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La plaza de la discordia

Warren Orbaugh
27 de septiembre, 2017

Los guatemaltecos hemos sido testigos de las manifestaciones de inconformidad con la corrupción en la “Plaza de la Discordia”, como llamo a la Plaza Central o de la Constitución. Es aquí donde correctamente los guatemaltecos que lo deseen hacen uso de su derecho de reunión y manifestación (artículo 33 de la Constitución de la República) y de su derecho de libertad de emisión del pensamiento (artículo 35 de la misma). Y esto está bien. Pero lo que no está bien es suponer que quienes se encuentren en la plaza para hacer ver su forma de pensar representan a toda la población, o a una mayoría. Autodenominarse “el pueblo” es la falacia de generalización defectuosa. En la plaza cada quien se representa sólo a sí mismo. ¡Ni siquiera pueden pretender los de la AEU representar a todos los estudiantes de la Universidad de San Carlos! Representan sólo a aquellos estudiantes que acudieron a la plaza. El cántico “el pueblo unido jamás será vencido” proferido por algunos manifestantes sólo los conduce, cual mantra, al auto engaño. Lo cierto es que su consigna debiera decir: “los aquí reunidos jamás serán vencidos.” Pero eso no amedrenta, ¿verdad?

De la misma manera, asociaciones como “La Sociedad Civil” y similares sólo representa a sus miembros y no a toda la sociedad civil. Así que autonombrarse voceros del pueblo es una total fantasía. Lo cierto es que los manifestantes de la plaza estuvieron lejos de ser el uno por ciento de la población, así que sus demandas no gozan de la representatividad del pueblo como ellos mismos argumentan.

El indignarse por la corrupción es justo y correcto, pero ¿por qué ser selectivo? ¿Por qué no indignarse con toda la corrupción?

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Y, ¿qué es corrupción?

La corrupción es el acto y efecto de corromper, que es estropear, pervertir, viciar y deteriorar alguna cosa. En términos de ética individual, una persona es corrompida o corrupta cuando elige para sí lo que le es perjudicial. De esta manera se deteriora, se degenera, como cuando elige consumir habitualmente estupefacientes que deterioran su habilidad de razonar, o cuando elige vivir guiado por un sistema ético anti-vida. En términos de ética social o lo que es lo mismo, en términos políticos, una persona es corrupta cuando corrompe, cuando deteriora, cuando estropea, cuando pervierte el principio mismo de la sociedad. La sociedad es el medio por el cual los individuos alcanzan su fin personal. Los individuos se asocian para dividirse el trabajo e intercambiar el producto de éste en una interrelación de constante cooperación. El principio que cohesiona la sociedad es el respeto mutuo por parte de cada asociado de los derechos del otro. Para proteger a los asociados de aquellos que pretenden violar sus derechos se instituye un gobierno que goza del monopolio del uso de la fuerza. Cada individuo delega en el gobierno su derecho de uso a la fuerza –derecho de auto defensa, para que ésta se aplique con más objetividad. Se establece así un justo proceso para evitar linchamientos producto de pasiones desordenadas y desenfrenadas.

Entonces, el propósito y función del gobierno es proteger los derechos de los ciudadanos como dicen los artículos 1 y 2 de la Constitución de la República. ¿Pero, ha sido esto lo que han hecho el MP, las Cortes, la PDH y la CICIG? ¿O será qué, éstos también están corrompidos?

La CICIG se ha mostrado como corrupta y como tal, corrompe a la sociedad guatemalteca. Supuestamente iba a ayudar a convertir al Ministerio Público en una institución más técnica, eficaz y ética. Pero le ha enseñado prácticas inmorales y abiertamente injustas. Ha usado habitualmente testigos bajo la figura de colaboradores eficaces. ¿Y qué clase de personas son estos? Son criminales. ¡Algunos son asesinos! ¡No son particularmente ejemplos de virtud! Y la CICIG con el MP les ofrecen a estas joyitas redención de penas si colaboran diciendo lo que ellos desean que atestigüen.

¿Acaso esto no es corrupción? ¿No corrompe esto la virtud de la justicia en la ética individual de cada ciudadano? La virtud de la justicia nos urge a juzgar los actos de las personas para identificar su carácter y poder saber así cómo interrelacionarnos con ellas. De esta manera nos protegemos al saber en quien confiar y en quien no; nos protegemos de estafadores y patanes y confiamos en gente proba y honrada. Pero la CICIG y el MP nos piden que hagamos caso omiso del carácter de los criminales testigos y que consideremos sus testimonios como si fueran hechos por virtuosos que no mienten aunque tengan alguna ventaja que sacar de su embuste. Nos pide que confiemos en lo que dicen a pesar de su carácter.

¿Y acaso no vicia también la virtud de la honestidad? La honestidad es no fingir que las cosas son diferentes de como son. ¿No nos están llevando la CICIG y el MP a que finjamos que son gente proba los que han mostrado por su carácter ser criminales, y que por tanto no mienten cual niños exploradores; mientras que los que han mostrado por su carácter ser honrados y productivos, debemos fingir que no lo son, que más bien son unos criminales que deben guardar prisión preventiva por años sin haberse demostrado que son culpables en algún crimen?

¿Y no es corrupción el negociar con un criminal ofreciéndole como pago perdonarle su crimen? ¿Acaso no requiere la justicia que el criminal pague por sus hechos? ¿No se violan de esta manera los derechos de la víctima que ve que no se le hace justicia?

Los guatemaltecos hemos visto como se le han ido cayendo caso tras caso a la CICIG y al MP. Y todos por la misma razón: presentaron testigos falsos, que se contradijeron y narraron cuentos de telenovela barata. Y todo esto a un alto costo para las víctimas de esta farsa que tuvieron que guardar prisión siendo inocentes.

¿Acaso no es corrupción hacer un espectáculo mediático de estos casos violando los derechos de los acusados (artículo 13)?

Y, ¿qué efecto tiene todo esto en la confianza que los ciudadanos debieran tener en el sistema de justicia, que es el principio fundamental de la república? ¿Acaso no se ha deteriorado ésta?

¡La corrupción del sistema de justicia corrompe a la sociedad!

¡Esto debe indignarnos!

Continuará.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

La plaza de la discordia

Warren Orbaugh
27 de septiembre, 2017

Los guatemaltecos hemos sido testigos de las manifestaciones de inconformidad con la corrupción en la “Plaza de la Discordia”, como llamo a la Plaza Central o de la Constitución. Es aquí donde correctamente los guatemaltecos que lo deseen hacen uso de su derecho de reunión y manifestación (artículo 33 de la Constitución de la República) y de su derecho de libertad de emisión del pensamiento (artículo 35 de la misma). Y esto está bien. Pero lo que no está bien es suponer que quienes se encuentren en la plaza para hacer ver su forma de pensar representan a toda la población, o a una mayoría. Autodenominarse “el pueblo” es la falacia de generalización defectuosa. En la plaza cada quien se representa sólo a sí mismo. ¡Ni siquiera pueden pretender los de la AEU representar a todos los estudiantes de la Universidad de San Carlos! Representan sólo a aquellos estudiantes que acudieron a la plaza. El cántico “el pueblo unido jamás será vencido” proferido por algunos manifestantes sólo los conduce, cual mantra, al auto engaño. Lo cierto es que su consigna debiera decir: “los aquí reunidos jamás serán vencidos.” Pero eso no amedrenta, ¿verdad?

De la misma manera, asociaciones como “La Sociedad Civil” y similares sólo representa a sus miembros y no a toda la sociedad civil. Así que autonombrarse voceros del pueblo es una total fantasía. Lo cierto es que los manifestantes de la plaza estuvieron lejos de ser el uno por ciento de la población, así que sus demandas no gozan de la representatividad del pueblo como ellos mismos argumentan.

El indignarse por la corrupción es justo y correcto, pero ¿por qué ser selectivo? ¿Por qué no indignarse con toda la corrupción?

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Y, ¿qué es corrupción?

La corrupción es el acto y efecto de corromper, que es estropear, pervertir, viciar y deteriorar alguna cosa. En términos de ética individual, una persona es corrompida o corrupta cuando elige para sí lo que le es perjudicial. De esta manera se deteriora, se degenera, como cuando elige consumir habitualmente estupefacientes que deterioran su habilidad de razonar, o cuando elige vivir guiado por un sistema ético anti-vida. En términos de ética social o lo que es lo mismo, en términos políticos, una persona es corrupta cuando corrompe, cuando deteriora, cuando estropea, cuando pervierte el principio mismo de la sociedad. La sociedad es el medio por el cual los individuos alcanzan su fin personal. Los individuos se asocian para dividirse el trabajo e intercambiar el producto de éste en una interrelación de constante cooperación. El principio que cohesiona la sociedad es el respeto mutuo por parte de cada asociado de los derechos del otro. Para proteger a los asociados de aquellos que pretenden violar sus derechos se instituye un gobierno que goza del monopolio del uso de la fuerza. Cada individuo delega en el gobierno su derecho de uso a la fuerza –derecho de auto defensa, para que ésta se aplique con más objetividad. Se establece así un justo proceso para evitar linchamientos producto de pasiones desordenadas y desenfrenadas.

Entonces, el propósito y función del gobierno es proteger los derechos de los ciudadanos como dicen los artículos 1 y 2 de la Constitución de la República. ¿Pero, ha sido esto lo que han hecho el MP, las Cortes, la PDH y la CICIG? ¿O será qué, éstos también están corrompidos?

La CICIG se ha mostrado como corrupta y como tal, corrompe a la sociedad guatemalteca. Supuestamente iba a ayudar a convertir al Ministerio Público en una institución más técnica, eficaz y ética. Pero le ha enseñado prácticas inmorales y abiertamente injustas. Ha usado habitualmente testigos bajo la figura de colaboradores eficaces. ¿Y qué clase de personas son estos? Son criminales. ¡Algunos son asesinos! ¡No son particularmente ejemplos de virtud! Y la CICIG con el MP les ofrecen a estas joyitas redención de penas si colaboran diciendo lo que ellos desean que atestigüen.

¿Acaso esto no es corrupción? ¿No corrompe esto la virtud de la justicia en la ética individual de cada ciudadano? La virtud de la justicia nos urge a juzgar los actos de las personas para identificar su carácter y poder saber así cómo interrelacionarnos con ellas. De esta manera nos protegemos al saber en quien confiar y en quien no; nos protegemos de estafadores y patanes y confiamos en gente proba y honrada. Pero la CICIG y el MP nos piden que hagamos caso omiso del carácter de los criminales testigos y que consideremos sus testimonios como si fueran hechos por virtuosos que no mienten aunque tengan alguna ventaja que sacar de su embuste. Nos pide que confiemos en lo que dicen a pesar de su carácter.

¿Y acaso no vicia también la virtud de la honestidad? La honestidad es no fingir que las cosas son diferentes de como son. ¿No nos están llevando la CICIG y el MP a que finjamos que son gente proba los que han mostrado por su carácter ser criminales, y que por tanto no mienten cual niños exploradores; mientras que los que han mostrado por su carácter ser honrados y productivos, debemos fingir que no lo son, que más bien son unos criminales que deben guardar prisión preventiva por años sin haberse demostrado que son culpables en algún crimen?

¿Y no es corrupción el negociar con un criminal ofreciéndole como pago perdonarle su crimen? ¿Acaso no requiere la justicia que el criminal pague por sus hechos? ¿No se violan de esta manera los derechos de la víctima que ve que no se le hace justicia?

Los guatemaltecos hemos visto como se le han ido cayendo caso tras caso a la CICIG y al MP. Y todos por la misma razón: presentaron testigos falsos, que se contradijeron y narraron cuentos de telenovela barata. Y todo esto a un alto costo para las víctimas de esta farsa que tuvieron que guardar prisión siendo inocentes.

¿Acaso no es corrupción hacer un espectáculo mediático de estos casos violando los derechos de los acusados (artículo 13)?

Y, ¿qué efecto tiene todo esto en la confianza que los ciudadanos debieran tener en el sistema de justicia, que es el principio fundamental de la república? ¿Acaso no se ha deteriorado ésta?

¡La corrupción del sistema de justicia corrompe a la sociedad!

¡Esto debe indignarnos!

Continuará.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo