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En defensa de la soberanía nacional

Giovanni Fratti
13 de noviembre, 2017

Y en agradecimiento a los diplomáticos profesionales en el país.

En días recientes, una señora representante de organizaciones terroristas guerrilleras guatemaltecas, artífices de decenas de miles de crímenes, inclusive de crímenes de lesa humanidad como el reclutamiento de niños para la guerrilla o la utilización de población civil como escudos humanos en el conflicto armado interno, ha tenido a bien dar lecciones a su excelencia el nuncio apostólico de su santidad el papa Francisco, monseñor Nicolas Thevenin.

Muy colorida, por su lenguaje educado y comedido, la columna de la señora guerrillera ya que llama al señor nuncio, entre otras cosas, “medieval”, “entrometido” y hasta hace al final de su libelo referencia a lo que ella llama el “rompimiento del ordenamiento jurídico” por doctrinas religiosas.

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He tenido el gusto de platicar en una reunión social, por breves instantes, personalmente con su excelencia el nuncio apostólico Thevenin de cuestiones relacionadas con el bienestar de Guatemala, con la paz social del país y de la concordia y el buen vivir entre los guatemaltecos. Como era de esperarse y me lo esperaba, es un hombre de la toga, educadísimo, sagaz, muy observador y acucioso, y me pareció, en su trato, presencia y talante, un hombre respetuoso, que mide milimétricamente sus palabras, pero sobre todo un conocedor acucioso del derecho internacional, de la diplomacia profesional y de sus obligaciones y responsabilidades como decano del cuerpo diplomático representado en Guatemala.

Ha tenido que asistir monseñor Thevenin al espectáculo patético de la falta de respeto e insulto casi permanente de un diplomático norteamericano del pasado (gracias a Dios cosa del pasado ya) y de algunos diplomáticos europeos actuales y pasados. Y haciéndole un enorme favor al país, tuvo a bien escribir una carta, también igualmente acomedida, educada y muy firme, pidiéndole atentamente a todo el cuerpo diplomático residente en Guatemala respeto a los asuntos internos y a la soberanía del país, tal y como la Convención de Viena le impone a cualquier diplomático, organismo internacional y personal consular en el país.

Fue aquella necesaria carta una noticia muy importante en el país; cientos de miles de guatemaltecos vimos con muy buenos ojos que un diplomático de la larga y distinguida carrera de monseñor Thevenin hiciera esa necesaria llamada de atención hacia la soberanía de Guatemala, y yo en lo personal lamenté muchísimo que no fuera el presidente de la República o el canciller (después recordé que él no trabajaba para Guatemala, sino para intereses extranjeros) de aquel momento, el que tuviera la entereza de hacer esa petición públicamente, por aquello de: “La soberanía de Guatemala para mí está en el último lugar de mis prioridades”, que aquel enorme bienhechor del país, enviado por el fracasado régimen de Obama que ahora se ve enfrascado en escándalos mundiales de corrupción de senadores demócratas, de la exsecretaria de Estado Hillary Clinton (mejor amiga de jueces ideológicos y parcializados, y de mujeres asociadas a la más extrema y violenta izquierda guatemalteca) y del escándalo de pagar a firmas de lobby asociadas al Kremlin por un dosier de mentiras contra el presidente Donald Trump, de venderle la quinta parte de la reserva estratégica de uranio a una compañía rusa o del fiasco de dejar morir al embajador Stevenson y a tres elementos de la US Navy SEALs en la toma terrorista del consulado norteamericano en Benghazi, Libia, entre otras bellezas de aquel desastre de administración de extrema izquierda demócrata.

La atacante guerrillera guatemalteca, que trata inútilmente de insultar o agraviar al nuncio papal en Guatemala, es por supuesto recipiendaria de esas ONG subsidiadas por esa ideología y oenegés, embajadas y esa política socialista de esas fracasadas administraciones europeas y estadounidenses; y como no sabe, ni tiene cómo saber, cuántos miles de grupos en Guatemala y en el extranjero se le oponen a ella y a su agenda, pues despotrica contra un diplomático profesional, de carrera y muy experto en su campo, que con el derecho internacional público de su lado, llama la atención a cierto minúsculo grupo de diplomáticos que quisieran tratar a Guatemala como su patio, su corral o su colonia. Inclusive me contó un amigo guatemalteco-alemán que un exembajador de Alemania, en una carta muy grosera, llamó al diplomático del Vaticano “racista” o algún epíteto similar por defender la soberanía del pueblo guatemalteco, al que su excelencia admira y respeta profundamente, tanto por su condición de enviado papal, en buena hora enviado a nuestro país, como porque entiende milimétricamente las obligaciones y el decoro que le debe un diplomático de carrera y profesional al país que le ha dado el beneplácito y que lo recibe como huésped de honor de Estado, como a todo embajador.

Cuanto quisiera yo que el cuerpo diplomático pudiera, si así lo estimara conveniente, seguir ese buen ejemplo de monseñor Thevenin o de la misión diplomática israelí, ambos verdaderos monumentos a la diplomacia respetuosa, discreta y, sobre todo, efectiva. Una vez más mis respetos y reconocimiento público, como ciudadano y abogado guatemalteco, a su excelencia, el nuncio apostólico, el señor embajador monseñor Nicolas Thevenin.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

En defensa de la soberanía nacional

Giovanni Fratti
13 de noviembre, 2017

Y en agradecimiento a los diplomáticos profesionales en el país.

En días recientes, una señora representante de organizaciones terroristas guerrilleras guatemaltecas, artífices de decenas de miles de crímenes, inclusive de crímenes de lesa humanidad como el reclutamiento de niños para la guerrilla o la utilización de población civil como escudos humanos en el conflicto armado interno, ha tenido a bien dar lecciones a su excelencia el nuncio apostólico de su santidad el papa Francisco, monseñor Nicolas Thevenin.

Muy colorida, por su lenguaje educado y comedido, la columna de la señora guerrillera ya que llama al señor nuncio, entre otras cosas, “medieval”, “entrometido” y hasta hace al final de su libelo referencia a lo que ella llama el “rompimiento del ordenamiento jurídico” por doctrinas religiosas.

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He tenido el gusto de platicar en una reunión social, por breves instantes, personalmente con su excelencia el nuncio apostólico Thevenin de cuestiones relacionadas con el bienestar de Guatemala, con la paz social del país y de la concordia y el buen vivir entre los guatemaltecos. Como era de esperarse y me lo esperaba, es un hombre de la toga, educadísimo, sagaz, muy observador y acucioso, y me pareció, en su trato, presencia y talante, un hombre respetuoso, que mide milimétricamente sus palabras, pero sobre todo un conocedor acucioso del derecho internacional, de la diplomacia profesional y de sus obligaciones y responsabilidades como decano del cuerpo diplomático representado en Guatemala.

Ha tenido que asistir monseñor Thevenin al espectáculo patético de la falta de respeto e insulto casi permanente de un diplomático norteamericano del pasado (gracias a Dios cosa del pasado ya) y de algunos diplomáticos europeos actuales y pasados. Y haciéndole un enorme favor al país, tuvo a bien escribir una carta, también igualmente acomedida, educada y muy firme, pidiéndole atentamente a todo el cuerpo diplomático residente en Guatemala respeto a los asuntos internos y a la soberanía del país, tal y como la Convención de Viena le impone a cualquier diplomático, organismo internacional y personal consular en el país.

Fue aquella necesaria carta una noticia muy importante en el país; cientos de miles de guatemaltecos vimos con muy buenos ojos que un diplomático de la larga y distinguida carrera de monseñor Thevenin hiciera esa necesaria llamada de atención hacia la soberanía de Guatemala, y yo en lo personal lamenté muchísimo que no fuera el presidente de la República o el canciller (después recordé que él no trabajaba para Guatemala, sino para intereses extranjeros) de aquel momento, el que tuviera la entereza de hacer esa petición públicamente, por aquello de: “La soberanía de Guatemala para mí está en el último lugar de mis prioridades”, que aquel enorme bienhechor del país, enviado por el fracasado régimen de Obama que ahora se ve enfrascado en escándalos mundiales de corrupción de senadores demócratas, de la exsecretaria de Estado Hillary Clinton (mejor amiga de jueces ideológicos y parcializados, y de mujeres asociadas a la más extrema y violenta izquierda guatemalteca) y del escándalo de pagar a firmas de lobby asociadas al Kremlin por un dosier de mentiras contra el presidente Donald Trump, de venderle la quinta parte de la reserva estratégica de uranio a una compañía rusa o del fiasco de dejar morir al embajador Stevenson y a tres elementos de la US Navy SEALs en la toma terrorista del consulado norteamericano en Benghazi, Libia, entre otras bellezas de aquel desastre de administración de extrema izquierda demócrata.

La atacante guerrillera guatemalteca, que trata inútilmente de insultar o agraviar al nuncio papal en Guatemala, es por supuesto recipiendaria de esas ONG subsidiadas por esa ideología y oenegés, embajadas y esa política socialista de esas fracasadas administraciones europeas y estadounidenses; y como no sabe, ni tiene cómo saber, cuántos miles de grupos en Guatemala y en el extranjero se le oponen a ella y a su agenda, pues despotrica contra un diplomático profesional, de carrera y muy experto en su campo, que con el derecho internacional público de su lado, llama la atención a cierto minúsculo grupo de diplomáticos que quisieran tratar a Guatemala como su patio, su corral o su colonia. Inclusive me contó un amigo guatemalteco-alemán que un exembajador de Alemania, en una carta muy grosera, llamó al diplomático del Vaticano “racista” o algún epíteto similar por defender la soberanía del pueblo guatemalteco, al que su excelencia admira y respeta profundamente, tanto por su condición de enviado papal, en buena hora enviado a nuestro país, como porque entiende milimétricamente las obligaciones y el decoro que le debe un diplomático de carrera y profesional al país que le ha dado el beneplácito y que lo recibe como huésped de honor de Estado, como a todo embajador.

Cuanto quisiera yo que el cuerpo diplomático pudiera, si así lo estimara conveniente, seguir ese buen ejemplo de monseñor Thevenin o de la misión diplomática israelí, ambos verdaderos monumentos a la diplomacia respetuosa, discreta y, sobre todo, efectiva. Una vez más mis respetos y reconocimiento público, como ciudadano y abogado guatemalteco, a su excelencia, el nuncio apostólico, el señor embajador monseñor Nicolas Thevenin.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo