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La reputación se gana

María Dolores Arias
07 de noviembre, 2017

La reputación, según el Diccionario de la Lengua Española, en su primera acepción, es la “opinión o consideración que se tiene a alguien o algo”. Es decir, la reputación es la percepción que tenemos de alguien o de algo. Esta reputación no surge de la nada, sino es el resultado de la observación y valoración de las acciones o cualidades del sujeto evaluado a través del tiempo. Estas acciones se evalúan conforme al resultado de dichas acciones para propiciar el bien o mal para sí mismo sin perjuicio del derecho de los demás.

Ahora bien, la reputación de Guatemala como un país confiable para la inversión anda por los suelos. Los más recientes resultados lo demuestran: Standard & Poor’s bajó la calificación de riesgo de BB a BB-, el índice Doing Business 2018 reflejó un descenso al puesto 97 de 190 países evaluados, mientras que la medición local del Banco de Guatemala, el Índice de Confianza de la Actividad Económica, continúa en descenso   y ahora llegó a su nivel más bajo desde 2015 con 20.84, por debajo de los 21 puntos de mayo de 2015 cuando renunció la Vicepresidente Roxana Baldetti.

Los anteriores son algunas de las calificaciones que reflejan la reputación del país en materia económica, ésta a su vez refleja el sistema no sólo económico sino también político y social en el que nos desenvolvemos. Con esto quiero enfatizar que la economía es sólo un reflejo del sistema social y político en el que vivimos y, en última instancia, de las ideas que imperan en la sociedad.

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La mala reputación del país para generar confianza, estabilidad y facilidades a la inversión productiva es producto de las constantes acciones en contra de los inversionistas locales y extranjeros. Tanto el Ejecutivo como el Legislativo, así como el poder Judicial se han encargado, en mayor o menor medida, de ahuyentar a los pocos inversionistas.

Para mejorar la reputación del país, se debe trabajar principalmente en la certeza jurídica, donde las reglas para actuar sean claras, transparentes y estables en el tiempo, esto incluye un Estado de Derecho donde nadie está por encima de la Ley y, que éstas leyes sean generales, universales y abstractas.

Sin embargo, al Ejecutivo le ha faltado mayor acción para no obstaculizar la inversión y generación de riqueza. En lugar de facilitar los trámites, los complica aún más con reglamentos y trámites engorrosos y discrecionales, tal es el caso de las licencias o permisos, que generan mayor oportunidad para la corrupción, por solo mencionar algunos. Las más recientes reformas al Código de Comercio demuestran que es posible mejorar la situación pero se debe hacer mucho más en este mismo sentido.

La Corte con resoluciones contradictorias que suspenden operaciones de empresas, que cumplen la Ley, generan un clima de incertidumbre. Los diputados modificando leyes a “rajatabla” para después dar marcha atrás, como las reformas al Código Penal, así como aprobando leyes como la de Alimentación Escolar o proponiendo gravar bebidas azucaradas, en nada ayudan a construir un clima de confianza en las leyes que regirán los negocios.

Y qué decir de las actuales discusiones, en el Congreso, del próximo presupuesto desfinanciado, que aumentará la carga a los tributarios en el futuro, con la excusa del financiamiento del gasto público.

En cuanto a la seguridad, la criminalidad es el peor enemigo de la inversión, tal es el caso de la extorsión que afecta a todo nivel. El asalto a los furgones en las carreteras, o a los comercios, o a los transeúntes en las calles. Pero más crítico aún es el uso de la violencia solapada y en algunas ocasiones consentida por las autoridades, tal es el caso de los bloqueos a carreteras, al acceso a las empresas o fincas, la invasión de fincas y secuestro de quienes ahí trabajan.

La reputación no se destruye en un día ni por una acción, sino por las constantes acciones consistentes en el paso del tiempo. La mala reputación del país ante los inversionistas es un reflejo de las ideas anti-riqueza implementadas consistentemente en el tiempo. Es por eso que, la economía es sólo un reflejo del sistema social y político en el que vivimos y en última instancia de las ideas que imperan en la sociedad. La mala reputación es sólo una consecuencia.

