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Los sueños de Daniel se apagaron de forma violenta

Rodrigo Perez
11 de noviembre, 2017

El domingo 5 de noviembre Daniel Mijangos rebosaba de felicidad. Ese día a las dos de la tarde se realizó el acto donde se le entregó el título de Perito Contador.

Lloró de la emoción porque a pesar de todos los obstáculos, había culminado sus estudios de nivel medio.

“Otros en mi lugar, con lo que yo he vivido, el estudio no es una opción”, recuerda su cuñada Yohana Perla, que dijo entre lágrimas.

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Y tenía razón. A sus 22 años había vencido todos los obstáculos que la vida le puso enfrente y tenía todo el mundo por delante.

A los dos años quedó huérfano y su abuela y una tía se hicieron cargo de él. Desde los ocho estudiaba por las mañanas y trabajaba por las tardes como vendedor ambulante.

Cuatro días antes de la tragedia, Daniel se graduó de Perito Contador.

Daniel soñaba y regalaba sonrisas

Desde que tenía 15 años, Daniel trabajaba los fines de semana alegrando fiestas infantiles con su personaje Cascabelín. Con este trabajo extra pagó sus estudios de Perito Contador.

El día de su graduación les dijo a sus familiares que empezaría a gestionar trabajo en empresas para  dejar las ventas ambulantes, pero ya no tuvo esta oportunidad.

Pero lo que no abandonaría era a su personaje Cascabelín porque le tenía mucho cariño. Esta ocupación le permitió pagar sus estudios de nivel medio.

Sus familiares cuentan que ya se había hecho exámenes de ingreso en la Universidad de San Carlos. Quería estudiar medicina.

Alegre y solidario

Sus familiares y amigos lo recuerdan como una persona siempre contenta.

“Era muy dinámico y siempre reía. Era muy evitado de problemas y se podía ayudar a alguien lo hacía”. Así lo asegura su cuñada.

Vivía en Santa Isabel II, en Villa Nueva. Sus padres eran de Quiché, pero él nació en la capital. Compartía el hogar con la abuela y una tía que también se dedican a las ventas ambulantes.

Hace un año se bautizó en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Pero empezó a faltar porque tenía que trabajar más los fines de semana para pagar el seminario y su graduación.

Un viaje de tristes y gratos recuerdos

En octubre se fue en moto a la playa de Las Lisas, ubicadas en Chiquimulilla, Santa Rosa. Al regresar les contó a sus familiares que ese viaje le hizo rememorar una aventura que vivió cuando era niño.

Les contó que cuando tenía ocho años se subió a vender a una camioneta, pero no se fijó para dónde iba. Fue a parar al Puerto de San José, en Escuintla.

Después de haber ido a ver el mar pidió que lo subieran a un bus para que lo trajeran de retorno a Villa Nueva. Pero nadie se lo quería traer.

Al verlo llorar alguien accedió. Llegó de madruga a la casa de la abuela que estaba con gran angustia porque había pensado lo peor.

Los fines de semana con su personaje el payasito Cascabelin, alegraba fiestas infantiles.

La visita que ya no hizo

Daniel tenía planes de asistir a las Noches de Luna del Zoológico La Aurora. Lo haría con su novia y su hija Yureli Daniela Alejandra que acaba de cumplir 13 días.

“Estaba emocionado porque nunca había ido”, dice Yohana Perla.

El día de su muerte, cuatro días después de su graduación, Daniel Mijangos empezó a trabajar a las seis de la mañana como siempre lo hacía.

Saludó a sus amigos de trabajo en la pasarela ubicada en la entrada a Santa Isabel II, en Villa Nueva.

“Te cuidas mucho”, le dijo a su tía que también es vendedora ambulante.

A las pocas horas unos sicarios lo asesinaron en el lugar conocido como el Túnel, junto con otro joven que también vendía en la calle.

¿Por qué le quitaron la vida? Esa es la pregunta que se hacen sus familiares. Por más vueltas que le dan al asunto no encuentran respuesta.

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11 de noviembre, 2017

El domingo 5 de noviembre Daniel Mijangos rebosaba de felicidad. Ese día a las dos de la tarde se realizó el acto donde se le entregó el título de Perito Contador.

Lloró de la emoción porque a pesar de todos los obstáculos, había culminado sus estudios de nivel medio.

“Otros en mi lugar, con lo que yo he vivido, el estudio no es una opción”, recuerda su cuñada Yohana Perla, que dijo entre lágrimas.

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Y tenía razón. A sus 22 años había vencido todos los obstáculos que la vida le puso enfrente y tenía todo el mundo por delante.

A los dos años quedó huérfano y su abuela y una tía se hicieron cargo de él. Desde los ocho estudiaba por las mañanas y trabajaba por las tardes como vendedor ambulante.

Cuatro días antes de la tragedia, Daniel se graduó de Perito Contador.

Daniel soñaba y regalaba sonrisas

Desde que tenía 15 años, Daniel trabajaba los fines de semana alegrando fiestas infantiles con su personaje Cascabelín. Con este trabajo extra pagó sus estudios de Perito Contador.

El día de su graduación les dijo a sus familiares que empezaría a gestionar trabajo en empresas para  dejar las ventas ambulantes, pero ya no tuvo esta oportunidad.

Pero lo que no abandonaría era a su personaje Cascabelín porque le tenía mucho cariño. Esta ocupación le permitió pagar sus estudios de nivel medio.

Sus familiares cuentan que ya se había hecho exámenes de ingreso en la Universidad de San Carlos. Quería estudiar medicina.

Alegre y solidario

Sus familiares y amigos lo recuerdan como una persona siempre contenta.

“Era muy dinámico y siempre reía. Era muy evitado de problemas y se podía ayudar a alguien lo hacía”. Así lo asegura su cuñada.

Vivía en Santa Isabel II, en Villa Nueva. Sus padres eran de Quiché, pero él nació en la capital. Compartía el hogar con la abuela y una tía que también se dedican a las ventas ambulantes.

Hace un año se bautizó en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Pero empezó a faltar porque tenía que trabajar más los fines de semana para pagar el seminario y su graduación.

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En octubre se fue en moto a la playa de Las Lisas, ubicadas en Chiquimulilla, Santa Rosa. Al regresar les contó a sus familiares que ese viaje le hizo rememorar una aventura que vivió cuando era niño.

Les contó que cuando tenía ocho años se subió a vender a una camioneta, pero no se fijó para dónde iba. Fue a parar al Puerto de San José, en Escuintla.

Después de haber ido a ver el mar pidió que lo subieran a un bus para que lo trajeran de retorno a Villa Nueva. Pero nadie se lo quería traer.

Al verlo llorar alguien accedió. Llegó de madruga a la casa de la abuela que estaba con gran angustia porque había pensado lo peor.

Los fines de semana con su personaje el payasito Cascabelin, alegraba fiestas infantiles.

La visita que ya no hizo

Daniel tenía planes de asistir a las Noches de Luna del Zoológico La Aurora. Lo haría con su novia y su hija Yureli Daniela Alejandra que acaba de cumplir 13 días.

“Estaba emocionado porque nunca había ido”, dice Yohana Perla.

El día de su muerte, cuatro días después de su graduación, Daniel Mijangos empezó a trabajar a las seis de la mañana como siempre lo hacía.

Saludó a sus amigos de trabajo en la pasarela ubicada en la entrada a Santa Isabel II, en Villa Nueva.

“Te cuidas mucho”, le dijo a su tía que también es vendedora ambulante.

A las pocas horas unos sicarios lo asesinaron en el lugar conocido como el Túnel, junto con otro joven que también vendía en la calle.

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