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Redacción
06 de septiembre, 2017

Mientras Guatemala ardía en politiquería la última semana de agosto, Houston y otras ciudades del sur de los Estados Unidos quedaban sumergidas tras el paso del huracán Harvey. Este fenómeno natural alcanzó categoría 4, dejando un saldo de al menos 38 personas fallecidas, muchos damnificados y millones de dólares en pérdidas de infraestructura y actividad económica. ¡Desde esta pequeña tribuna, mi solidaridad y oración por los fallecidos, sus familias, damnificados, personal de rescate y demás ciudadanos que sufrieron los efectos de este fenómeno natural!

Como era de esperarse, los alarmistas del clima y, en general, los estatistas han tomado ventaja de la tragedia, acusando al cambio climático provocado por el ser humano, a la industria del petróleo y al CO2 de ser los responsables de este colosal fenómeno. A continuación, un breve análisis que invitan una vez más a mi audiencia a buscar información científica veraz, a discernir y a visualizar previsiones apegadas a los principios de liberalismo clásico.

Hacer que el clima severo natural no parezca natural es la táctica favorita de Al Gore & Cía. Huracanes siempre los hubo, muchos de gran impacto y en condiciones de baja actividad económica. El climatólogo Roy Spencer refiere, por ejemplo, el huracán que azotó precisamente a Houston en diciembre de 1935, sumergiendo un punto de la ciudad a un nivel de 17 metros; Harvey, por cierto, cubrió la misma ubicación a un nivel de 12 metros, 5 metros menos. Por su parte el profesor Steve Goreham refiere otros sucesos de igual o mayor magnitud: la gran inundación de California entre 1861 y 1862 y el Huracán de Norfolk y Long Island en 1821. Estos ejemplos demuestran que, aún con baja presencia humana, un mínimo impacto ambiental de los procesos industriales y un bajo uso de combustibles fósiles, los huracanes de gran magnitud siempre han estado presentes, la diferencia estriba hoy en los daños, lógicamente agravados por la cantidad poblacional y mayor cantidad de infraestructura.

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Los ecologistas irracionales, y los estatistas en general, suelen calificar estos fenómenos como eventos “sin precedentes”. Así lo hizo esta vez el Servicio Meteorológico de los Estados Unidos. Sin embargo, el Dr. Spencer, citando al científico Roger Pielke Jr., refiere que “EEUU ha sido golpeado solo por cuatro huracanes Categoría 4 (o más fuerte) desde 1970, pero en más o menos la misma cantidad de años precedentes a 1970 (47 años) hubo 14 eventos de igual magnitud. Así que no podemos decir que estamos experimentando huracanes más intensos en las décadas recientes”. “Sin precedente no significa que sea el nuevo normal” sentencia el Dr. Spencer.

El clima es inherentemente peligroso. Gracias a fuentes de energía confiable, abundante y accesible, como los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural), unas tres cuartas partes de la población mundial hemos logrado resguardarnos de temperaturas y fenómenos extremos. Imagina que en el año 1900 un huracán categoría 4 que golpeó Galveston (Texas) dejó un saldo de 8 mil personas fallecidas. Harvey cobró solamente (sin menosprecio de las vidas humanas), el 0.5% de aquella cifra.

He sostenido que estos fenómenos no son desastres en sí mismos. Resultarán en ello en la medida que prevalece el estatismo (intervencionismo gubernamental) en nuestros países: a mayor estatismo mayor será el desastre; al respecto R.J. Lehman, editor en jefe e investigador de R Street, explica que una de las mayores razones del daño de Harvey es la intervención gubernamental que, desde 1960 otorga seguros por inundación, así mismo, refiere que la planificación territorial centralizada también puede explicar mucho del daño pues bajo estas condiciones e incentivos las personas no suele advertir el riesgo, reflejado en los precios reales, de vivir en zonas costeras vulnerables.

Solo un sistema donde prevalezca un gobierno limitado a sus funciones propias de seguridad (lo cual incluye un sistema coordinado de respuesta y equipos de rescate debidamente entrenados), justicia y obras de infraestructura física, mercados libres y propiedad privada será posible generar un nivel de riqueza que reduzca los daños de estos fenómenos. Solo bajo esas condiciones florecerá la infraestructura y la tecnología que, como bien avizora el filósofo estadunidense Alex Epstein, no solo nos permita protegernos sino también detener y hasta beneficiarnos de estos fenómenos antes que toquen tierra. Yo sí lo creo posible, ¿y tú?

