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Reyerta de mercado

Luis Felipe Garrán
31 de agosto, 2017

Plaza de la Constitución. Lunes 28 de agosto de 2017. Día 1 d.C. (después del circo).

Si los carros, después de sacarlos de la agencia, se deprecian a un ritmo acelerado, la rapidez con que las manifestaciones de 2015 lo han hecho es aún mayor. Desde la semana pasada ha habido un combate entre Jimmy Morales e Iván Velásquez, jefe de la CICIG, en el que el presidente pretendió dar el golpe definitivo con algo que la Corte de Constitucionalidad ha determinado como puñetazo a la nuca, o sea, ilegal en este peculiar boxeo.
La media maratón de la capital y el hecho de que a Jimmy solo se le vio a través de pantallas (el “plashma”, diría un homólogo suyo en el sur de Europa) dificultaron que la reacción ciudadana del domingo fuera aquello que Otto Pérez pudo vivir desde el palco de honor. El lunes debía ser, pues, el día señalado. Pero no lo fue.

Tres de la tarde. No puedo decir que la Plaza estuviera vacía solo porque las gotas de lluvia ocupaban un espacio. Había vuvuzelas y banderas, pero en carretones y bolsas de los comerciantes oportunistas. La indignación de las redes debió quedarse atrapada en estas.
“¡Viva Jimmy, fuera Iván!” Día 2 d.C. en el Mercado Central. Pocas horas antes estuve en el Congreso, y fue en un kiosco de lapiceros y libretas de a quetzal que escuché, por primera vez en el día, la postura de algún ciudadano sobre la crisis actual.

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A la mujer de los bolígrafos le respondía el tipo de las canillitas de leche con un “¡Jimmy cabrón, Iván el salvador!” Iniciaba el debate; ese que había sido inexistente en el recinto de la 8ª avenida, porque mientras Linares hablaba sobre la niñez y la juventud, Taracena bebía café, de pie y a tres filas de su sitio. Obviamente no era el único que hacía algo parecido; de hecho, sería más fácil enumerar a quienes permanecían en su asiento prestando atención al expositor.

“Lo recuerdo como un buen patojo en la tele”, dice la mujer que me ofrece un Bic de imitación. “Está acabando con la corrupción”, me cuenta el de los dulces típicos. La primera no sabe quiénes forman el actual gabinete de ministros; el segundo no es capaz de mencionar algún caso en el que la CICIG haya actuado más allá “del de Otto y la Baldetti”.
Me fui sin comprar, ni a uno ni a otro, pero con la sensación de que la confrontación entre el presidente y el comisionado está quedando en nada más que una reyerta de mercado. Quienes apoyan al primero están dando su visto bueno a alguien que no ha dado razones concretas para atacar; los del segundo, han confundido el nombre de un abogado colombiano con el de todo un organismo internacional.

Al final, todo se reduce a un pueblo polarizado sin fundamentos reales, ni de un lado ni del otro, y en el que la ausencia de líderes brilla más que la cabeza de un calvo en el puerto a mediodía. Que no se nos seque la tinta, ni nos empalaguemos de tanto dulce de leche.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Reyerta de mercado

Luis Felipe Garrán
31 de agosto, 2017

Plaza de la Constitución. Lunes 28 de agosto de 2017. Día 1 d.C. (después del circo).

Si los carros, después de sacarlos de la agencia, se deprecian a un ritmo acelerado, la rapidez con que las manifestaciones de 2015 lo han hecho es aún mayor. Desde la semana pasada ha habido un combate entre Jimmy Morales e Iván Velásquez, jefe de la CICIG, en el que el presidente pretendió dar el golpe definitivo con algo que la Corte de Constitucionalidad ha determinado como puñetazo a la nuca, o sea, ilegal en este peculiar boxeo.
La media maratón de la capital y el hecho de que a Jimmy solo se le vio a través de pantallas (el “plashma”, diría un homólogo suyo en el sur de Europa) dificultaron que la reacción ciudadana del domingo fuera aquello que Otto Pérez pudo vivir desde el palco de honor. El lunes debía ser, pues, el día señalado. Pero no lo fue.

Tres de la tarde. No puedo decir que la Plaza estuviera vacía solo porque las gotas de lluvia ocupaban un espacio. Había vuvuzelas y banderas, pero en carretones y bolsas de los comerciantes oportunistas. La indignación de las redes debió quedarse atrapada en estas.
“¡Viva Jimmy, fuera Iván!” Día 2 d.C. en el Mercado Central. Pocas horas antes estuve en el Congreso, y fue en un kiosco de lapiceros y libretas de a quetzal que escuché, por primera vez en el día, la postura de algún ciudadano sobre la crisis actual.

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A la mujer de los bolígrafos le respondía el tipo de las canillitas de leche con un “¡Jimmy cabrón, Iván el salvador!” Iniciaba el debate; ese que había sido inexistente en el recinto de la 8ª avenida, porque mientras Linares hablaba sobre la niñez y la juventud, Taracena bebía café, de pie y a tres filas de su sitio. Obviamente no era el único que hacía algo parecido; de hecho, sería más fácil enumerar a quienes permanecían en su asiento prestando atención al expositor.

“Lo recuerdo como un buen patojo en la tele”, dice la mujer que me ofrece un Bic de imitación. “Está acabando con la corrupción”, me cuenta el de los dulces típicos. La primera no sabe quiénes forman el actual gabinete de ministros; el segundo no es capaz de mencionar algún caso en el que la CICIG haya actuado más allá “del de Otto y la Baldetti”.
Me fui sin comprar, ni a uno ni a otro, pero con la sensación de que la confrontación entre el presidente y el comisionado está quedando en nada más que una reyerta de mercado. Quienes apoyan al primero están dando su visto bueno a alguien que no ha dado razones concretas para atacar; los del segundo, han confundido el nombre de un abogado colombiano con el de todo un organismo internacional.

Al final, todo se reduce a un pueblo polarizado sin fundamentos reales, ni de un lado ni del otro, y en el que la ausencia de líderes brilla más que la cabeza de un calvo en el puerto a mediodía. Que no se nos seque la tinta, ni nos empalaguemos de tanto dulce de leche.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo