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La figura del consultor y del asesor

Jorge Alvarado
19 de agosto, 2017

El éxito de una Imagen Pública también depende de las personas que le rodean, pues quien le habla al oído para decirle lo que él quiere escuchar, es nada más y nada menos que un impostor.

Hay un adagio que versa “Pasión sin método no corona”, si no estás preparado para afrontar el rol de un consultor o asesor de forma precisa, entonces seguramente fracasarás. Estos profesionales no solo deben tener ciertos conocimientos y habilidades, además requieren tacto, olfato y el bagaje que les permita intervenir de forma justa y acertada. Se trata de implementar una serie de métodos y principios que permitan encausar todas las acciones de forma estratégica.

Lo primero es definir y diferenciar estos términos, que no son sinónimos, sino más bien intervienen en momentos específicos. Un consultor es un profesional que media sobre un asunto a corto plazo, es coyuntural y actúa en el momento que se requiere solucionar un problema, mientras que un asesor es aquel que intermedia de forma permanente, a largo plazo y de forma constante.

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Ambas figuras deben ser intérpretes de su entorno y del contexto en el que se desempeñan. Por ejemplo, un consultor tendrá diversidad de casos en los que deberá intervenir, diferentes escenarios, instituciones y tipos de Imagen Pública, en comunicación específicamente. Un asesor, aunque permanece longevo en una institución o al servicio de una Imagen Pública, también debe interpretar, aunque de forma más extensa y permanente, diferentes retos y desafíos que se le presentan a su asesorado, y siempre le exigirán un alto rendimiento.

La figura del consultor o asesor supone el dominio de su especialidad, que puede ser en imagen, comunicación estratégica, comunicación política, mercadeo político, economía, etcétera. No se trata de un amigo, se trata de una persona con una especialidad al servicio de una Imagen Pública o una institución.

En nuestros países existen muchas personas que asumen el rol de asesor o consultor, única y exclusivamente por ser personas de confianza, pero que frecuentemente no conquistan sus objetivos porque caen en el ámbito que describe el adagio “Algo que siento pero no sé, es una comunicación infundada”. Es decir que no solamente se trata de sentir y querer hacer algo, se trata de tener la capacidad y el conocimiento para hacerlo. Sentir, querer y desear jamás serán suficientes ante la complejidad de enfrentarse a temas específicos en los que se juegan altos intereses.

Algo importante de la personalidad de ambos profesionales es que trabajan con un perfil muy bajo, no buscan atraer la atención, se encuentran totalmente concentrados en el diseño de su estrategia, buscando resolver problemas y atendiendo las diferentes circunstancias. Además, deben ser discretas, pues uno de sus mayores atributos, aparte de su expertise, es la confidencialidad que los rige.

A personas ajenas a la comunicación les resulta difícil comprender el rol y la figura de un consultor o de la Imagen Pública, pues podría no comprenderse que sin el diseño de un plan estratégico, no se alcanzan los objetivos y los resultados deseados.

El consultor y el asesor tampoco son magos, sino estrategas que implementan y ejecutan una serie de acciones para lograr sus propósitos de forma intencional, es decir, saben lo que están buscando, pero sobre todo, conocen el camino para alcanzar aquello que se quiere conquistar. La ruta no es fácil y a veces es incompresible para el asesorado, pero no se puede esperar obtener los resultados deseados, siendo reacio y renuente a cumplir la estrategia al pie de la letra.

Todo profesional que se respete sabe que no trabaja exclusivamente por dinero, sino por comprobar las hipótesis que se plantearon en el problema. Es una cuestión que tiene que ver con seguir conquistando a través de sus métodos y de sus principios, se trata de desarrollar sus habilidades y aprender a utilizar otras, con el único propósito de salir adelante.

Así las cosas, estas figuras afrontan, como primer reto, hacer comprender a quien les paga que solamente siguiendo una ruta crítica, basada en una estrategia, se conseguirán los frutos anhelados, pues de otra forma no habría necesidad de contratarlos.

No se trata de generar vínculos de afecto, se trata de resolver problemas y cumplir misiones específicas en las que se deben apoyar mutuamente. La fórmula del éxito es la suma de objetivos planteados + una Imagen Pública o institución, + un buen consultor y asesor.

En conclusión, lo que suma o resta a una Imagen Pública es la capacidad de reconocer a un buen consultor o asesor, el arte de identificar la necesidad de que alguien intervenga de forma puntual, además de entablar compromisos que sean evaluados en el transcurso del tiempo y no en el corto plazo.