_____________

Jorge David Chapas es guatemalteco, académico, empresario y político liberal clásico. Fundador y CEO de Rana. Sus artículos se publican en varios medios digitales en América Latina.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Redacción
06 de septiembre, 2017

Mientras Guatemala ardía en politiquería la última semana de agosto, Houston y otras ciudades del sur de los Estados Unidos quedaban sumergidas tras el paso del huracán Harvey. Este fenómeno natural alcanzó categoría 4, dejando un saldo de al menos 38 personas fallecidas, muchos damnificados y millones de dólares en pérdidas de infraestructura y actividad económica. ¡Desde esta pequeña tribuna, mi solidaridad y oración por los fallecidos, sus familias, damnificados, personal de rescate y demás ciudadanos que sufrieron los efectos de este fenómeno natural!

Como era de esperarse, los alarmistas del clima y, en general, los estatistas han tomado ventaja de la tragedia, acusando al cambio climático provocado por el ser humano, a la industria del petróleo y al CO2 de ser los responsables de este colosal fenómeno. A continuación, un breve análisis que invitan una vez más a mi audiencia a buscar información científica veraz, a discernir y a visualizar previsiones apegadas a los principios de liberalismo clásico.

Hacer que el clima severo natural no parezca natural es la táctica favorita de Al Gore & Cía. Huracanes siempre los hubo, muchos de gran impacto y en condiciones de baja actividad económica. El climatólogo Roy Spencer refiere, por ejemplo, el huracán que azotó precisamente a Houston en diciembre de 1935, sumergiendo un punto de la ciudad a un nivel de 17 metros; Harvey, por cierto, cubrió la misma ubicación a un nivel de 12 metros, 5 metros menos. Por su parte el profesor Steve Goreham refiere otros sucesos de igual o mayor magnitud: la gran inundación de California entre 1861 y 1862 y el Huracán de Norfolk y Long Island en 1821. Estos ejemplos demuestran que, aún con baja presencia humana, un mínimo impacto ambiental de los procesos industriales y un bajo uso de combustibles fósiles, los huracanes de gran magnitud siempre han estado presentes, la diferencia estriba hoy en los daños, lógicamente agravados por la cantidad poblacional y mayor cantidad de infraestructura.

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Los ecologistas irracionales, y los estatistas en general, suelen calificar estos fenómenos como eventos “sin precedentes”. Así lo hizo esta vez el Servicio Meteorológico de los Estados Unidos. Sin embargo, el Dr. Spencer, citando al científico Roger Pielke Jr., refiere que “EEUU ha sido golpeado solo por cuatro huracanes Categoría 4 (o más fuerte) desde 1970, pero en más o menos la misma cantidad de años precedentes a 1970 (47 años) hubo 14 eventos de igual magnitud. Así que no podemos decir que estamos experimentando huracanes más intensos en las décadas recientes”. “Sin precedente no significa que sea el nuevo normal” sentencia el Dr. Spencer.

El clima es inherentemente peligroso. Gracias a fuentes de energía confiable, abundante y accesible, como los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural), unas tres cuartas partes de la población mundial hemos logrado resguardarnos de temperaturas y fenómenos extremos. Imagina que en el año 1900 un huracán categoría 4 que golpeó Galveston (Texas) dejó un saldo de 8 mil personas fallecidas. Harvey cobró solamente (sin menosprecio de las vidas humanas), el 0.5% de aquella cifra.

He sostenido que estos fenómenos no son desastres en sí mismos. Resultarán en ello en la medida que prevalece el estatismo (intervencionismo gubernamental) en nuestros países: a mayor estatismo mayor será el desastre; al respecto R.J. Lehman, editor en jefe e investigador de R Street, explica que una de las mayores razones del daño de Harvey es la intervención gubernamental que, desde 1960 otorga seguros por inundación, así mismo, refiere que la planificación territorial centralizada también puede explicar mucho del daño pues bajo estas condiciones e incentivos las personas no suele advertir el riesgo, reflejado en los precios reales, de vivir en zonas costeras vulnerables.

Solo un sistema donde prevalezca un gobierno limitado a sus funciones propias de seguridad (lo cual incluye un sistema coordinado de respuesta y equipos de rescate debidamente entrenados), justicia y obras de infraestructura física, mercados libres y propiedad privada será posible generar un nivel de riqueza que reduzca los daños de estos fenómenos. Solo bajo esas condiciones florecerá la infraestructura y la tecnología que, como bien avizora el filósofo estadunidense Alex Epstein, no solo nos permita protegernos sino también detener y hasta beneficiarnos de estos fenómenos antes que toquen tierra. Yo sí lo creo posible, ¿y tú?

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Jorge David Chapas es guatemalteco, académico, empresario y político liberal clásico. Fundador y CEO de Rana. Sus artículos se publican en varios medios digitales en América Latina.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo