Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

“La pobreza no tiene causas…”

Redacción República
25 de agosto, 2017

Aceptémoslo: perdimos la Guerra contra la Pobreza. En Estados Unidos, en 1964, cuando el Presidente Lyndon B Johnson introdujo legislación creando varios programas del gobierno como estrategias de reducción de la pobreza, aproximadamente 34 millones de americanos eran considerados pobres. Hoy, 50 años después, el número se ha elevado a más de 45 millones. Como porcentaje de la población, el número de personas debajo de la línea de pobreza se ha mantenido esencialmente constante  alrededor del 15 por ciento.

Otras mediciones mostrarían evaluaciones más o menos favorables, pero el hecho inexorable es que hemos fracasado en  reducir significativamente la pobreza. Igualmente importante, en términos de los objetivos declarados por el Presidente Johnson, nuestros programas para incrementar la capacidad de autosuficiencia de la población han fracasado.

No ha sido por falta de intentos. Como nación hemos gastado más de 22 billones (trillones en inglés) de dólares en programas anti-pobreza (sin incluir Social Security y Medicare), con pocos resultados por nuestros sudores y recursos.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Antes de continuar, o quizás expandir -como algunos sugieren-  nuestros inefectivos esfuerzos, debemos cuestionarnos la visión convencional sobre las causas de la pobreza. En este hito, tras cincuenta años de campañas fallidas, debemos repensar nuestros principios rectores y  evitar argumentos políticos vacíos que eluden el problema.

En Estados Unidos la falta de educación, familias fragmentadas, nacimientos extramatrimoniales, y una cultura de pobreza, están entre las causas de pobreza más citadas. En otros países puede añadirse sequías, epidemias, sobrepoblación y más. Pero es difícil separar las causas básicas e inmediatas de la pobreza de sus efectos. Por ejemplo, una educación deficiente puede ser vista como causa o como consecuencia de la pobreza.

El liberalismo clásico (a saber, el pensamiento libertario) asume la visión provocadora de que la pobreza es el resultado de no producir riqueza. O como dijo el economista Peter Bauer: “La pobreza no tiene causas. La riqueza sí las tiene”. En otras palabras, pobreza es lo que tenemos si no generamos riqueza. Por consiguiente, para paliar la pobreza la solución es crear más riqueza.

Estimado lector: antes de botar el periódico (o peor, su caro lector digital) en disgusto “progresista”, por favor considere lo siguiente: Durante casi toda la existencia humana la pobreza generalizada ha sido la norma histórica global. Han pasado solamente algunos siglos desde que aprendimos a crear riqueza y cómo aminorar la pobreza mundial. Una representación gráfica de este fenómeno revela una línea horizontal ininterrumpida de pobreza humana durante 1,800 años sin ningún alivio. Solamente en los últimos tres siglos vemos un incremento casi vertical en la riqueza. Entonces, científicamente, tendríamos que explicar la presencia de riqueza, no su ausencia.

Si la pobreza es un estado que se da naturalmente, y la riqueza hay que producirla para mitigar la pobreza, nuestro enfoque político debe estar en las causas de la riqueza y no en las de la pobreza. Y el factor más importante para crear riqueza es la institucionalización de medios políticos y económicos para adquirir riqueza. Las instituciones pueden crear incentivos o desincentivos, que moldean conductas.

Crear riqueza, o sea, reducir pobreza, puede intensificarse con políticas que incentiven productividad y ganancias. Lamentablemente, nuestros marcos regulatorios y fiscales se diseñan para lograr precisamente lo contrario, y las ganancias se han convertido en la diana de la codicia política y la demagogia.

Más lamentable aún es el hecho que cualquier esfuerzo por cambiar el marco político para realzar la creación de riqueza es visto por muchos como capitalismo de compadres, diseñado para enriquecer a algunos a expensas de otros. Y en algunos casos es cierto. En muchos países, y en algunos casos en Estados Unidos, la riqueza no es resultado de producir bienes y servicios atractivos, sino de la cercanía al poder político.

Dicho eso, un genuino capitalismo de libre mercado basado en el imperio de la ley, igualdad de derechos y la opción garantizada de poder disfrutar del resultado del trabajo, ahorros e inversiones, es la mejor estrategia para eliminar la pobreza. Si queremos verdaderamente reducir la pobreza, necesitamos desechar el libro de las viejas políticas y abrazar apasionadamente la libertad para crear y mantener riquezas.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

 

 

 

“La pobreza no tiene causas…”

Redacción República
25 de agosto, 2017

Aceptémoslo: perdimos la Guerra contra la Pobreza. En Estados Unidos, en 1964, cuando el Presidente Lyndon B Johnson introdujo legislación creando varios programas del gobierno como estrategias de reducción de la pobreza, aproximadamente 34 millones de americanos eran considerados pobres. Hoy, 50 años después, el número se ha elevado a más de 45 millones. Como porcentaje de la población, el número de personas debajo de la línea de pobreza se ha mantenido esencialmente constante  alrededor del 15 por ciento.

Otras mediciones mostrarían evaluaciones más o menos favorables, pero el hecho inexorable es que hemos fracasado en  reducir significativamente la pobreza. Igualmente importante, en términos de los objetivos declarados por el Presidente Johnson, nuestros programas para incrementar la capacidad de autosuficiencia de la población han fracasado.

No ha sido por falta de intentos. Como nación hemos gastado más de 22 billones (trillones en inglés) de dólares en programas anti-pobreza (sin incluir Social Security y Medicare), con pocos resultados por nuestros sudores y recursos.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Antes de continuar, o quizás expandir -como algunos sugieren-  nuestros inefectivos esfuerzos, debemos cuestionarnos la visión convencional sobre las causas de la pobreza. En este hito, tras cincuenta años de campañas fallidas, debemos repensar nuestros principios rectores y  evitar argumentos políticos vacíos que eluden el problema.

En Estados Unidos la falta de educación, familias fragmentadas, nacimientos extramatrimoniales, y una cultura de pobreza, están entre las causas de pobreza más citadas. En otros países puede añadirse sequías, epidemias, sobrepoblación y más. Pero es difícil separar las causas básicas e inmediatas de la pobreza de sus efectos. Por ejemplo, una educación deficiente puede ser vista como causa o como consecuencia de la pobreza.

El liberalismo clásico (a saber, el pensamiento libertario) asume la visión provocadora de que la pobreza es el resultado de no producir riqueza. O como dijo el economista Peter Bauer: “La pobreza no tiene causas. La riqueza sí las tiene”. En otras palabras, pobreza es lo que tenemos si no generamos riqueza. Por consiguiente, para paliar la pobreza la solución es crear más riqueza.

Estimado lector: antes de botar el periódico (o peor, su caro lector digital) en disgusto “progresista”, por favor considere lo siguiente: Durante casi toda la existencia humana la pobreza generalizada ha sido la norma histórica global. Han pasado solamente algunos siglos desde que aprendimos a crear riqueza y cómo aminorar la pobreza mundial. Una representación gráfica de este fenómeno revela una línea horizontal ininterrumpida de pobreza humana durante 1,800 años sin ningún alivio. Solamente en los últimos tres siglos vemos un incremento casi vertical en la riqueza. Entonces, científicamente, tendríamos que explicar la presencia de riqueza, no su ausencia.

Si la pobreza es un estado que se da naturalmente, y la riqueza hay que producirla para mitigar la pobreza, nuestro enfoque político debe estar en las causas de la riqueza y no en las de la pobreza. Y el factor más importante para crear riqueza es la institucionalización de medios políticos y económicos para adquirir riqueza. Las instituciones pueden crear incentivos o desincentivos, que moldean conductas.

Crear riqueza, o sea, reducir pobreza, puede intensificarse con políticas que incentiven productividad y ganancias. Lamentablemente, nuestros marcos regulatorios y fiscales se diseñan para lograr precisamente lo contrario, y las ganancias se han convertido en la diana de la codicia política y la demagogia.

Más lamentable aún es el hecho que cualquier esfuerzo por cambiar el marco político para realzar la creación de riqueza es visto por muchos como capitalismo de compadres, diseñado para enriquecer a algunos a expensas de otros. Y en algunos casos es cierto. En muchos países, y en algunos casos en Estados Unidos, la riqueza no es resultado de producir bienes y servicios atractivos, sino de la cercanía al poder político.

Dicho eso, un genuino capitalismo de libre mercado basado en el imperio de la ley, igualdad de derechos y la opción garantizada de poder disfrutar del resultado del trabajo, ahorros e inversiones, es la mejor estrategia para eliminar la pobreza. Si queremos verdaderamente reducir la pobreza, necesitamos desechar el libro de las viejas políticas y abrazar apasionadamente la libertad para crear y mantener riquezas.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo