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Nicolás Maduro: El modelo de nuevo dictador

Redacción República
19 de agosto, 2017

El nombre de Nicolás Maduro no pasa desapercibido en ninguna parte del mundo libre.  Su necedad y sus convicciones cada vez más retrogradas, mantienen sumido al país con las reservas de petróleo más grandes de América en la peor de sus crisis.

Su último invento  ha sido una asamblea nacional constituyente que desconfiguró la democracia en ese país y puso en alerta a todos los pueblos de la región. Con más de  100 muertos a sus espaldas por las manifestaciones en su contra, se ha convertido sin duda, en el dictador menos popular del mundo.

¿Quién es Nicolás Maduro?

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Nicolás Maduro tiene 55 años y solo la secundaria completa. Apenas salió del colegio se dedicó a trabajar resalta la página oficial del gobierno de Venezuela. En el año 1991, consiguió empleo de conductor de buses del sistema del metro de Caracas y de inmediato se convirtió en sindicalista, el primer paso para buscar un mejor lugar a costa de lo que fuera.

Fue militante  y por último político de primera línea en la nación caribeña. En su historial destaca el haber estado preso por la rebelión militar de Chávez, a quien apoyó desde donde estuvo.

En uno de sus discursos más recordados, Hugo Chávez dijo que pese a su escasa escolaridad, Maduro había llegado lejos.

“Mira donde va Nicolás, de autobusero (a vicepresidente). Nicolás era conductor de autobús en el Metro y cómo se burla de él la burguesía por eso”, dijo Chávez, en su primera modificación del gabinete tras ganar la reelección en octubre de 2012.

En diversas oportunidades se ha cuestionado la nacionalidad del mandatario. La polémica llegó incluso al Parlamento, al que le pidieron investigar si el presidente es colombiano. Maduro aseguró haber nacido en Caracas el 23 de noviembre de 1962 y descartó los esos rumores, tildándolos de “invenciones dementes” de la derecha para derrocarlo.

Diputado y canciller

La carrera política que inició en las calles lo llevó a ser parte de la Asamblea Nacional Constituyente que redactó una nueva carta magna, luego fue diputado y jefe del Parlamento hasta 2005. Al año siguiente fue llamado al Ministerio de Relaciones Exteriores, allí se convirtió en el puente de Chávez para estrechar lazos con países que Estados Unidos mira con recelo.

Como jefe de la diplomacia de Caracas, Maduro fue clave en la firma de acuerdos bilaterales con China, Rusia, Bielorrusia e Irán, al tiempo que lanzaba duros dardos contra Washington, el “imperio” enemigo de Chávez y principal comprador del petróleo venezolano.

Semanas antes de morir, Hugo Chávez lo convirtió en su mano derecha. Tras su muerte, Nicolás Maduro asumió el cargo de presidente encargado, posteriormente convocó a elecciones y se convirtió en electo mandatario de Venezuela en abril de 2013. Henrique Capriles, el candidato opositor que lideraba las encuestas de intención voto denunció fraude.

La relación entre Maduro y Chávez era de mucha confianza y se remontaba a la época de cuando él y su esposa Cilia Flores fueron activistas por la libertad del militar retirado cuando estaba preso por la intentona golpista de 1992. La buena sintonía entre ambos era pública y notoria. Chávez no perdía la oportunidad para hacerle bromas y retarlo a hacer dieta y a disminuir su dosis de “submarinos”, los emparedados preferidos de Maduro.

¿El futuro?

Nicolás Maduro ha sido brutalmente claro al decir ante su propia cadena de radio y televisión: “Lo que no se puede con los votos, lo haríamos con las armas”, una advertencia tan amenazadora como grosera, que supone un mensaje prepotente ubicado en las rupturas  de la democracia, que presagia más violencia, de la que, junto a sus jefes militares, deberá hacerse responsable.

En palabras de Julio Borges, expresidente de la Asamblea Nacional de Venezuela “lo que quiere (Nicolás Maduro) es perpetuarse en el poder, a costa del hambre, de la violencia y la miseria que viven los venezolanos”. Es así.

La reciente liberación de Leopoldo López es obviamente positiva. Pero Leopoldo López no es el único prisionero de conciencia. Hay centenares que siguen detenidos por opinar distinto a Nicolás Maduro. Por pensar y hablar, en consecuencia. Muchos de ellos son jóvenes estudiantes.

Todos debieran estar en libertad, desde que no son delincuentes, sino opositores. La liberación de Leopoldo López podría ser apenas una cortina de humo, mientras Nicolás Maduro acelera el curso ya emprendido hacia la destrucción de Venezuela.

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Su último invento  ha sido una asamblea nacional constituyente que desconfiguró la democracia en ese país y puso en alerta a todos los pueblos de la región. Con más de  100 muertos a sus espaldas por las manifestaciones en su contra, se ha convertido sin duda, en el dictador menos popular del mundo.

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Nicolás Maduro tiene 55 años y solo la secundaria completa. Apenas salió del colegio se dedicó a trabajar resalta la página oficial del gobierno de Venezuela. En el año 1991, consiguió empleo de conductor de buses del sistema del metro de Caracas y de inmediato se convirtió en sindicalista, el primer paso para buscar un mejor lugar a costa de lo que fuera.

Fue militante  y por último político de primera línea en la nación caribeña. En su historial destaca el haber estado preso por la rebelión militar de Chávez, a quien apoyó desde donde estuvo.

En uno de sus discursos más recordados, Hugo Chávez dijo que pese a su escasa escolaridad, Maduro había llegado lejos.

“Mira donde va Nicolás, de autobusero (a vicepresidente). Nicolás era conductor de autobús en el Metro y cómo se burla de él la burguesía por eso”, dijo Chávez, en su primera modificación del gabinete tras ganar la reelección en octubre de 2012.

En diversas oportunidades se ha cuestionado la nacionalidad del mandatario. La polémica llegó incluso al Parlamento, al que le pidieron investigar si el presidente es colombiano. Maduro aseguró haber nacido en Caracas el 23 de noviembre de 1962 y descartó los esos rumores, tildándolos de “invenciones dementes” de la derecha para derrocarlo.

Diputado y canciller

La carrera política que inició en las calles lo llevó a ser parte de la Asamblea Nacional Constituyente que redactó una nueva carta magna, luego fue diputado y jefe del Parlamento hasta 2005. Al año siguiente fue llamado al Ministerio de Relaciones Exteriores, allí se convirtió en el puente de Chávez para estrechar lazos con países que Estados Unidos mira con recelo.

Como jefe de la diplomacia de Caracas, Maduro fue clave en la firma de acuerdos bilaterales con China, Rusia, Bielorrusia e Irán, al tiempo que lanzaba duros dardos contra Washington, el “imperio” enemigo de Chávez y principal comprador del petróleo venezolano.

Semanas antes de morir, Hugo Chávez lo convirtió en su mano derecha. Tras su muerte, Nicolás Maduro asumió el cargo de presidente encargado, posteriormente convocó a elecciones y se convirtió en electo mandatario de Venezuela en abril de 2013. Henrique Capriles, el candidato opositor que lideraba las encuestas de intención voto denunció fraude.

La relación entre Maduro y Chávez era de mucha confianza y se remontaba a la época de cuando él y su esposa Cilia Flores fueron activistas por la libertad del militar retirado cuando estaba preso por la intentona golpista de 1992. La buena sintonía entre ambos era pública y notoria. Chávez no perdía la oportunidad para hacerle bromas y retarlo a hacer dieta y a disminuir su dosis de “submarinos”, los emparedados preferidos de Maduro.

¿El futuro?

Nicolás Maduro ha sido brutalmente claro al decir ante su propia cadena de radio y televisión: “Lo que no se puede con los votos, lo haríamos con las armas”, una advertencia tan amenazadora como grosera, que supone un mensaje prepotente ubicado en las rupturas  de la democracia, que presagia más violencia, de la que, junto a sus jefes militares, deberá hacerse responsable.

En palabras de Julio Borges, expresidente de la Asamblea Nacional de Venezuela “lo que quiere (Nicolás Maduro) es perpetuarse en el poder, a costa del hambre, de la violencia y la miseria que viven los venezolanos”. Es así.

La reciente liberación de Leopoldo López es obviamente positiva. Pero Leopoldo López no es el único prisionero de conciencia. Hay centenares que siguen detenidos por opinar distinto a Nicolás Maduro. Por pensar y hablar, en consecuencia. Muchos de ellos son jóvenes estudiantes.

Todos debieran estar en libertad, desde que no son delincuentes, sino opositores. La liberación de Leopoldo López podría ser apenas una cortina de humo, mientras Nicolás Maduro acelera el curso ya emprendido hacia la destrucción de Venezuela.

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