Tanto en el trabajo del consultor como del asesor, no se llega a resultados equivocados ni fracasos, sino que se trata de estrategias y métodos mal planteados.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

La figura del consultor y del asesor

Jorge Alvarado
19 de agosto, 2017

El éxito de una Imagen Pública también depende de las personas que le rodean, pues quien le habla al oído para decirle lo que él quiere escuchar, es nada más y nada menos que un impostor.

Hay un adagio que versa “Pasión sin método no corona”, si no estás preparado para afrontar el rol de un consultor o asesor de forma precisa, entonces seguramente fracasarás. Estos profesionales no solo deben tener ciertos conocimientos y habilidades, además requieren tacto, olfato y el bagaje que les permita intervenir de forma justa y acertada. Se trata de implementar una serie de métodos y principios que permitan encausar todas las acciones de forma estratégica.

Lo primero es definir y diferenciar estos términos, que no son sinónimos, sino más bien intervienen en momentos específicos. Un consultor es un profesional que media sobre un asunto a corto plazo, es coyuntural y actúa en el momento que se requiere solucionar un problema, mientras que un asesor es aquel que intermedia de forma permanente, a largo plazo y de forma constante.

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Ambas figuras deben ser intérpretes de su entorno y del contexto en el que se desempeñan. Por ejemplo, un consultor tendrá diversidad de casos en los que deberá intervenir, diferentes escenarios, instituciones y tipos de Imagen Pública, en comunicación específicamente. Un asesor, aunque permanece longevo en una institución o al servicio de una Imagen Pública, también debe interpretar, aunque de forma más extensa y permanente, diferentes retos y desafíos que se le presentan a su asesorado, y siempre le exigirán un alto rendimiento.

La figura del consultor o asesor supone el dominio de su especialidad, que puede ser en imagen, comunicación estratégica, comunicación política, mercadeo político, economía, etcétera. No se trata de un amigo, se trata de una persona con una especialidad al servicio de una Imagen Pública o una institución.

En nuestros países existen muchas personas que asumen el rol de asesor o consultor, única y exclusivamente por ser personas de confianza, pero que frecuentemente no conquistan sus objetivos porque caen en el ámbito que describe el adagio “Algo que siento pero no sé, es una comunicación infundada”. Es decir que no solamente se trata de sentir y querer hacer algo, se trata de tener la capacidad y el conocimiento para hacerlo. Sentir, querer y desear jamás serán suficientes ante la complejidad de enfrentarse a temas específicos en los que se juegan altos intereses.

Algo importante de la personalidad de ambos profesionales es que trabajan con un perfil muy bajo, no buscan atraer la atención, se encuentran totalmente concentrados en el diseño de su estrategia, buscando resolver problemas y atendiendo las diferentes circunstancias. Además, deben ser discretas, pues uno de sus mayores atributos, aparte de su expertise, es la confidencialidad que los rige.

A personas ajenas a la comunicación les resulta difícil comprender el rol y la figura de un consultor o de la Imagen Pública, pues podría no comprenderse que sin el diseño de un plan estratégico, no se alcanzan los objetivos y los resultados deseados.

El consultor y el asesor tampoco son magos, sino estrategas que implementan y ejecutan una serie de acciones para lograr sus propósitos de forma intencional, es decir, saben lo que están buscando, pero sobre todo, conocen el camino para alcanzar aquello que se quiere conquistar. La ruta no es fácil y a veces es incompresible para el asesorado, pero no se puede esperar obtener los resultados deseados, siendo reacio y renuente a cumplir la estrategia al pie de la letra.

Todo profesional que se respete sabe que no trabaja exclusivamente por dinero, sino por comprobar las hipótesis que se plantearon en el problema. Es una cuestión que tiene que ver con seguir conquistando a través de sus métodos y de sus principios, se trata de desarrollar sus habilidades y aprender a utilizar otras, con el único propósito de salir adelante.

Así las cosas, estas figuras afrontan, como primer reto, hacer comprender a quien les paga que solamente siguiendo una ruta crítica, basada en una estrategia, se conseguirán los frutos anhelados, pues de otra forma no habría necesidad de contratarlos.

No se trata de generar vínculos de afecto, se trata de resolver problemas y cumplir misiones específicas en las que se deben apoyar mutuamente. La fórmula del éxito es la suma de objetivos planteados + una Imagen Pública o institución, + un buen consultor y asesor.

En conclusión, lo que suma o resta a una Imagen Pública es la capacidad de reconocer a un buen consultor o asesor, el arte de identificar la necesidad de que alguien intervenga de forma puntual, además de entablar compromisos que sean evaluados en el transcurso del tiempo y no en el corto plazo.

Tanto en el trabajo del consultor como del asesor, no se llega a resultados equivocados ni fracasos, sino que se trata de estrategias y métodos mal planteados.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo