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En Jimmy no hay metanoia

Jorge Alvarado
05 de octubre, 2017

La crisis política que ha desatado el presidente Morales se puede resumir en una palabra “incertidumbre”. Tenemos que analizar, tanto la crisis y como sus efectos, desde la perspectiva de la comunicación, según la creación de percepciones, la imagen del presidente Morales y la del país.

Partiendo de la teoría que nada está aislado y que en Guatemala todos estamos conectados, todos somos responsables en mayor o en menor medida, porque debemos recuperar el espacio público y poner en su lugar a los delincuentes que lo tienen sitiado pero insisto, más importante es reformar este sistema político y electoral perverso y mezquino que nos tiene de rodillas.

En el léxico cristiano, se utiliza el término “Metanoia”, cristiano o no, este concepto significa arrepentimiento, cambio de dirección, de opinión, significa cambiar de rumbo, corregir, replantear y sus sinónimos. El hecho es que la connotación de metanoia claramente nos sirve para identificar lo que no está pasando con el presidente Morales, porque el mandatario simplemente no da su brazo a torcer, por ahora. Desde el enfoque de la comunicación, esto genera percepciones de terquedad, indiferencia y soberbia por no aceptar sus errores, aún cuando el costo político ya ha empezado a pasarle la factura.

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Sería bueno que el presidente Morales reflexionara desde la postura de la teología cristiana o desde el punto de vista epistemológico de este término, para reconocer que su enemigo más grande sigue siendo él mismo y quien recibe más daño es la imagen del país.

El mandatario debería corregir el rumbo y reconocer que el país no saldrá adelante dividiéndolo o polarizándolo, y que la lucha de las instituciones se hace en conjunto y no por separado. Es verdad que tiene derecho a disentir del actuar de instituciones como el Ministerio Público o la Cicig, pero antes de hacer el ridículo a nivel mundial, mandando mensajes de retroceso institucional, pudo haber intentado resolver todo de forma pacífica y sin atentar contra la institucionalidad del país, teniendo en cuenta que el mandato de un presidente es solamente de 4 años. Le duela a quien le duela, haber declarado non grato a Iván Velásquez fue un error, porque no era la forma correcta y no eran los mensajes más certeros para divulgar por el mundo.

Las secuelas de la crisis política que inició en Guatemala en agosto 2017, han traído efectos y consecuencias no intencionadas. Es importante entender que esta crisis política, es también una crisis de comunicación, porque el Gobierno del presidente Morales ha llamado la atención a nivel mundial y los medios de comunicación internacionales le han dado una intensa cobertura a lo que sucede en el país. Hay que prestar atención entonces al tema de comunicación, porque se traduce en percepciones y las percepciones en imagen. En el caso de Guatemala, las percepciones que se manejan, tanto interna como externamente, son negativas hacia el gobierno de Morales, solo queda en el recuerdo su slogan de campaña 2015, “Ni corrupto, ni ladrón”. Hoy, el tiempo ha posicionado un mensaje que más bien dice que el presidente es corrupto y ladrón aunque sea por omisión.

El punto es que hay que comprender y hacer referencia al adagio: “En comunicación y en política, la percepción es la realidad, aunque en realidad no sea así”. Así las cosas, el presidente Morales enfrenta un deterioro de imagen que está cerca de llegar a la dimensión de la de Otto Pérez Molina. Parece ser que el mandatario no comprende aún que la comunicación de Gobierno debe ser cuidadosa y sigilosamente planificada y calculada, para lograr la simple tarea de enviar los mensajes idóneos a su público. El activo más importante de un político es la capacidad para crear y generar percepciones positivas, evidentemente este no es el caso.

Cuando uno analiza los rasgos de personalidad del mandatario se puede destacar que es una persona alegre y jovial, pero también soberbia y prepotente, además de terco. Esto nos permite conjeturar que no escucha consejos, y si los admite, solamente aquellos que él quiere seleccionar, algo que inevitablemente agrava la situación, su actuar y su gestión.

El punto es que como representante de la unidad nacional, el presidente nunca tuvo ni ha tenido una visión, pero, ¿qué es una visión? Simplemente, como decía Luis Von Ahn, “es una fotografía del futuro por la que te apasionas en el presente”. Aquí la situación es que el mandatario no le apasiona ningún tema, porque nunca tuvo una agenda definida, en consecuencia, no hay nada que podamos esperar de él.

Regresando a las percepciones sobre qué tipo de imagen construye un mandatario que intenta expulsar al comisionado de Cicig, porque lo está investigando a él y a su familia, por supuesto que no una buena, más bien se percibe como una intromisión de poderes, es decir que no se ha sabido diferenciar lo personal de lo institucional, y es exactamente eso lo que ha comunicado ante la población guatemalteca y ante el mundo.
Si seguimos hablando de comunicación, veremos que la crisis fue provocada por el presidente Morales y sus secuaces en varios sectores. Ninguno ha tenido en cuenta del impacto negativo que es para el país, por ejemplo la percepción de que Guatemala no es un buen país para invertir, primero porque no hay certeza jurídica, como le ha pasado a algunas empresas en la industria extractiva o empresas hidroeléctricas, –sin entrar en el tema si tienen razón las comunidades–, la culpa es de los gobiernos, por no poner las reglas claras al famoso Convenio 169. Otro efecto colateral es que se envía al mundo la idea que en Guatemala no hay estabilidad política, es decir, no existen condiciones ni para la inversión ni para el desarrollo. Es fácil saber lo que cualquier empresario extranjero pensaría, “Primero que arreglen sus diferencias internas, y luego tal vez analizaré invertir en el país”.

También podemos decir que la percepción de la crisis política es grande, tanto así que directa o indirectamente, en las últimas semanas se han suspendido desde congresos internacionales, hasta conciertos, como el del famoso grupo Maroon 5 o el del colombiano Maluma. Lo que quiero decir es que este tipo de cancelaciones son evidencia que existe temor de los empresarios, así como de los artistas de venir a Guatemala.

La incertidumbre campea bajo el manto de una tensa calma que no es más que el presagio de una crisis cada vez más aguda. No podemos engañarnos como ciudadanos y pensar que las aguas se calmaron, lo que sucede es que existe un momento de transición en la Embajada de Estados Unidos, pero qué le dice a usted que el nuevo embajador que vino el 3 de octubre en tan solo 24 horas presentó sus cartas credenciales ante el presidente Morales, sin duda alguna, esto en el mundo diplomático es algo sin precedentes. El mensaje pareciera decir que la fiesta se acabó y que el exembajador Robinson no era el problema, sino que nosotros somos el problema, por no asumir nuestras propias responsabilidades como país.

En contraparte, vemos a una Fiscal General fortalecida y venerada recientemente en Estados Unidos, rindiendo además, informes sobre la operación Escudo Regional realizado en los países del triángulo norte, enfocado al combate de pandillas, algo que le otorga réditos en plena crisis política y que el mandatario no ha tomado en cuenta, sino que hace todo por seguir aislado.
No se puede pensar que esta crisis política ha terminado, cuando la clase política que atentó contra la institucionalidad del país con alevosía y ventaja sigue tratando de imponer su voluntad, de manera que nadie les cree que ahora quieran hacer el bien. Por eso es que la depuración seguirá hasta que el último de los mohicanos se resista y acepte la rendición de sus intereses personales, sobre los del país.

En definitiva, pensar en la crisis política es pensar en una crisis de comunicación donde las percepciones y la imagen negativa no solamente del presidente –que no importa tanto– y del país, nos convierte en un lugar poco atractivo para la inversión extranjera. Tan solo deberíamos de creer que el efecto metanoia no es tan difícil de crear con tal de rectificar cuando todo se ha hecho mal.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

En Jimmy no hay metanoia

Jorge Alvarado
05 de octubre, 2017

La crisis política que ha desatado el presidente Morales se puede resumir en una palabra “incertidumbre”. Tenemos que analizar, tanto la crisis y como sus efectos, desde la perspectiva de la comunicación, según la creación de percepciones, la imagen del presidente Morales y la del país.

Partiendo de la teoría que nada está aislado y que en Guatemala todos estamos conectados, todos somos responsables en mayor o en menor medida, porque debemos recuperar el espacio público y poner en su lugar a los delincuentes que lo tienen sitiado pero insisto, más importante es reformar este sistema político y electoral perverso y mezquino que nos tiene de rodillas.

En el léxico cristiano, se utiliza el término “Metanoia”, cristiano o no, este concepto significa arrepentimiento, cambio de dirección, de opinión, significa cambiar de rumbo, corregir, replantear y sus sinónimos. El hecho es que la connotación de metanoia claramente nos sirve para identificar lo que no está pasando con el presidente Morales, porque el mandatario simplemente no da su brazo a torcer, por ahora. Desde el enfoque de la comunicación, esto genera percepciones de terquedad, indiferencia y soberbia por no aceptar sus errores, aún cuando el costo político ya ha empezado a pasarle la factura.

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Sería bueno que el presidente Morales reflexionara desde la postura de la teología cristiana o desde el punto de vista epistemológico de este término, para reconocer que su enemigo más grande sigue siendo él mismo y quien recibe más daño es la imagen del país.

El mandatario debería corregir el rumbo y reconocer que el país no saldrá adelante dividiéndolo o polarizándolo, y que la lucha de las instituciones se hace en conjunto y no por separado. Es verdad que tiene derecho a disentir del actuar de instituciones como el Ministerio Público o la Cicig, pero antes de hacer el ridículo a nivel mundial, mandando mensajes de retroceso institucional, pudo haber intentado resolver todo de forma pacífica y sin atentar contra la institucionalidad del país, teniendo en cuenta que el mandato de un presidente es solamente de 4 años. Le duela a quien le duela, haber declarado non grato a Iván Velásquez fue un error, porque no era la forma correcta y no eran los mensajes más certeros para divulgar por el mundo.

Las secuelas de la crisis política que inició en Guatemala en agosto 2017, han traído efectos y consecuencias no intencionadas. Es importante entender que esta crisis política, es también una crisis de comunicación, porque el Gobierno del presidente Morales ha llamado la atención a nivel mundial y los medios de comunicación internacionales le han dado una intensa cobertura a lo que sucede en el país. Hay que prestar atención entonces al tema de comunicación, porque se traduce en percepciones y las percepciones en imagen. En el caso de Guatemala, las percepciones que se manejan, tanto interna como externamente, son negativas hacia el gobierno de Morales, solo queda en el recuerdo su slogan de campaña 2015, “Ni corrupto, ni ladrón”. Hoy, el tiempo ha posicionado un mensaje que más bien dice que el presidente es corrupto y ladrón aunque sea por omisión.

El punto es que hay que comprender y hacer referencia al adagio: “En comunicación y en política, la percepción es la realidad, aunque en realidad no sea así”. Así las cosas, el presidente Morales enfrenta un deterioro de imagen que está cerca de llegar a la dimensión de la de Otto Pérez Molina. Parece ser que el mandatario no comprende aún que la comunicación de Gobierno debe ser cuidadosa y sigilosamente planificada y calculada, para lograr la simple tarea de enviar los mensajes idóneos a su público. El activo más importante de un político es la capacidad para crear y generar percepciones positivas, evidentemente este no es el caso.

Cuando uno analiza los rasgos de personalidad del mandatario se puede destacar que es una persona alegre y jovial, pero también soberbia y prepotente, además de terco. Esto nos permite conjeturar que no escucha consejos, y si los admite, solamente aquellos que él quiere seleccionar, algo que inevitablemente agrava la situación, su actuar y su gestión.

El punto es que como representante de la unidad nacional, el presidente nunca tuvo ni ha tenido una visión, pero, ¿qué es una visión? Simplemente, como decía Luis Von Ahn, “es una fotografía del futuro por la que te apasionas en el presente”. Aquí la situación es que el mandatario no le apasiona ningún tema, porque nunca tuvo una agenda definida, en consecuencia, no hay nada que podamos esperar de él.

Regresando a las percepciones sobre qué tipo de imagen construye un mandatario que intenta expulsar al comisionado de Cicig, porque lo está investigando a él y a su familia, por supuesto que no una buena, más bien se percibe como una intromisión de poderes, es decir que no se ha sabido diferenciar lo personal de lo institucional, y es exactamente eso lo que ha comunicado ante la población guatemalteca y ante el mundo.
Si seguimos hablando de comunicación, veremos que la crisis fue provocada por el presidente Morales y sus secuaces en varios sectores. Ninguno ha tenido en cuenta del impacto negativo que es para el país, por ejemplo la percepción de que Guatemala no es un buen país para invertir, primero porque no hay certeza jurídica, como le ha pasado a algunas empresas en la industria extractiva o empresas hidroeléctricas, –sin entrar en el tema si tienen razón las comunidades–, la culpa es de los gobiernos, por no poner las reglas claras al famoso Convenio 169. Otro efecto colateral es que se envía al mundo la idea que en Guatemala no hay estabilidad política, es decir, no existen condiciones ni para la inversión ni para el desarrollo. Es fácil saber lo que cualquier empresario extranjero pensaría, “Primero que arreglen sus diferencias internas, y luego tal vez analizaré invertir en el país”.

También podemos decir que la percepción de la crisis política es grande, tanto así que directa o indirectamente, en las últimas semanas se han suspendido desde congresos internacionales, hasta conciertos, como el del famoso grupo Maroon 5 o el del colombiano Maluma. Lo que quiero decir es que este tipo de cancelaciones son evidencia que existe temor de los empresarios, así como de los artistas de venir a Guatemala.

La incertidumbre campea bajo el manto de una tensa calma que no es más que el presagio de una crisis cada vez más aguda. No podemos engañarnos como ciudadanos y pensar que las aguas se calmaron, lo que sucede es que existe un momento de transición en la Embajada de Estados Unidos, pero qué le dice a usted que el nuevo embajador que vino el 3 de octubre en tan solo 24 horas presentó sus cartas credenciales ante el presidente Morales, sin duda alguna, esto en el mundo diplomático es algo sin precedentes. El mensaje pareciera decir que la fiesta se acabó y que el exembajador Robinson no era el problema, sino que nosotros somos el problema, por no asumir nuestras propias responsabilidades como país.

En contraparte, vemos a una Fiscal General fortalecida y venerada recientemente en Estados Unidos, rindiendo además, informes sobre la operación Escudo Regional realizado en los países del triángulo norte, enfocado al combate de pandillas, algo que le otorga réditos en plena crisis política y que el mandatario no ha tomado en cuenta, sino que hace todo por seguir aislado.
No se puede pensar que esta crisis política ha terminado, cuando la clase política que atentó contra la institucionalidad del país con alevosía y ventaja sigue tratando de imponer su voluntad, de manera que nadie les cree que ahora quieran hacer el bien. Por eso es que la depuración seguirá hasta que el último de los mohicanos se resista y acepte la rendición de sus intereses personales, sobre los del país.

En definitiva, pensar en la crisis política es pensar en una crisis de comunicación donde las percepciones y la imagen negativa no solamente del presidente –que no importa tanto– y del país, nos convierte en un lugar poco atractivo para la inversión extranjera. Tan solo deberíamos de creer que el efecto metanoia no es tan difícil de crear con tal de rectificar cuando todo se ha hecho mal.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo