Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

¡Mío, mío!

José Carlos Ortega
10 de septiembre, 2017

El Estado debe privilegiar el derecho de propiedad porque es vital para que siga habiendo inversión que genere más empleos.

El desarrollo del lenguaje de un bebé empieza con sus palabras: mamá o papá. Luego se disputan los lugares: agua, pan y no. Más adelante, y sobre todo si hay otros niños cerca, aprenderá una palabra básica: mío. El sentido de propiedad nos es innato. Durante años se consideró que cuando el niño(a) no quisiera compartir un juguete o algo similar se le debía obligar para enseñarle a no ser egoísta. Hoy los pedagogos dicen que en la primera etapa de la niñez se debe permitir al niño tener posesión de sus cosas y no se le debe obligar a compartir. Es hasta que ya ha cobrado esa confianza básica se le enseña, no obliga, a compartir. Los mayores a veces queremos forzar, sin considerar que aún nosotros tenemos nuestras pertenencias cercanas que no se prestan, i.e. el maquillaje de una dama, alguna ropa, el teléfono…

Hay una gran controversia entre si la propiedad es algo natural o una construcción social, sobre todo en lo relativo a la tierra o los capitales. Los que así afirman se contradicen en todo cuando se trata de compartir algo que les es propio: carros, vivienda, libros, sueldo, etc. La propiedad, y la acumulación de ella, es vital para la construcción del futuro de las personas, para los años donde la productividad disminuye o incrementa el riesgo de enfermedades, o para heredar aquello que se ha construido para los hijos y familia.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

La existencia de la propiedad es primordial para el desarrollo de las sociedades y para el paso significativo en la historia de la humanidad de la pobreza generalizada a esta era avanzada de desarrollo en todas las áreas: salud (i.e. en el mundo se ha incrementado más de 20 años la esperanza de vida de toda la población), educación, tecnología, entretenimiento, productividad, etc. Si yo no tengo propiedad de algo, no me responsabilizo de su cuidado, me importará poco. Si puedo tener la propiedad de algo, me vuelvo el más interesado en que pertenezca y maximizar su utilización y de allí deriva la eficiencia de los recursos, su productividad, la creación, el ahorro, el emprendimiento.

Aún en el aspecto teológico se nos enseñó que lo que no es nuestro, no lo debemos tener. El mandamiento dice: no robarás – y no justifica ninguna excepción -. La propiedad no es relativa, se es dueño o no. Todos protegemos nuestra propiedad: nos afecta el robo, nos protegemos con alarmas, barrotes, seguros, seguridad, puertas, portones, paredes, alambres, etc. Vamos por la calle y nos protegemos, la paranoia de cuidar lo propio. Recuerdo que hemos pasado de no utilizar cadenas y lentes oscuros, a esconder computadoras y teléfonos móviles. Quitarle la propiedad a otro es condenado en la religión y el que sufre el daño lo resiente porque le violenta, le quita el fruto de su trabajo.

Entonces, la tierra… La tierra es también un recurso del que se ha adquirido propiedad. Por mucho tiempo los dueños de las propiedades tenían la capacidad de generar empleo para un porcentaje mayor de la población, pero los precios de las materias primas, el sector primario de la economía, ya no es el más importante, y nosotros seguimos estacionados allí, generando mayor presión a una mayor población y ahora con menos oportunidad de adquirir un empleo y una remuneración adecuada. Eso y grupos que buscan utilizar esto para generar conflictividad, hace que el derecho fundamental de la propiedad esté seriamente amenazado, no sólo en el campo, sino en toda la sociedad.

Contrario a lo que estos grupos realizan y logran el Estado debe privilegiar el derecho de propiedad porque es vital para que siga habiendo inversión que genere más empleos. Si hay certeza y seguridad jurídica sobre la propiedad la conversión de los capitales se hará de forma natural y se podrá trasladar a todos aquellos que buscan una oportunidad de propiedad de tierra.

Y de esa manera se debe recapacitar y dialogar sobre la ley constitucional que mantiene ciertas propiedades para el Estado. El subsuelo, el área de mar que limita nuestras costas, el espacio aéreo, las ondas o frecuencias radiales, televisivas y telefónicas se consideran propiedad del Estado, así como calles, carreteras, orillas de cuerpos de agua, lagos, ríos, etc. El imaginario de la población, alimentado en la educación primaria es que es de “todos” cuando en realidad no, es privada del Estado aunque permita el uso, en distintas formas, de varios.

Si por el contrario, el subsuelo no fuera del Estado, sino fuera de las personas dueñas del suelo, muchos de los conflictos de explotación minera, de producción hidroeléctrica, etc. no existieran porque que el imaginario es que sobre esa explotación tenemos derecho todos, aunque nunca pudiéramos generar un kilovatio o una onza de plata.
Si queremos que haya desarrollo, no debemos olvidar proteger el derecho esencial para la generación de más riqueza, optimizando los recursos existentes: la propiedad.

Sígame y coménteme en twitter: @josekrlos

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

¡Mío, mío!

José Carlos Ortega
10 de septiembre, 2017

El Estado debe privilegiar el derecho de propiedad porque es vital para que siga habiendo inversión que genere más empleos.

El desarrollo del lenguaje de un bebé empieza con sus palabras: mamá o papá. Luego se disputan los lugares: agua, pan y no. Más adelante, y sobre todo si hay otros niños cerca, aprenderá una palabra básica: mío. El sentido de propiedad nos es innato. Durante años se consideró que cuando el niño(a) no quisiera compartir un juguete o algo similar se le debía obligar para enseñarle a no ser egoísta. Hoy los pedagogos dicen que en la primera etapa de la niñez se debe permitir al niño tener posesión de sus cosas y no se le debe obligar a compartir. Es hasta que ya ha cobrado esa confianza básica se le enseña, no obliga, a compartir. Los mayores a veces queremos forzar, sin considerar que aún nosotros tenemos nuestras pertenencias cercanas que no se prestan, i.e. el maquillaje de una dama, alguna ropa, el teléfono…

Hay una gran controversia entre si la propiedad es algo natural o una construcción social, sobre todo en lo relativo a la tierra o los capitales. Los que así afirman se contradicen en todo cuando se trata de compartir algo que les es propio: carros, vivienda, libros, sueldo, etc. La propiedad, y la acumulación de ella, es vital para la construcción del futuro de las personas, para los años donde la productividad disminuye o incrementa el riesgo de enfermedades, o para heredar aquello que se ha construido para los hijos y familia.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

La existencia de la propiedad es primordial para el desarrollo de las sociedades y para el paso significativo en la historia de la humanidad de la pobreza generalizada a esta era avanzada de desarrollo en todas las áreas: salud (i.e. en el mundo se ha incrementado más de 20 años la esperanza de vida de toda la población), educación, tecnología, entretenimiento, productividad, etc. Si yo no tengo propiedad de algo, no me responsabilizo de su cuidado, me importará poco. Si puedo tener la propiedad de algo, me vuelvo el más interesado en que pertenezca y maximizar su utilización y de allí deriva la eficiencia de los recursos, su productividad, la creación, el ahorro, el emprendimiento.

Aún en el aspecto teológico se nos enseñó que lo que no es nuestro, no lo debemos tener. El mandamiento dice: no robarás – y no justifica ninguna excepción -. La propiedad no es relativa, se es dueño o no. Todos protegemos nuestra propiedad: nos afecta el robo, nos protegemos con alarmas, barrotes, seguros, seguridad, puertas, portones, paredes, alambres, etc. Vamos por la calle y nos protegemos, la paranoia de cuidar lo propio. Recuerdo que hemos pasado de no utilizar cadenas y lentes oscuros, a esconder computadoras y teléfonos móviles. Quitarle la propiedad a otro es condenado en la religión y el que sufre el daño lo resiente porque le violenta, le quita el fruto de su trabajo.

Entonces, la tierra… La tierra es también un recurso del que se ha adquirido propiedad. Por mucho tiempo los dueños de las propiedades tenían la capacidad de generar empleo para un porcentaje mayor de la población, pero los precios de las materias primas, el sector primario de la economía, ya no es el más importante, y nosotros seguimos estacionados allí, generando mayor presión a una mayor población y ahora con menos oportunidad de adquirir un empleo y una remuneración adecuada. Eso y grupos que buscan utilizar esto para generar conflictividad, hace que el derecho fundamental de la propiedad esté seriamente amenazado, no sólo en el campo, sino en toda la sociedad.

Contrario a lo que estos grupos realizan y logran el Estado debe privilegiar el derecho de propiedad porque es vital para que siga habiendo inversión que genere más empleos. Si hay certeza y seguridad jurídica sobre la propiedad la conversión de los capitales se hará de forma natural y se podrá trasladar a todos aquellos que buscan una oportunidad de propiedad de tierra.

Y de esa manera se debe recapacitar y dialogar sobre la ley constitucional que mantiene ciertas propiedades para el Estado. El subsuelo, el área de mar que limita nuestras costas, el espacio aéreo, las ondas o frecuencias radiales, televisivas y telefónicas se consideran propiedad del Estado, así como calles, carreteras, orillas de cuerpos de agua, lagos, ríos, etc. El imaginario de la población, alimentado en la educación primaria es que es de “todos” cuando en realidad no, es privada del Estado aunque permita el uso, en distintas formas, de varios.

Si por el contrario, el subsuelo no fuera del Estado, sino fuera de las personas dueñas del suelo, muchos de los conflictos de explotación minera, de producción hidroeléctrica, etc. no existieran porque que el imaginario es que sobre esa explotación tenemos derecho todos, aunque nunca pudiéramos generar un kilovatio o una onza de plata.
Si queremos que haya desarrollo, no debemos olvidar proteger el derecho esencial para la generación de más riqueza, optimizando los recursos existentes: la propiedad.

Sígame y coménteme en twitter: @josekrlos

República es ajena a la opinión expresada en este artículo