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Ojos ciegos, estómago vacío

Salvador Paiz
15 de noviembre, 2017

Si verdaderamente abrimos los ojos, recorrer las calles de la ciudad suele ser doloroso. Duele ver a infinidad de personas, desde niños hasta ancianos, totalmente descuidados, pidiendo limosna o algo para comer. No hay que irse a la montaña más lejana o al rincón más metido del país para darse cuenta que el hambre es real y, sobretodo, alarmante.

Así lo indica el Índice Global del Hambre de 2017. Según el informe, Guatemala, junto con Haití, son los únicos países de Latinoamérica con un nivel “grave” de hambre. El estudio llega a esa conclusión tras la evaluación de cuatro indicadores: (i) porcentaje de la población que sufre desnutrición, (ii) adelgazamiento infantil –porcentaje de niños menores de cinco años con desnutrición aguda-, (iii) retraso en el crecimiento infantil –porcentaje de niños menores de cinco años con desnutrición crónica- y (iv) mortalidad infantil.

En el caso de nuestro país, la desnutrición aguda ha reducido de 1.4% a 0.7%, entre 2008 y 2015. Pero el indicador que más preocupa es el alto nivel de desnutrición crónica que sufrimos. Este es un problema prolongado y persistente que afecta negativamente, y de por vida, la salud de miles de personas (46.5% de los niños guatemaltecos menores de cinco años para ser exactos). La desnutrición crónica es consecuencia de aspectos como malos hábitos de higiene y una dieta pobre en nutrientes y calorías. Para complicar la situación, somos un país vulnerable a los fenómenos climáticos. Las abundantes lluvias o sequías generan crisis alimentaria debido a la pérdida de cosechas. Solo en los últimos cinco años, aproximadamente 150 mil familias han sido impactadas por la perdida de su cosechas, año tras año.

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Esto no es nada nuevo. Por eso mismo se ha convertido en un tema “insignia” para cada una de las administraciones anteriores. No obstante, a pesar de los esfuerzos, no han podido cambiar estos indicadores. Pareciera entonces que no es por falta de priorización o asignación presupuestaria, sino que es un reflejo de la disfuncionalidad del aparato estatal, la incapacidad de ejecutar hasta las cosas más “simples”. Un ejemplo es la eliminación del primer nivel de atención de salud la administración pasada, bajo el pretexto de la “lucha contra la corrupción”. Los ciudadanos debemos ser vigilantes para que este tipo de decisiones nocivas, no se vistan como algo bueno.

Todos jugamos un papel importante para cambiar esta situación. Eso va desde cumplir con nuestras responsabilidades como ciudadanos, hasta fiscalizar las acciones del gobierno. En ese sentido, debemos velar por la recuperación del primer nivel de atención del Ministerio de Salud, en llevar salud preventiva a todas la comunidades, asistencia técnica y agrícola a productores para fortalecer sus capacidades de resiliencia ante el impacto de fenómenos climáticos y la capacitación a las familias para que sepan cómo tener una dieta más completa y balanceada. Una forma en la que podríamos ayudar es sumándonos a esfuerzos como Alianza por la Nutrición, una entidad que trabaja constantemente para lograr estos cambios es la Alianza por la Nutrición de Mejoremos Guate. Esta asociación busca combatir la desnutrición crónica, incidir en las políticas públicas de seguridad alimentaria y nutricional, y en la auditoría social al gobierno a través del cumplimiento de la Ventana de los 1000 días.

Entendamos la gravedad de la situación. Tenemos que actuar con urgencia para que el 50% de guatemaltecos no sigan siendo afectados de por vida por la desnutrición crónica, con daños totalmente irreversibles en su desarrollo cognitivo e intelectual. De no hacer algo, nos estamos condenando al subdesarrollo como país. No podemos aspirar a ser un país competitivo si nuestro activo más importante, nuestra gente, crece enferma y nunca llega a desarrollarse plenamente. Cada uno de nosotros puede hacer algo para salir del estado grave en que nos encontramos. Es cuestión de poner manos a la obra y coordinar esfuerzos para así ponerle fin al sufrimiento de tantos guatemaltecos.

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República es ajena a la opinión expresada en este artículo

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Si verdaderamente abrimos los ojos, recorrer las calles de la ciudad suele ser doloroso. Duele ver a infinidad de personas, desde niños hasta ancianos, totalmente descuidados, pidiendo limosna o algo para comer. No hay que irse a la montaña más lejana o al rincón más metido del país para darse cuenta que el hambre es real y, sobretodo, alarmante.

Así lo indica el Índice Global del Hambre de 2017. Según el informe, Guatemala, junto con Haití, son los únicos países de Latinoamérica con un nivel “grave” de hambre. El estudio llega a esa conclusión tras la evaluación de cuatro indicadores: (i) porcentaje de la población que sufre desnutrición, (ii) adelgazamiento infantil –porcentaje de niños menores de cinco años con desnutrición aguda-, (iii) retraso en el crecimiento infantil –porcentaje de niños menores de cinco años con desnutrición crónica- y (iv) mortalidad infantil.

En el caso de nuestro país, la desnutrición aguda ha reducido de 1.4% a 0.7%, entre 2008 y 2015. Pero el indicador que más preocupa es el alto nivel de desnutrición crónica que sufrimos. Este es un problema prolongado y persistente que afecta negativamente, y de por vida, la salud de miles de personas (46.5% de los niños guatemaltecos menores de cinco años para ser exactos). La desnutrición crónica es consecuencia de aspectos como malos hábitos de higiene y una dieta pobre en nutrientes y calorías. Para complicar la situación, somos un país vulnerable a los fenómenos climáticos. Las abundantes lluvias o sequías generan crisis alimentaria debido a la pérdida de cosechas. Solo en los últimos cinco años, aproximadamente 150 mil familias han sido impactadas por la perdida de su cosechas, año tras año.

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Todos jugamos un papel importante para cambiar esta situación. Eso va desde cumplir con nuestras responsabilidades como ciudadanos, hasta fiscalizar las acciones del gobierno. En ese sentido, debemos velar por la recuperación del primer nivel de atención del Ministerio de Salud, en llevar salud preventiva a todas la comunidades, asistencia técnica y agrícola a productores para fortalecer sus capacidades de resiliencia ante el impacto de fenómenos climáticos y la capacitación a las familias para que sepan cómo tener una dieta más completa y balanceada. Una forma en la que podríamos ayudar es sumándonos a esfuerzos como Alianza por la Nutrición, una entidad que trabaja constantemente para lograr estos cambios es la Alianza por la Nutrición de Mejoremos Guate. Esta asociación busca combatir la desnutrición crónica, incidir en las políticas públicas de seguridad alimentaria y nutricional, y en la auditoría social al gobierno a través del cumplimiento de la Ventana de los 1000 días.

Entendamos la gravedad de la situación. Tenemos que actuar con urgencia para que el 50% de guatemaltecos no sigan siendo afectados de por vida por la desnutrición crónica, con daños totalmente irreversibles en su desarrollo cognitivo e intelectual. De no hacer algo, nos estamos condenando al subdesarrollo como país. No podemos aspirar a ser un país competitivo si nuestro activo más importante, nuestra gente, crece enferma y nunca llega a desarrollarse plenamente. Cada uno de nosotros puede hacer algo para salir del estado grave en que nos encontramos. Es cuestión de poner manos a la obra y coordinar esfuerzos para así ponerle fin al sufrimiento de tantos guatemaltecos.

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