probablemente. Sin hambre no sé, al fin, la misma naturaleza les estará proporcionando a la gente que trabajaba en el ingenio, frijoles y tortillas. Con eso se vive, lamentablemente eso mismo se hereda. Porque al final todas nuestras decisiones descansan en el futuro de nuestros hijos. Al menos yo, he escuchado a pobladores que dicen que están llorando lágrimas de sangre. Y esas lágrimas no van a crear lluvia. No germinarán más la tierra. Dejo el beneficio de la duda, de que sean una parte minoritaria. Sólo los habitantes de esta región lo sabrán.

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¿Y qué de las Minas San Rafael?…
No sé si Dios considera las minas un recurso natural. Todo lo creado siempre tiene un propósito. Todo lo creado tiene una razón de ser. Quizás a la misma naturaleza no le gusta conservarse totalmente virgen. Porque la naturaleza se brinda y, repito: no sabemos compensarla. Por eso señores líderes de organizaciones tienen todo el derecho de exigir compensaciones a la naturaleza; esto, Dios lo permite.

En hacer desaparecer fuentes de trabajo no está la solución.
Se deben hacer consensos suficientes para proteger y también trabajar la tierra. Las organizaciones, respetables, por cierto, veladoras del medio ambiente, en su postura está no tocar a la naturaleza.

¿Y si la voz de esta misma naturaleza, al menos en el pequeño universo que ocupa Las Minas San Rafael, está brindándose para que hombres o mujeres jóvenes trabajen en sus sagrados pueblos y no emigren a la 17 calle o a las cantinas de mala muerte de la famosa terminal en nuestra bella capital?…
Jamás discriminaría a los pueblos indígenas. Pero sí debemos preguntarnos con toda sinceridad y responsabilidad cuál es el porcentaje de jóvenes inmigrantes a nuestra ciudad que se han convertido en mareros.

Porque el ser humano también es un recurso natural. También debemos cuidarlo y debemos aprender a heredarlo.

Talvez por todo esto, el cantante Roberto Carlos, cantaba: “Yo no estoy contra el progreso si existiera un buen consenso, errores no corrigen otros…eso es lo que pienso”

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Ingenios y minas

Redacción República
06 de agosto, 2017

En esta vida tomamos prioridades. Son el resultado de nuestras decisiones. En cierta ocasión visitaba un pueblo que, hizo un llamado general para que se le auxiliara. Se trataba de poner en conocimiento que estaban pasando hambre y, que si el Ministerio de Cultura y Deportes -que nada que ver- podía ayudarlos. En el vehículo que viajábamos con una compañera pudimos notar cientos de guayabas diseminadas en el camino. Pasadas de maduras por no ser comidas. No sé que tanto habla la naturaleza o, cómo la interpretamos cuando nos indica que podemos disfrutar de sus bondades.

En el pueblo, me quedé en silencio cuando escuché un sin número de quejas y lamentos. Mi compañera, al contrario, no se pudo contener y les dijo que en lugar de quejarse hicieran jaleas de guayaba y las fueran a vender a los mercados. Claro eso implicaba que tenían que trabajar. Pienso que la naturaleza es divina; el error es no saber interpretarla en las bondades que nos brinda. Dios enamorado de nosotros nos regala todo a través de ella. El fallo es que no sabemos cómo compensarla o, no queremos.

Toda mi vida he envidiado la paz del campo. Pero no puedo evitar preguntarme cómo la están pasando los habitantes en algunas regiones del Polochic sin el ingenio Chavil Utza. En paz, probablemente. Sin hambre no sé, al fin, la misma naturaleza les estará proporcionando a la gente que trabajaba en el ingenio, frijoles y tortillas. Con eso se vive, lamentablemente eso mismo se hereda. Porque al final todas nuestras decisiones descansan en el futuro de nuestros hijos. Al menos yo, he escuchado a pobladores que dicen que están llorando lágrimas de sangre. Y esas lágrimas no van a crear lluvia. No germinarán más la tierra. Dejo el beneficio de la duda, de que sean una parte minoritaria. Sólo los habitantes de esta región lo sabrán.

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¿Y qué de las Minas San Rafael?…
No sé si Dios considera las minas un recurso natural. Todo lo creado siempre tiene un propósito. Todo lo creado tiene una razón de ser. Quizás a la misma naturaleza no le gusta conservarse totalmente virgen. Porque la naturaleza se brinda y, repito: no sabemos compensarla. Por eso señores líderes de organizaciones tienen todo el derecho de exigir compensaciones a la naturaleza; esto, Dios lo permite.

En hacer desaparecer fuentes de trabajo no está la solución.
Se deben hacer consensos suficientes para proteger y también trabajar la tierra. Las organizaciones, respetables, por cierto, veladoras del medio ambiente, en su postura está no tocar a la naturaleza.

¿Y si la voz de esta misma naturaleza, al menos en el pequeño universo que ocupa Las Minas San Rafael, está brindándose para que hombres o mujeres jóvenes trabajen en sus sagrados pueblos y no emigren a la 17 calle o a las cantinas de mala muerte de la famosa terminal en nuestra bella capital?…
Jamás discriminaría a los pueblos indígenas. Pero sí debemos preguntarnos con toda sinceridad y responsabilidad cuál es el porcentaje de jóvenes inmigrantes a nuestra ciudad que se han convertido en mareros.

Porque el ser humano también es un recurso natural. También debemos cuidarlo y debemos aprender a heredarlo.

Talvez por todo esto, el cantante Roberto Carlos, cantaba: “Yo no estoy contra el progreso si existiera un buen consenso, errores no corrigen otros…eso es lo que pienso”

República es ajena a la opinión expresada en este artículo