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Cuando no nos dicen qué pensar

Carmen Camey
06 de septiembre, 2017

Guatemala atraviesa esta semana una de sus más grandes crisis políticas y sociales, unida a la crisis objetiva existe también una sensación de desconcierto y confusión porque esta vez, a diferencia de las crisis anteriores, incluso de la crisis del gobierno anterior, los “buenos y malos” no son tan fáciles de reconocer. Jimmy: ¿es héroe o villano? Y san Iván, ¿ahora resulta que igual no es tan canonizable? Los empresarios, ¿corruptos desalmados o víctimas de una extorsión? Como en toda guerra, no es tan fácil dividir buenos de malos, víctimas y victimarios, y por lo general las líneas que separan a unos de otros se vuelven borrosas añadiendo así a la crisis institucional un emocionante elemento de WTF para amenizar la semana.

Y es que aquello del 2015 fue más sencillo, al menos para la cabeza: Otto y Roxana podían ser fácilmente identificados como los villanos y archienemigos del país y la CICIG, con Iván a la cabeza, como nuestro salvador. Pero al más puro estilo de Batman, intentar actuar desde fuera de la ley suele traer consecuencias negativas para la misma ley, es decir, se deteriora aquello mismo que se quiere proteger. Por eso Batman prefiere darle el protagonismo a Harvey, no fuera a ser que la gente pensar que aquello de “hacer las cosas como me da la gana” era mejor que un sistema democrático e institucional.

Pero parece que solo a Batman se le ocurrió aquello de pensar en el bien de su ciudad y no en el suyo propio. Y eso que él no estaba ni la mitad de confundido que Iván Velázquez. Iván, a diferencia de Batman, ha dejado que las cosas se le vayan un poco de las manos, creyéndose con capacidad de actuar por encima de la ley y decidiendo él mismo qué es lo mejor y lo peor para nuestro país -nuestro, dicho con exclusión de Iván, porque ni siquiera es el suyo-. Tiene todo el sentido del mundo: intentar que los políticos y empresarios de Guatemala (algunos, los que él opine que tienen que pagar) respeten el sistema a través de tácticas y estrategias contrarias al mismo sistema que intentamos defender.

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Volviendo al principio: ni buenos ni malos, ni víctimas y verdugos. Personas comunes y corrientes que a veces lo hacen bien y a veces no tan bien y harían mejor en colgar la capa. Sin embargo, lo importante ahora no es lo que ellos decidan hacer sino lo que el resto decida pensar, con énfasis en “pensar”. El panorama, como casi todo en esta vida, no es blanco y negro sino que está lleno de matices. Por eso esta es una oportunidad para que antes de que los guatemaltecos nos apresuremos a escribir nuestros estados de Facebook (#FueraIván o #FueraJimmy), le dediquemos un buen rato a leer, a estudiar y a intentar comprender mejor la situación. Puede ser que después de esto ninguno de los dos hashtags nos convenza del todo.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Cuando no nos dicen qué pensar

Carmen Camey
06 de septiembre, 2017

Guatemala atraviesa esta semana una de sus más grandes crisis políticas y sociales, unida a la crisis objetiva existe también una sensación de desconcierto y confusión porque esta vez, a diferencia de las crisis anteriores, incluso de la crisis del gobierno anterior, los “buenos y malos” no son tan fáciles de reconocer. Jimmy: ¿es héroe o villano? Y san Iván, ¿ahora resulta que igual no es tan canonizable? Los empresarios, ¿corruptos desalmados o víctimas de una extorsión? Como en toda guerra, no es tan fácil dividir buenos de malos, víctimas y victimarios, y por lo general las líneas que separan a unos de otros se vuelven borrosas añadiendo así a la crisis institucional un emocionante elemento de WTF para amenizar la semana.

Y es que aquello del 2015 fue más sencillo, al menos para la cabeza: Otto y Roxana podían ser fácilmente identificados como los villanos y archienemigos del país y la CICIG, con Iván a la cabeza, como nuestro salvador. Pero al más puro estilo de Batman, intentar actuar desde fuera de la ley suele traer consecuencias negativas para la misma ley, es decir, se deteriora aquello mismo que se quiere proteger. Por eso Batman prefiere darle el protagonismo a Harvey, no fuera a ser que la gente pensar que aquello de “hacer las cosas como me da la gana” era mejor que un sistema democrático e institucional.

Pero parece que solo a Batman se le ocurrió aquello de pensar en el bien de su ciudad y no en el suyo propio. Y eso que él no estaba ni la mitad de confundido que Iván Velázquez. Iván, a diferencia de Batman, ha dejado que las cosas se le vayan un poco de las manos, creyéndose con capacidad de actuar por encima de la ley y decidiendo él mismo qué es lo mejor y lo peor para nuestro país -nuestro, dicho con exclusión de Iván, porque ni siquiera es el suyo-. Tiene todo el sentido del mundo: intentar que los políticos y empresarios de Guatemala (algunos, los que él opine que tienen que pagar) respeten el sistema a través de tácticas y estrategias contrarias al mismo sistema que intentamos defender.

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Volviendo al principio: ni buenos ni malos, ni víctimas y verdugos. Personas comunes y corrientes que a veces lo hacen bien y a veces no tan bien y harían mejor en colgar la capa. Sin embargo, lo importante ahora no es lo que ellos decidan hacer sino lo que el resto decida pensar, con énfasis en “pensar”. El panorama, como casi todo en esta vida, no es blanco y negro sino que está lleno de matices. Por eso esta es una oportunidad para que antes de que los guatemaltecos nos apresuremos a escribir nuestros estados de Facebook (#FueraIván o #FueraJimmy), le dediquemos un buen rato a leer, a estudiar y a intentar comprender mejor la situación. Puede ser que después de esto ninguno de los dos hashtags nos convenza del todo.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo