Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

Invasiones musicales

Gabriel Arana Fuentes
27 de agosto, 2017

En el blog de historias urbanas escribe José Vicente Solórzano Aguilar.

A mediados del siglo XX estuvieron de moda las películas que relataban invasiones procedentes del espacio exterior. La vastedad del universo se abría a especulaciones acerca de la vida en otros planetas; reflejos de la paranoia causada por la Guerra Fría y la amenaza nuclear, con la certeza de que entre los Estados Unidos, la Unión Soviética y la China de Mao Zedong se cargarían al mundo entero, la mayoría de películas, cómics y relatos de space opera solían referirse a la llegada de seres hostiles a la Tierra con intención de conquistarla o destruirla.

Los cinéfilos conocen al dedillo las tramas de cintas como Invasion from body snatchers (reseñada por el crítico cubano G. Caín como “una cinta de ciencia-ficción con un mensaje para adultos”) y se divierten cantidad con Plan 9 from outer space (la resurrección de cadáveres como avanzada de un ejército más poderoso), dirigida por Ed Wood. Yo me centraré en dos canciones, la una a estilo cha cha chá, la otra a todo rock and roll, que plantean el intercambio cultural entre terrícolas y extraterrestres.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

A ritmo de charanga, ensamble que funde los sonidos de la flauta, violín y piano con las tumbadoras, pailas y cencerros, el maestro Enrique Jorrín compuso una divertida historia titulada “Los marcianos llegaron ya”. Seguro los visitantes se informaron de que su platillo volador aterrizaría en Cuba, síntesis afortunada de lo africano y europeo, y adaptaron el chachachá, creación de Jorrín que hizo furor entre los bailarines asiduos a los salones y casinos de La Habana, bautizándolo como “ricachá”.

En vez de apuntar con sus cañones desintegradores a quienes se atrevieron a acercarse a la nave, aprovecharon la ocasión para mostrar sus avances tecnológicos. Jorrín escribió que rascaban “un güiro televisor” y tocaban “un instrumento muy raro, mezcla de timbal y piano”, mientras “las marcianas muy bonitas/ en trajes de mamboleta/ giraron en mil piruetas”. Desconozco en qué año se grabó la primera versión de la pieza, incorporada sin tardanza al repertorio de orquestas cubanas y mexicanas; tanteo que data de 1955 o 1956.

Al otro lado del estrecho de la Florida, tierra adentro, llegamos a Memphis, estado de Tennessee, hogar del sello Sun Records y cuna del primer rock and roll. La disquera amparó el sencillo debut del cantante Billy Lee Riley titulado “Flyin Saucers Rock and Roll” y lanzado el 23 de febrero de 1957.

Ahora los marcianos, descritos como “hombrecitos verdes, de tres pies de altura”, eligieron territorio sureño para lucir sus habilidades. Según la canción, pronto corrieron las noticias de que un platillo volador rondaba por el área. El narrador se acerca cauteloso y lo primero que hacen los marcianos, al bajar y adaptarse a la gravedad terrestre, fue armar una banda de rock and roll. Nada menos. “I couldn’t understand the things they said / but that crazy beat just a stopped me dead” (“no podía entender lo que decían / pero ese ritmo loco me sacudió”, en versión libre al español) y que aplica para nosotros los escuchas, que nos dejamos atrapar desde niños por el gran ritmo –como le llama el músico y novelista Jorge Godínez– sin tener idea de lo que decía el cantante.

El narrador comprueba que los hombrecitos son “real hep-cats” (“controlan de verdad”; hep-cat, según el diccionario Merriam Webster, es toda persona enterada de las novísimas tendencias en música y moda) y arman tremendo sonidón con ayuda de la batería y el saxofón. Al final se une a la banda, le enseñan varios compases y “started rock and roll all the way from Mars” (“empezamos a rocanrolear en todo el camino desde Marte”).

Noten las correspondencias entre las dos canciones. Los visitantes arriban en platillos voladores y sorprenden a los testigos del aterrizaje, apenas bajan de sus naves, tocando la música que divertía a la juventud y escandalizaba a los padres de la época. El temor y desconfianza que pudieron sentir son remplazados por el alborozo y la alegría. Al final todos terminan bailando o incorporándose a la banda. Queda a la libre interpretación del escucha si los engañaron con espejitos musicales, o hicieron buenas migas hasta que los marcianos volaron de regreso a su planeta.

Invasiones musicales

Gabriel Arana Fuentes
27 de agosto, 2017

En el blog de historias urbanas escribe José Vicente Solórzano Aguilar.

A mediados del siglo XX estuvieron de moda las películas que relataban invasiones procedentes del espacio exterior. La vastedad del universo se abría a especulaciones acerca de la vida en otros planetas; reflejos de la paranoia causada por la Guerra Fría y la amenaza nuclear, con la certeza de que entre los Estados Unidos, la Unión Soviética y la China de Mao Zedong se cargarían al mundo entero, la mayoría de películas, cómics y relatos de space opera solían referirse a la llegada de seres hostiles a la Tierra con intención de conquistarla o destruirla.

Los cinéfilos conocen al dedillo las tramas de cintas como Invasion from body snatchers (reseñada por el crítico cubano G. Caín como “una cinta de ciencia-ficción con un mensaje para adultos”) y se divierten cantidad con Plan 9 from outer space (la resurrección de cadáveres como avanzada de un ejército más poderoso), dirigida por Ed Wood. Yo me centraré en dos canciones, la una a estilo cha cha chá, la otra a todo rock and roll, que plantean el intercambio cultural entre terrícolas y extraterrestres.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

A ritmo de charanga, ensamble que funde los sonidos de la flauta, violín y piano con las tumbadoras, pailas y cencerros, el maestro Enrique Jorrín compuso una divertida historia titulada “Los marcianos llegaron ya”. Seguro los visitantes se informaron de que su platillo volador aterrizaría en Cuba, síntesis afortunada de lo africano y europeo, y adaptaron el chachachá, creación de Jorrín que hizo furor entre los bailarines asiduos a los salones y casinos de La Habana, bautizándolo como “ricachá”.

En vez de apuntar con sus cañones desintegradores a quienes se atrevieron a acercarse a la nave, aprovecharon la ocasión para mostrar sus avances tecnológicos. Jorrín escribió que rascaban “un güiro televisor” y tocaban “un instrumento muy raro, mezcla de timbal y piano”, mientras “las marcianas muy bonitas/ en trajes de mamboleta/ giraron en mil piruetas”. Desconozco en qué año se grabó la primera versión de la pieza, incorporada sin tardanza al repertorio de orquestas cubanas y mexicanas; tanteo que data de 1955 o 1956.

Al otro lado del estrecho de la Florida, tierra adentro, llegamos a Memphis, estado de Tennessee, hogar del sello Sun Records y cuna del primer rock and roll. La disquera amparó el sencillo debut del cantante Billy Lee Riley titulado “Flyin Saucers Rock and Roll” y lanzado el 23 de febrero de 1957.

Ahora los marcianos, descritos como “hombrecitos verdes, de tres pies de altura”, eligieron territorio sureño para lucir sus habilidades. Según la canción, pronto corrieron las noticias de que un platillo volador rondaba por el área. El narrador se acerca cauteloso y lo primero que hacen los marcianos, al bajar y adaptarse a la gravedad terrestre, fue armar una banda de rock and roll. Nada menos. “I couldn’t understand the things they said / but that crazy beat just a stopped me dead” (“no podía entender lo que decían / pero ese ritmo loco me sacudió”, en versión libre al español) y que aplica para nosotros los escuchas, que nos dejamos atrapar desde niños por el gran ritmo –como le llama el músico y novelista Jorge Godínez– sin tener idea de lo que decía el cantante.

El narrador comprueba que los hombrecitos son “real hep-cats” (“controlan de verdad”; hep-cat, según el diccionario Merriam Webster, es toda persona enterada de las novísimas tendencias en música y moda) y arman tremendo sonidón con ayuda de la batería y el saxofón. Al final se une a la banda, le enseñan varios compases y “started rock and roll all the way from Mars” (“empezamos a rocanrolear en todo el camino desde Marte”).

Noten las correspondencias entre las dos canciones. Los visitantes arriban en platillos voladores y sorprenden a los testigos del aterrizaje, apenas bajan de sus naves, tocando la música que divertía a la juventud y escandalizaba a los padres de la época. El temor y desconfianza que pudieron sentir son remplazados por el alborozo y la alegría. Al final todos terminan bailando o incorporándose a la banda. Queda a la libre interpretación del escucha si los engañaron con espejitos musicales, o hicieron buenas migas hasta que los marcianos volaron de regreso a su planeta.