@Md30
Facebook.com/Mda30

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

La reputación se gana

María Dolores Arias
07 de noviembre, 2017

La reputación, según el Diccionario de la Lengua Española, en su primera acepción, es la “opinión o consideración que se tiene a alguien o algo”. Es decir, la reputación es la percepción que tenemos de alguien o de algo. Esta reputación no surge de la nada, sino es el resultado de la observación y valoración de las acciones o cualidades del sujeto evaluado a través del tiempo. Estas acciones se evalúan conforme al resultado de dichas acciones para propiciar el bien o mal para sí mismo sin perjuicio del derecho de los demás.

Ahora bien, la reputación de Guatemala como un país confiable para la inversión anda por los suelos. Los más recientes resultados lo demuestran: Standard & Poor’s bajó la calificación de riesgo de BB a BB-, el índice Doing Business 2018 reflejó un descenso al puesto 97 de 190 países evaluados, mientras que la medición local del Banco de Guatemala, el Índice de Confianza de la Actividad Económica, continúa en descenso   y ahora llegó a su nivel más bajo desde 2015 con 20.84, por debajo de los 21 puntos de mayo de 2015 cuando renunció la Vicepresidente Roxana Baldetti.

Los anteriores son algunas de las calificaciones que reflejan la reputación del país en materia económica, ésta a su vez refleja el sistema no sólo económico sino también político y social en el que nos desenvolvemos. Con esto quiero enfatizar que la economía es sólo un reflejo del sistema social y político en el que vivimos y, en última instancia, de las ideas que imperan en la sociedad.

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La mala reputación del país para generar confianza, estabilidad y facilidades a la inversión productiva es producto de las constantes acciones en contra de los inversionistas locales y extranjeros. Tanto el Ejecutivo como el Legislativo, así como el poder Judicial se han encargado, en mayor o menor medida, de ahuyentar a los pocos inversionistas.

Para mejorar la reputación del país, se debe trabajar principalmente en la certeza jurídica, donde las reglas para actuar sean claras, transparentes y estables en el tiempo, esto incluye un Estado de Derecho donde nadie está por encima de la Ley y, que éstas leyes sean generales, universales y abstractas.

Sin embargo, al Ejecutivo le ha faltado mayor acción para no obstaculizar la inversión y generación de riqueza. En lugar de facilitar los trámites, los complica aún más con reglamentos y trámites engorrosos y discrecionales, tal es el caso de las licencias o permisos, que generan mayor oportunidad para la corrupción, por solo mencionar algunos. Las más recientes reformas al Código de Comercio demuestran que es posible mejorar la situación pero se debe hacer mucho más en este mismo sentido.

La Corte con resoluciones contradictorias que suspenden operaciones de empresas, que cumplen la Ley, generan un clima de incertidumbre. Los diputados modificando leyes a “rajatabla” para después dar marcha atrás, como las reformas al Código Penal, así como aprobando leyes como la de Alimentación Escolar o proponiendo gravar bebidas azucaradas, en nada ayudan a construir un clima de confianza en las leyes que regirán los negocios.

Y qué decir de las actuales discusiones, en el Congreso, del próximo presupuesto desfinanciado, que aumentará la carga a los tributarios en el futuro, con la excusa del financiamiento del gasto público.

En cuanto a la seguridad, la criminalidad es el peor enemigo de la inversión, tal es el caso de la extorsión que afecta a todo nivel. El asalto a los furgones en las carreteras, o a los comercios, o a los transeúntes en las calles. Pero más crítico aún es el uso de la violencia solapada y en algunas ocasiones consentida por las autoridades, tal es el caso de los bloqueos a carreteras, al acceso a las empresas o fincas, la invasión de fincas y secuestro de quienes ahí trabajan.

La reputación no se destruye en un día ni por una acción, sino por las constantes acciones consistentes en el paso del tiempo. La mala reputación del país ante los inversionistas es un reflejo de las ideas anti-riqueza implementadas consistentemente en el tiempo. Es por eso que, la economía es sólo un reflejo del sistema social y político en el que vivimos y en última instancia de las ideas que imperan en la sociedad. La mala reputación es sólo una consecuencia.

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República es ajena a la opinión expresada en este artículo