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Si yo fuera Presidente

Redacción República
21 de septiembre, 2017

Por Rudy Pérez 

Como alusión al libreto de la película de Cantinflas “Si yo fuera diputado”, en ella se muestra cómo un humilde barbero, con pensamientos limpios, de conciencia social vaya, llega a ocupar un puesto importante de gobierno a través de la voluntad popular.

De la película a el escenario que tienen las votaciones en Guatemala hay mucha diferencia. En principio en ese barrio pequeño que nos dibuja la cinta, se realizan éstas a través de un sufragio ESPECIFICO y, la misma comunidad defiende cualquier tipo de fraude. En este país sucede algo distinto, pues el votante llega a las urnas, lleva la misión de elegir a su presidente y por DEFAULT marca por el mismo símbolo a determinado diputado. A veces sin saber siquiera su nombre. Y los resultados siempre son los mismos, porque cuando cae en cuenta el ciudadano que el Congreso no era lo que esperaba, aun votando él a ciegas, protesta.

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Yo, haciendo el papel de Cantinflas, para optar al cargo de presidente tendría que reunir dentro de mi subconsciente ciertas certezas:
1ª. Saber el “trabajo” de un político. Aprender a persuadir de cualquier manera, ya sea con verdades o mentiras, eso no importa.
2ª. Entender que siempre, siempre, estarán mis ideas supeditadas por alguien superior. La inocencia en esto es fatal.
3ª. Comprender que, como cualquier trabajo, si no funciono, una patada sabemos dónde y adiós. Vox populi.
4ª. Aprender a aullar. Me voy a mecer en una cuna de lobos y, si me duermo me comen.
Si quisiera hacer algunas premoniciones, vaya, podría sospechar que, en el Congreso, el día 21 de septiembre, día memorable, se llevará una pila de agua, no bendita por supuesto, pero sí con capacidad para que algunas personalidades se laven las manos y dejen a alguien completamente vendido.

Y siguiendo con las premoniciones, vendrán juicios, abandono de amistades, por no decir asesores, señalamientos (estoy hablando de ese alguien que quedará vendido), y la vida seguirá igual.
La vida no es fácil. En toda circunstancia adversa, alguien tiene que pagar los platos rotos. En el caso de un presidente, puede que haya quebrado algunos, pero como está encargado de todo el restaurante, los tendrá que pagar todos. Errores propios y ajenos.

Si hubiera cambios o, personalidades renunciaran, ojalá que no bajen de la montaña nuevos lobos, cosa que es segura. Y todo termine en lo mismo.
Aterrizando siempre en las premoniciones, si yo fuera presidente, lo primero que haría es hincarme y ponerme a rezar, especialmente pedir una cosa: QUE DIOS ME PROTEJA, porque en un momento determinado ME VOY A QUEDAR COMPLETAMENTE SOLO. Irremediablemente tendría que hacer un guardadito, porque el dinero es el único que podría defenderme.
Solamente premoniciones, lo más seguro es que todo sea ficticio.
República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Si yo fuera Presidente

Redacción República
21 de septiembre, 2017

Por Rudy Pérez 

Como alusión al libreto de la película de Cantinflas “Si yo fuera diputado”, en ella se muestra cómo un humilde barbero, con pensamientos limpios, de conciencia social vaya, llega a ocupar un puesto importante de gobierno a través de la voluntad popular.

De la película a el escenario que tienen las votaciones en Guatemala hay mucha diferencia. En principio en ese barrio pequeño que nos dibuja la cinta, se realizan éstas a través de un sufragio ESPECIFICO y, la misma comunidad defiende cualquier tipo de fraude. En este país sucede algo distinto, pues el votante llega a las urnas, lleva la misión de elegir a su presidente y por DEFAULT marca por el mismo símbolo a determinado diputado. A veces sin saber siquiera su nombre. Y los resultados siempre son los mismos, porque cuando cae en cuenta el ciudadano que el Congreso no era lo que esperaba, aun votando él a ciegas, protesta.

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Yo, haciendo el papel de Cantinflas, para optar al cargo de presidente tendría que reunir dentro de mi subconsciente ciertas certezas:
1ª. Saber el “trabajo” de un político. Aprender a persuadir de cualquier manera, ya sea con verdades o mentiras, eso no importa.
2ª. Entender que siempre, siempre, estarán mis ideas supeditadas por alguien superior. La inocencia en esto es fatal.
3ª. Comprender que, como cualquier trabajo, si no funciono, una patada sabemos dónde y adiós. Vox populi.
4ª. Aprender a aullar. Me voy a mecer en una cuna de lobos y, si me duermo me comen.
Si quisiera hacer algunas premoniciones, vaya, podría sospechar que, en el Congreso, el día 21 de septiembre, día memorable, se llevará una pila de agua, no bendita por supuesto, pero sí con capacidad para que algunas personalidades se laven las manos y dejen a alguien completamente vendido.

Y siguiendo con las premoniciones, vendrán juicios, abandono de amistades, por no decir asesores, señalamientos (estoy hablando de ese alguien que quedará vendido), y la vida seguirá igual.
La vida no es fácil. En toda circunstancia adversa, alguien tiene que pagar los platos rotos. En el caso de un presidente, puede que haya quebrado algunos, pero como está encargado de todo el restaurante, los tendrá que pagar todos. Errores propios y ajenos.

Si hubiera cambios o, personalidades renunciaran, ojalá que no bajen de la montaña nuevos lobos, cosa que es segura. Y todo termine en lo mismo.
Aterrizando siempre en las premoniciones, si yo fuera presidente, lo primero que haría es hincarme y ponerme a rezar, especialmente pedir una cosa: QUE DIOS ME PROTEJA, porque en un momento determinado ME VOY A QUEDAR COMPLETAMENTE SOLO. Irremediablemente tendría que hacer un guardadito, porque el dinero es el único que podría defenderme.
Solamente premoniciones, lo más seguro es que todo sea ficticio.
República es ajena a la opinión expresada en este artículo