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La revolución de la esperanza

Redacción
28 de agosto, 2017

Ocurrió espontáneamente. La convicción que como pueblo, en medio de multitud de opiniones, de no querer vivir en forma mecanizada. Ayer se vivió esa sensación de la ciudadanía guatemalteca de no ser un diente de engranaje que nos conduzca a la destrucción de nuestra institucionalidad y gobernabilidad.

La voz del guatemalteco se ha puesto una vez más al servicio de la esperanza. La convicción de que podemos hallar soluciones ayudados por la racionalidad, la tolerancia y no a través de la irracionalidad y el odio. Guatemala, con sus diferentes credos políticos, de comunicología y de religión comparte ese interés por el respeto de la vida. Las ideologías de todo tinte deformaron la vida en este primoroso país de la eterna primavera.

La continuidad con el pasado debe preestablecerse. Me admira la convicción del Dr. Armando de la Torre, acérrimo académico que con su pluma pudo ver como se derrumbó la desestalinización del marxismo con la caída del Muro de Berlín y la apertura comercial de Alemania del Esta con Occidente. Pudo ver la muerte de Hugo Chávez, seguida de Fidel Castro. La alternativa de Cuba y Venezuela de deshumanizarse por completo hace vislumbrar en Guatemala: esperanza.

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Retomo las palabras de La Biblia cuando dice en Eclesiastés 9:4 “aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos”. Ese fantasma del miedo que diariamente vivíamos de personas bien alimentadas, poco sentimentales, vendiendo día con día la idea de una nueva sociedad, con todas las características de Utopía de Tomas Moro, pero totalmente vacía de calidez y humanidad.

Millones de ciudadanos guatemaltecos incoordinados han caído presa fácil de personalidades magnéticas y atractivas ofreciendo controlar la corrupción en una Guatemala que día con día se torna más violenta, dividida e individualizada, donde el sentido de unidad familiar, de comunidad, de Estado se salían de control frente a nosotros.

Como seres humanos no podemos solo levantarnos para consumir y producir y resguardar nuestras fuerzas, para volvernos prisioneros de nosotros mismos perdiendo todo contacto con la vida y resolviendo absolutamente todo en los tribunales de justicia. No podemos producir gente enferma para tener una justicia sana. No podemos sacrificar a las personas y sus familias para que nuestras instituciones funciones bien.

La pavorosa falta de humanidad de la Contraloría General de Cuentas, destruyendo toda posibilidad de rescate de aquellos que no tienen hoy por hoy un pan que llevarse a la boca y que mueren día con día en medio de intereses estériles y banales. El ciudadano medio ve lo sucedido el día de ayer con simpatía o con horror y ve amenazado su sistema social de una o de otra forma.

Si se vincula ese combate de la corrupción con el sistema entero de vivir en Guatemala entenderemos que vivir en Guatemala no es ser un objeto de la justicia, con leyes alternativas que han producido desequilibrios en toda nuestra vida social.

Ese experimento histórico ha fracasado. La creciente insatisfacción de uno y de otro lado, la forma de vida, el silencioso aburrimiento, la despersonalización y la pérdida de la vida privada ha puesto ha descubierto que el Derecho no es el paraíso y no da la felicidad que promete con la nueva corriente de lucha contra la impunidad. Hasta cuando perdemos ganamos.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

La revolución de la esperanza

Redacción
28 de agosto, 2017

Ocurrió espontáneamente. La convicción que como pueblo, en medio de multitud de opiniones, de no querer vivir en forma mecanizada. Ayer se vivió esa sensación de la ciudadanía guatemalteca de no ser un diente de engranaje que nos conduzca a la destrucción de nuestra institucionalidad y gobernabilidad.

La voz del guatemalteco se ha puesto una vez más al servicio de la esperanza. La convicción de que podemos hallar soluciones ayudados por la racionalidad, la tolerancia y no a través de la irracionalidad y el odio. Guatemala, con sus diferentes credos políticos, de comunicología y de religión comparte ese interés por el respeto de la vida. Las ideologías de todo tinte deformaron la vida en este primoroso país de la eterna primavera.

La continuidad con el pasado debe preestablecerse. Me admira la convicción del Dr. Armando de la Torre, acérrimo académico que con su pluma pudo ver como se derrumbó la desestalinización del marxismo con la caída del Muro de Berlín y la apertura comercial de Alemania del Esta con Occidente. Pudo ver la muerte de Hugo Chávez, seguida de Fidel Castro. La alternativa de Cuba y Venezuela de deshumanizarse por completo hace vislumbrar en Guatemala: esperanza.

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Retomo las palabras de La Biblia cuando dice en Eclesiastés 9:4 “aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos”. Ese fantasma del miedo que diariamente vivíamos de personas bien alimentadas, poco sentimentales, vendiendo día con día la idea de una nueva sociedad, con todas las características de Utopía de Tomas Moro, pero totalmente vacía de calidez y humanidad.

Millones de ciudadanos guatemaltecos incoordinados han caído presa fácil de personalidades magnéticas y atractivas ofreciendo controlar la corrupción en una Guatemala que día con día se torna más violenta, dividida e individualizada, donde el sentido de unidad familiar, de comunidad, de Estado se salían de control frente a nosotros.

Como seres humanos no podemos solo levantarnos para consumir y producir y resguardar nuestras fuerzas, para volvernos prisioneros de nosotros mismos perdiendo todo contacto con la vida y resolviendo absolutamente todo en los tribunales de justicia. No podemos producir gente enferma para tener una justicia sana. No podemos sacrificar a las personas y sus familias para que nuestras instituciones funciones bien.

La pavorosa falta de humanidad de la Contraloría General de Cuentas, destruyendo toda posibilidad de rescate de aquellos que no tienen hoy por hoy un pan que llevarse a la boca y que mueren día con día en medio de intereses estériles y banales. El ciudadano medio ve lo sucedido el día de ayer con simpatía o con horror y ve amenazado su sistema social de una o de otra forma.

Si se vincula ese combate de la corrupción con el sistema entero de vivir en Guatemala entenderemos que vivir en Guatemala no es ser un objeto de la justicia, con leyes alternativas que han producido desequilibrios en toda nuestra vida social.

Ese experimento histórico ha fracasado. La creciente insatisfacción de uno y de otro lado, la forma de vida, el silencioso aburrimiento, la despersonalización y la pérdida de la vida privada ha puesto ha descubierto que el Derecho no es el paraíso y no da la felicidad que promete con la nueva corriente de lucha contra la impunidad. Hasta cuando perdemos ganamos.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo