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Autocrítica: De la cúpula empresarial y sus detractores

María Renée Estrada
23 de octubre, 2017

Al indagar sobre la definición de autocrítica el internet arroja un concepto interesante: Es la disposición que tienen las personas para admitir sus errores para su posterior corrección. […] El concepto no se encierra únicamente en la revisión de la conducta, también implica la supervisión del rendimiento en las diferentes áreas en las que la persona (o institución) se desempeña, todo en aras de las mejoras en lo que se hace.

En Guatemala, la mayoría de personas somos excelentes para señalar, juzgar y numerar los errores o faltas de los demás; es de las acciones más sencillas que el ser humano puede realizar. No requiere de mucho esfuerzo, inteligencia o razonamiento. Sobre todo en política, ¿Tan alegre que es despotricar verdad?

La semana pasada FUNDESA llevó a cabo su evento anual, el Encuentro Nacional de Empresarios (ENADE) 2017, en donde el tema principal fue infraestructura para el desarrollo. El programa incluía a conferencistas de alto nivel, tales como: Xavier Sala-i-Martín, Vicente Fox, Carlos Colom y Gonzalo Koncke, jefe de Gabinete de la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA). Al mismo tiempo, detractores del gremio empresarial realizaban una manifestación en las afueras del hotel en el cual se estaba realizando el evento. Algunas de las consignas eran “no hagan piñata con mi pisto”, “avance hacia la transparencia”, “peligro, presupuesto opaco” y “todos aportamos pero pocos recibimos”, entre otras.

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Asumo que por esta razón, y la coyuntura actual del país, la intervención de Koncke tenía altas expectativas. Durante su conferencia, titulada: “Lucha contra la corrupción en infraestructura, un esfuerzo que unifica a todos”, el representante de la OEA enfatizó y aplaudió el trabajo de MP-CICIG en la lucha contra la corrupción, al mismo tiempo que señalaba al empresariado guatemalteco: “El sector privado es también parte del problema de corrupción”, dijo enfáticamente, previo a numerar las recomendaciones de la OEA para prevenir la corrupción en el sector privado (aplicación de más normas de probidad en la contratación de obra pública, eliminación del secreto bancario para que los empresarios y funcionarios no oculten sobornos, realizar cambios en torno a la inscripción de empresas -haciendo alusión a las empresas de cartón-, entre otros). Sin duda alguna el representante de Luis Almagro tenía razón en su señalamiento: Es necesario que los buenos empresarios, aquellos que lideran sus negocios bajo altos estándares de ética, legalidad y responsabilidad social, reflexionen sobre esta temática y elijan tomar la mejor decisión respecto al repudio y señalamiento de la corrupción en nuestro país. Urge una autocrítica por parte de la cúpula empresarial.

Sin embargo, en paralelo, también me parece justo enfatizar por parte de quiénes surgen los señalamientos en nuestro país. Poner el dedo es fácil. Es ampliamente conocido que los grandes opositores del sector empresarial provienen de sectores como el periodismo, la academia, organizaciones no gubernamentales y tanques de pensamiento con agendas sociales, lo cual está bien… los contrapesos son necesarios en toda democracia.

De la OEA no podemos esperar menos, es su trabajo y responsabilidad liderar esfuerzos para que las naciones promuevan el bien común y todas las situaciones relacionadas con democracia, derechos humanos, seguridad y desarrollo. Pero en Guatemala… ¿Quién señala? ¿Quién juzga? ¿Quién despotrica? No soy partidaria de generalizar, por lo tanto es justo reconocer que sí existen empresarios que han hecho señalamientos en contra de la corrupción. Han hecho lo que les toca. Sin embargo la gran mayoría de críticos surgen de estos espacios donde se generan ideas, análisis, trabajo académico, etc., los cuales deberían ser objetivos e informativos, buscando socializar información para que los ciudadanos puedan formar criterios personales a partir de piezas sólidas y profesionales, y no ser plataformas públicas oportunistas que funcionen para destruir reputaciones, calumniar, difamar y despotricar al que me cae mal o al que no piensa/actúa como yo quisiera o como yo lo haría. Esperamos y le exigimos muchísimo a la cúpula empresarial, con justa razón… pero ¿dónde queda el papel de los “intelectuales” del país? ¿Por qué no exigimos la misma solvencia moral por parte de estos sectores? Comprender los límites de la libertad de expresión, así como la necesidad de la autocrítica por parte de cada ciudadano guatemalteco es algo que nos urge rescatar como sociedad. No podemos pedirle altos estándares de ética únicamente a algunos.

Por tanto, la intención de estas líneas es invitar a todos los sectores a reflexionar y profundizar sobre una temática sumamente compleja. Si bien la cúpula empresarial tiene la obligación de realizar un autoexamen sobre su desempeño ético a través de los años, sus detractores necesitan, con urgencia, sentarse a pensar qué es lo que realmente aportan al país a través de su trabajo. Porque hablar, escribir y reprochar constantemente no son asuntos tan complicados. La autocrítica, en este punto, es imprescindible; y el cese a la falacia, por otro lado, indispensable. Como sociedad estamos en un punto en el que no se vale que hayan velas que lo alumbren todo, menos su propio candelabro.

*¿Qué esperamos de los intelectuales y críticos? Espero sus comentarios.*

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Autocrítica: De la cúpula empresarial y sus detractores

María Renée Estrada
23 de octubre, 2017

Al indagar sobre la definición de autocrítica el internet arroja un concepto interesante: Es la disposición que tienen las personas para admitir sus errores para su posterior corrección. […] El concepto no se encierra únicamente en la revisión de la conducta, también implica la supervisión del rendimiento en las diferentes áreas en las que la persona (o institución) se desempeña, todo en aras de las mejoras en lo que se hace.

En Guatemala, la mayoría de personas somos excelentes para señalar, juzgar y numerar los errores o faltas de los demás; es de las acciones más sencillas que el ser humano puede realizar. No requiere de mucho esfuerzo, inteligencia o razonamiento. Sobre todo en política, ¿Tan alegre que es despotricar verdad?

La semana pasada FUNDESA llevó a cabo su evento anual, el Encuentro Nacional de Empresarios (ENADE) 2017, en donde el tema principal fue infraestructura para el desarrollo. El programa incluía a conferencistas de alto nivel, tales como: Xavier Sala-i-Martín, Vicente Fox, Carlos Colom y Gonzalo Koncke, jefe de Gabinete de la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA). Al mismo tiempo, detractores del gremio empresarial realizaban una manifestación en las afueras del hotel en el cual se estaba realizando el evento. Algunas de las consignas eran “no hagan piñata con mi pisto”, “avance hacia la transparencia”, “peligro, presupuesto opaco” y “todos aportamos pero pocos recibimos”, entre otras.

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Asumo que por esta razón, y la coyuntura actual del país, la intervención de Koncke tenía altas expectativas. Durante su conferencia, titulada: “Lucha contra la corrupción en infraestructura, un esfuerzo que unifica a todos”, el representante de la OEA enfatizó y aplaudió el trabajo de MP-CICIG en la lucha contra la corrupción, al mismo tiempo que señalaba al empresariado guatemalteco: “El sector privado es también parte del problema de corrupción”, dijo enfáticamente, previo a numerar las recomendaciones de la OEA para prevenir la corrupción en el sector privado (aplicación de más normas de probidad en la contratación de obra pública, eliminación del secreto bancario para que los empresarios y funcionarios no oculten sobornos, realizar cambios en torno a la inscripción de empresas -haciendo alusión a las empresas de cartón-, entre otros). Sin duda alguna el representante de Luis Almagro tenía razón en su señalamiento: Es necesario que los buenos empresarios, aquellos que lideran sus negocios bajo altos estándares de ética, legalidad y responsabilidad social, reflexionen sobre esta temática y elijan tomar la mejor decisión respecto al repudio y señalamiento de la corrupción en nuestro país. Urge una autocrítica por parte de la cúpula empresarial.

Sin embargo, en paralelo, también me parece justo enfatizar por parte de quiénes surgen los señalamientos en nuestro país. Poner el dedo es fácil. Es ampliamente conocido que los grandes opositores del sector empresarial provienen de sectores como el periodismo, la academia, organizaciones no gubernamentales y tanques de pensamiento con agendas sociales, lo cual está bien… los contrapesos son necesarios en toda democracia.

De la OEA no podemos esperar menos, es su trabajo y responsabilidad liderar esfuerzos para que las naciones promuevan el bien común y todas las situaciones relacionadas con democracia, derechos humanos, seguridad y desarrollo. Pero en Guatemala… ¿Quién señala? ¿Quién juzga? ¿Quién despotrica? No soy partidaria de generalizar, por lo tanto es justo reconocer que sí existen empresarios que han hecho señalamientos en contra de la corrupción. Han hecho lo que les toca. Sin embargo la gran mayoría de críticos surgen de estos espacios donde se generan ideas, análisis, trabajo académico, etc., los cuales deberían ser objetivos e informativos, buscando socializar información para que los ciudadanos puedan formar criterios personales a partir de piezas sólidas y profesionales, y no ser plataformas públicas oportunistas que funcionen para destruir reputaciones, calumniar, difamar y despotricar al que me cae mal o al que no piensa/actúa como yo quisiera o como yo lo haría. Esperamos y le exigimos muchísimo a la cúpula empresarial, con justa razón… pero ¿dónde queda el papel de los “intelectuales” del país? ¿Por qué no exigimos la misma solvencia moral por parte de estos sectores? Comprender los límites de la libertad de expresión, así como la necesidad de la autocrítica por parte de cada ciudadano guatemalteco es algo que nos urge rescatar como sociedad. No podemos pedirle altos estándares de ética únicamente a algunos.

Por tanto, la intención de estas líneas es invitar a todos los sectores a reflexionar y profundizar sobre una temática sumamente compleja. Si bien la cúpula empresarial tiene la obligación de realizar un autoexamen sobre su desempeño ético a través de los años, sus detractores necesitan, con urgencia, sentarse a pensar qué es lo que realmente aportan al país a través de su trabajo. Porque hablar, escribir y reprochar constantemente no son asuntos tan complicados. La autocrítica, en este punto, es imprescindible; y el cese a la falacia, por otro lado, indispensable. Como sociedad estamos en un punto en el que no se vale que hayan velas que lo alumbren todo, menos su propio candelabro.

*¿Qué esperamos de los intelectuales y críticos? Espero sus comentarios.*

República es ajena a la opinión expresada en este artículo